martes, 27 de agosto de 2013

No más cuchillos de palo en casa del herrero

¿Habéis escuchado eso de “en casa del herrero cuchillo de palo”? Últimamente me dedico a repetirle mucho a la gente lo que hoy pretendo dejar por escrito en este post. Se trata de un mensaje que alguien en su día también me dio a mí. Un consejo de esos sencillos de pensar y de decir, pero no por ello muchas veces olvidado a la hora de ponerlo en práctica. 

Todos tenemos habilidades y cualidades adquiridas tanto por experiencia profesional como por experiencia personal. Somos expertos en ellas (sabemos cocinar, escuchar, aconsejar…) y en ocasiones pecamos de sólo ponerlas en práctica con y para los demás. 

Está genial el altruismo, está genial la cooperación, la comprensión, la escucha, la empatía… pero ¿qué hay de uno mismo?. Para entender al otro, para estar bien a la hora de ayudar a los demás y para poder darles lo que necesitan, antes es necesario que uno haga introspección y se consulte a sí mismo acerca de sus propias necesidades. Partiendo de la base de que somos emociones y de que nuestra inteligencia emocional está en los cimientos de nuestros actos, deberíamos empezar por nosotros mismos a aplicarnos lo que después queremos ofrecer a los demás. Automotivarnos, autoconocernos, autogestionarnos, autocontrolarnos… siempre el “auto” debería ir primero.

Todo profesional y, de hecho, toda persona necesita mimarse y mirar por sí mismo y, aunque esto parece una obviedad, en muchas ocasiones (más de las que pensamos) nos olvidamos de hacerlo. El video que verás al final de este artículo es un claro ejemplo del psicólogo clínico que ayuda, como buen profesional, a sus pacientes a resolver sus problemas, pero que se olvida de cuidarse a sí mismo (y, por supuesto, a su entorno más cercano) hasta el punto que su estado físico y mental le advierten de que se encuentra en la cuerda floja. Este es sólo un ejemplo animado de millones reales, porque ¿quién de nosotros desafortunadamente no conoce a personas que por estrés laboral o personal han acabado teniendo problemas?

Para que tú no seas uno de ellos y no te encuentres en esa cuerda floja, recuerda que es necesario:

-         No olvidarte de pensar un poco más en ti, ¿quién si no lo va a hacer?

-         Darte los caprichos que creas necesarios. Prémiate si lo mereces.

-         Trabajar tu desarrollo personal y profesional independientemente de que otros te ayuden o no a hacerlo.

-         Desconectar de tu rutina y aprovechar esos momentos de soledad para conocerte mejor. No tengas miedo a estar solo/a porque te encuentras, seguro, en buena compañía.

-         Disfrutar de aquello que sabes hacer y que haces genial para otros, pero que nunca haces para ti.

-         Acudir al profesional “colega” de tu sector que también puede ofrecerte lo que tú ofreces a tus clientes.


Sólo así estarás preservando tu integridad física y mental y estarás preparado/a para ayudar a los demás también a hacerlo. 

¡Concédete el digno derecho de tener un cuchillo de hierro y no de madera!



martes, 13 de agosto de 2013

El Vasa: cómo un fracaso puede convertirse en todo un éxito

Nadie trabaja ni pierde su tiempo para cometer errores, pero una vez cometidos qué mejor que poder aprender de ellos y quizás hasta sacarles el provecho que nunca esperábamos obtener.

Hace unos días estuve en Estocolmo visitando el Vasamuseet (Museo del Vasa) y quedé maravillado de cómo lo que en su día fue un fracaso se ha convertido siglos después en todo un éxito.

Me explico, no sin antes contextualizar su historia.


Durante la Guerra de los Treinta Años (siglo XVII), el Rey Gustavo II Adolfo de Suecia mandó construir un gran buque de guerra que tenía que ser el mejor que hasta la fecha hubiera existido.

Tres años de trabajo dieron como resultado el Vasa, un buque que tan solo duró unos minutos a flote tras zarpar desde el puerto de Estocolmo en su viaje inaugural el 10 de agosto de 1628. La inestabilidad con la que había sido construido y la ambición del Rey por tener el barco más grande y poderoso que jamás hubiera habido, sin que en esa época existieran planos de construcción para navíos de tales dimensiones, fueron las principales causas que hicieron que una ráfaga de viento volcase la nave sumergiéndola a 32 metros en las profundidades del puerto de Estocolmo, donde permaneció durante más de 300 años.

A partir de ese momento el Rey se dedicó a buscar y perseguir a los supuestos culpables del hundimiento, cuando en realidad él había sido el principal responsable del mismo.

En 1961 el barco fue extraído de las profundidades y, tras las pertinentes tareas de restauración, se consiguió salvar prácticamente el 95% de sus piezas originales que hoy se exponen. El Vasamuseet es en la actualidad el museo más visitado de Escandinavia y atrae a más de un millón de visitantes cada año.

El fracaso de lo que iba a ser un buque histórico en la Guerra que Suecia tenía contra Polonia, se ha convertido casi 4 siglos después en todo un éxito para la atracción del turismo en la capital sueca.

Los errores y fracasos sin duda hay que intentar evitarlos, pero una vez cometidos hay que sacarles todo el provecho que se pueda y, para ello, la actitud juega un papel fundamental.

En los tiempos que corren hemos escuchado muchas veces aquello de “una crisis trae consigo nuevas oportunidades”. Esperemos que no con tantos años de por medio como ocurrió con el Vasa, tengamos esa actitud positiva que nos lleve a encontrarsoluciones y oportunidades derivadas de esta crisis como lo hicieron los rescatadores del buque y creadores del museo y no quedarnos sólo con el lamento de los fracasos y la búsqueda de culpables, como en su día hizo el Rey.

Recordemos que la actitud con la que nos tomamos los sucesos que se nos presentan en nuestro camino depende únicamente de nosotros mismos. Seamos capaces de alcanzar nuestros objetivos y nuestras metas sin venirnos abajo a pesar de encontrarnos con sombras en ese camino. Para que haya sombras es necesario que haya también luz y es en ella en la que debemos centrarnos.