martes, 28 de octubre de 2014

¿Consideras que tu empresa ha evolucionado como debería?

A mitad del siglo pasado el personal de las empresas era valorado según su producción en términos cuantitativos: quien más piezas realizase era el mejor operario, quien más artículos vendiese y facturación generase era el mejor vendedor, quien más metros de tela hilase era la mejor costurera…

Las organizaciones de aquellos tiempos tenían una estructura claramente vertical y los canales de comunicación estaban totalmente vetados en cada escalón de la jerarquía, además de que eran canales utilizados exclusivamente para conversar sobre temas relacionados con la propia actividad.

Los castigos y sanciones así como los premios y ascensos se basaban en la productividad de los empleados y en la superación de los objetivos cuantitativos marcados. Se penalizaba el absentismo y se premiaba el presentismo, la puntualidad y la fidelidad a la empresa.

Por su parte, el cliente se dejaba llevar por la oferta, la aceptaba y decidía su compra en función del trato recibido y de la fidelidad que el negocio le ofrecía.

A lo largo de la última década la empresa ha evolucionado como respuesta a una realidad cambiante también en otros muchos ámbitos en los que nos envolvemos: la escuela, la familia, la sociedad en general… Todos estos estamentos han ido cambiando y necesariamente las organizaciones han tenido que ir adaptando estos cambios a sus quehaceres y a sus estrategias empresariales. Si una empresa no lo hacía, simplemente estaba abocada a su extinción. Y si los pasos que ha ido dando en esta evolución necesaria han sido más lentos que los que daba su competencia también han entrado en bancarrota o han sufrido con sudor y lágrimas por la supervivencia.


En la actualidad la productividad sigue siendo importante, pero no debería perderse nunca el afán por tener en cuenta el detalle en la medida de la calidad del trabajo realizado. Y la calidad no sólo existe en el material con el que están hechas las prendas o en las herramientas que el empleado tiene para llevar a cabo su trabajo. La calidad nace del cariño que el empleado pone en la producción y en la venta de sus productos; un cariño que no existirá si el empleado no se siente económica y emocionalmente recompensado.

Las organizaciones actuales reducen la verticalidad de sus estructuras y abren las puertas de los despachos de la más alta Dirección para que cualquier empleado pueda acceder a ellos y hablar no sólo de sus inquietudes profesionales, sino también de las personales. La comunicación interna contempla hoy en día las emociones individuales y, en definitiva, concibe a los empleados como personas diferentes con necesidades e inquietudes y con fortalezas y limitaciones también diferentes. La empresa entiende que es imprescindible cuidar al personal, a su cliente interno, pues sin atenderle como es debido no hay manera de lograr la satisfacción del cliente externo.

En cuanto a la adaptación entre la oferta y la demanda ahora es la empresa la que modifica su oferta y se tiene que adaptar al cliente, cada vez más exigente. Éste ha tomado las riendas del mercado y no se anda con tonterías, “o lo tienes ahora o me voy a otro lugar”. El cliente ya no tiene comercios especializados en los que encontrar lo que busca, el cliente tiene ahora un amplio abanico de oferta comercial en prácticamente cualquier manzana de la ciudad en la que vive e incluso en su propia casa, porque el cliente puede comprar lo que le plazca sin ni siquiera salir de su cama simplemente teniendo conexión a Internet. Por ello la importancia que adquiere la fidelización del cliente, la cual será imposible si no se tiene fidelizado antes al personal de la empresa.

lunes, 20 de octubre de 2014

Valores en práctica, tarea no siempre fácil

Los valores comienzan a formarse desde que somos niños y cada uno le damos nuestro toque personal, nuestro enfoque y nuestro propio sentido. Dependerá mucho del contexto en el que nos desarrollemos que un mismo valor siga un camino u otro. La familia, los amigos, la escuela, la televisión, las NTIC, el entorno físico, social, económico… todos influirán en el enfoque constructivo que le damos a los diferentes valores que adquirimos.

Los valores ejercen una fuerte influencia en las actitudes de las personas convirtiéndose en la base de nuestra convivencia social (hacia el exterior, con los demás) y personal (hacia el interior, con uno mismo).

La puesta en práctica de nuestros valores es una decisión puramente personal, unas veces con más consciencia y otras con menos, dependiendo también de nuestra capacidad para controlarlos y de la rapidez de decisión con la que tengamos que actuar. Por tener muy definidos unos valores no quiere decir que siempre actuemos conforme a ellos ante determinadas personas, oportunidades o dificultades que la vida nos ponga en nuestro camino. En ocasiones, y erróneamente, tenemos influencias externas (amenazas, presión social) o internas (miedos, experiencias negativas) que nos hacen actuar de manera opuesta a nuestros propios valores, y remarco “erróneamente”, pues sin intención estaremos dando lugar a un choque interno que no tardará en dar secuelas negativas a nuestro estado anímico, pudiendo incluso llegar a convertirse en patológico: malestar, tristeza, culpabilidad, etc.

