miércoles, 20 de julio de 2016

Jefe, ¡no mientas, por favor!

"Nuestra casa es como un gran barco del que todos formamos parte y en el que mantenemos un rumbo constante destinado a un lugar que todos conocemos"

La verdad es que esta metáfora está muy lograda. Referirnos a la empresa u organización como el lugar donde todos vivimos “nuestra casa” es muy acertado, pues en ella estamos casi más horas de las que pasamos realmente en nuestros hogares. En ella convivimos con nuestros compañeros y compañeras (también más horas que con nuestros familiares), con quienes se hace primordial la existencia de un buen clima laboral, o como mínimo que éste sea cordial. Mantener un clima laboral saludable es cosa de todos y de cada uno de los miembros que formamos parte de la empresa, estemos físicamente o no en el mismo lugar de trabajo.

Hablar de la empresa además como si de un barco se tratase en el que tripulamos una serie de personas con diferentes roles, siendo todos conocedores de cuál es el objetivo empresarial, es un buen recurso para comprender el porqué de la existencia de una jerarquía dentro de la compañía. En este barco, pensemos que es un crucero, la tripulación está compuesta por la máxima autoridad que es el Capitán (la Presidencia), el Primer Oficial (la Dirección), el Segundo Oficial (el responsable de Recursos Humanos), los Terceros Oficiales (los Mandos Intermedios) y, por último y no menos importante, los Cadetes (el Personal Base). Sin olvidar nunca a los Pasajeros, quienes pagan por su comodidad durante las vacaciones, y que en la vida real son nuestros Clientes.

Pero ¿qué ocurre en una casa cuando los padres se pelean? y ¿qué ocurre en un barco cuando la tripulación no está coordinada, sino que entre ellos compiten? ¡¡Exacto!! Los hijos sufren las consecuencias y se malcrían y los clientes deciden no volver a viajar con ese operador en sus próximas vacaciones.

Directivos que usen esta metáfora o cualquier otra con un matiz similar en sus mensajes tienen que estar muy seguros y convencidos de que realmente se cumple en sus organizaciones. De lo contrario, mejor obviarla, porque las personas que trabajamos en cualquier organización no somos idiotas y sabemos rápidamente discernir entre una “casa” y una “empresa, donde el clima laboral deja mucho que desear” o entre un “crucero” y un “barco a la deriva, donde nadie se pone de acuerdo sobre el rumbo que hay que tomar”.



La correlación casi perfecta entre las palabras y los hechos debería ser una norma empresarial en la que el “capitán y los oficiales de primera” han de tener el protagonismo y control absolutos, pues de ellos dependerá que cualquier conflicto caiga en cascada hasta los lugares más recónditos de la empresa, llegando a ser percibido incluso en las casas de los clientes. No se puede ir diciendo por ahí que somos una casa y que somos un barco hacia un destino conocido por toda la tripulación, cuando ni es uno ni es lo otro, cuando los intereses entre accionistas y directivos o mandos son de diferente índole, velando los primeros por aumentar las ganancias económicas y los segundos por salvaguardar su trasero en la posición que actualmente ocupan. Es simplemente una cuestión de lógica el entender que cualquier descuido entre lo que se dice y lo que se hace puede dañar de manera drástica nuestra marca empresarial.

lunes, 11 de julio de 2016

Pon el foco en aquello que te haga sentir feliz

Se puede ser muy feliz con lo que posees, sólo hay que decidir si el foco lo pones en lo que tienes o en lo que no.

En la vida pasamos por mejores y por peores momentos, forma parte de eso a lo que todos hemos llamado alguna vez “ley de vida”. No debemos cuestionarnos el porqué de los acontecimientos, especialmente cuando estos no son de nuestro agrado. Pero inconscientemente el ser humano tiende a hacerse esta pregunta, tiende a darle mucha importancia a los problemas y mucha menos a las alegrías, algo innato a nuestra especie; a lo que también podríamos llamar “ley de vida”, porque es así, sin nada más que cuestionarse.

Pero ¿qué tal si hacemos un trabajo consciente y tratamos de invertir la importancia que le damos a nuestros problemas con la que le otorgamos a nuestras alegrías? 

Quizás, lo primero sea un poco más difícil que lo segundo, porque el impacto negativo de cualquier noticia o situación deja una huella en nosotros que perdura en el tiempo, pero en cuanto a los buenos momentos o buenas noticias sí que podemos más fácilmente alargar el efecto placentero que nos produce. Pero ¿cómo?.

Ante cualquier buen momento siempre existirá la posibilidad de celebrarlo tantas veces como nos apetezca. Si me independizo y me compro un piso, en vez de hacer una macroinauguración (que tampoco sería incompatible), puedo hacer varias inauguraciones con diferentes grupos: familia, amigos, etc. Si he aprobado el último examen de la universidad, de la misma manera celebro la buena noticia en varias ocasiones… son tan solo un par de ejemplos de cómo poder sonreírle a la vida, ocupando esos momentos insípidos, que llenan parte de nuestros días, con alegrías y sonrisas que permitan evadirnos de todo lo malo que nos rodea.

Este mismo planteamiento se puede poner en práctica ante aquellas cosas que uno siempre anhela. Pensamientos tipo “me gustaría tener más dinero”, “me gustaría tener un mejor coche”, “me gustaría…” no ayudan para encaminarnos hacia el objetivo que todos tenemos de llegar a ser un día algo más felices. 

La felicidad depende en gran medida de uno mismo, de querer ver el vaso medio lleno o verlo medio vacío, y nadie puede decidir por nosotros si somos o no somos felices, porque por mucho que alguien se empeñe en ponernos las cosas difíciles, siempre nosotros podremos decidir si nos dejamos hundir en el pozo o si tratamos de ver que siempre existe una luz posible de alcanzar.

Por lo tanto, aunque no es fácil por no ser instintivo y no ser un acto reflejo, el trabajo consciente de focalizar la atención en lo que tenemos en vez de en lo que no tenemos es lo único que puede ayudarnos a ser más felices y no estar siempre lamentándonos de lo que nos falta o nos gustaría tener.