Adaptarnos a los valores de otra persona, de un grupo o de una empresa es requisito necesario si queremos lograr un vínculo cordial y que aporte coherencia a la relación establecida. Asumir y aceptar esos valores ajenos no es tarea fácil, sobre todo cuanto más dispares sean esos valores a los nuestros, pero el querer o no adaptarnos a ellos es una decisión personal fundamentada en nuestros propios principios y en la convicción que hacia esos valores tengamos. Si uno no está convencido de algo muy probablemente no actúe de la manera esperada, por lo que para que exista una alineación entre los valores de otros y los propios debe haber convencimiento y decisión de querer remar juntos hacia el mismo lugar.

Si pretendemos lograr bienestar personal y buen clima con los demás primero debemos tener muy claro cuáles son nuestros valores para intentar, en segundo lugar, rodearnos de personas que compartan un grado similar en nuestra escala de valores, de manera que se nos facilite nuestra toma de decisiones y nuestras actuaciones conforme esperamos de nosotros mismos y también conforme los demás esperan que hagamos. De esta forma se nos abre el camino para poder tener una convivencia sana y una mejor eficacia y eficiencia en las relaciones personales y profesionales.

Todo se complica cuando los valores puros que adquirimos en la niñez dejan de serlo tras añadirles nuestros granitos de personalidad, experiencia, influencia…, pero esto también ocurre con muchos otros aspectos del ser humano, pues por eso ninguno es idéntico a otro. El verdadero acierto y mérito está en lograr encontrar el punto de equilibrio y entendimiento entre diferentes individuos con definiciones y percepciones híbridas de un mismo valor.

Si todos fuéramos capaces de actuar con Responsabilidad, Honestidad, Solidaridad, Humildad y Respeto tendríamos una sociedad más justa y seguramente seríamos todos un poquito más felices.


lunes, 6 de octubre de 2014

El endomarketing: ya es hora de mirar adentro

Si los empresarios se gastan millones de euros en estudios de mercado, publicidad y marketing para captar y retener clientes, ¿por qué no invertir y utilizar las mismas técnicas para fidelizar y no perder a los empleados con talento?

El marketing y la publicidad suponen una importante cifra en la cuenta de explotación de muchas compañías, pero no así el marketing interno o endomarketing que sigue siendo considerado secundario en muchas empresas, precisamente en aquellas que no levantan vuelo. ¡Por algo será!

Se debería tener plena convicción de que el empleado no únicamente se mueve por dinero, porque la recompensa económica nunca será suficiente una vez la persona tenga cubiertas sus necesidades básicas. Las expectativas salariales siempre estarán al alza en toda la trayectoria profesional del empleado y, aunque en esta época de crisis y desempleo nos hayamos vuelto más conformistas, el ser humano tiende siempre a ese estado de “querer más” cuando ya ha alcanzado lo que antes fue su propósito o meta.

Cuando el empleado firma un contrato lo hace por supuesto atendiendo a la remuneración que percibirá, pero al mismo tiempo firma un contrato emocional que necesita mantener estable a lo largo del tiempo. La conciliación de la vida familiar y profesional, las compensaciones y reconocimientos del trabajo bien efectuado, las simples preguntas de un “¿cómo estás?”, “¿cómo te sientes?”, el tener en cuenta su opinión en las decisiones que la empresa tiene que tomar… son valores añadidos a ese aspecto económico que el empleado aceptó cuando firmó su contrato de trabajo.

El último objetivo de cualquier empresa es el de poder conseguir clientes que sean leales, fieles y que estén satisfechos con los servicios prestados para que repitan en su compra y se conviertan en voceros de la marca. Pero es difícil llegar a ese punto si quienes están vendiendo la marca a esos clientes no son leales, fieles ni están satisfechos con la empresa en la que trabajan. Es por ello que el empresario debe entender que el endomarketing es prioritario y como mínimo igual de importante que el marketing externo y que la publicidad, pues por muy creativa y costosa que esta sea no tendrá efecto si no se cuida antes a las personas que dan imagen y vitalidad a la compañía.

La comunicación, la motivación del personal, la formación, la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace… todos estos son aspectos que permiten que el resultado interno sea positivo y se convierta en un factor multiplicador para que el resultado externo crezca conforme el empresario desea. Recordemos que no hay cliente satisfecho sin empleado satisfecho.

Los productos nos los pueden copiar, los podemos encontrar en la competencia, pueden igualarnos o mejorarnos en precio, pero lo que está claro es que el talento de la empresa es propio de cada una y sólo depende de ésta que quiera extraer el máximo jugo de ese talento que posee. Si hemos sido capaces de llegar al mundo emocional de los clientes, porque sabemos que toda decisión de compra parte de una emoción, más fácil lo tendremos para llegar a la parte emocional de quienes tenemos día a día en nuestra organización, ofreciéndoles escucha y dándoles el feedback que esperan según sean sus necesidades y acercándonos al cubrimiento de esa necesidad emocional que en el ámbito profesional las personas también tenemos.