jueves, 30 de mayo de 2013

Se buscan maestros en felicidad


A lo largo de la vida son numerosas las fuentes de información y enseñanza con las que nos topamos. Nuestros padres, los maestros, los amigos, los libros, el cine y la televisión forman parte de esa red de inputs que nos permiten el aprendizaje para avanzar en los diferentes aspectos a los que las personas debemos hacer frente.

Pero, ¿quién nos ha enseñado a ser felices?, ¿quién nos ha explicado el camino a seguir para alcanzar la felicidad?. A mi nadie y me atrevería a decir, con muchas posibilidades de acertar al pleno, que tampoco a ninguno de vosotros.

Y es que nadie tiene la solución a la fórmula de la felicidad. Nadie puede ser maestro en felicidad porque ésta adquiere infinidad de definiciones y todas son válidas en función del valor que cada persona le otorgue. Por ello, el único maestro que encontrarás serás tú mismo.

Un niño puede ser feliz, un adulto también, un anciano, una persona con discapacidad, la persona más rica, el más pobre, el que viaja, el que nunca ha salido de su pueblo o ciudad… todos, absolutamente todos, podemos ser felices a nuestra manera. Tan simple como entender esto para saber que nadie puede enseñar a otro a cómo ser feliz.

Las fuentes de información y enseñanza a las que me refería líneas más arriba pueden, como mucho, darnos pautas y consejos que pueden ayudarnos a hacer más claro el camino personal y único hacia la búsqueda de la propia felicidad.

Pero en todo este entresijo de abstracción sí que existe una verdad concreta que nunca deberíamos dejar de tener presente: la felicidad no debemos plantearla como un fin, como un destino, sino que la felicidad debemos saber encontrarla, vivirla y disfrutarla en cada momento que vivimos a diario. ¿Quién te asegura que existe un destino físico o temporal en el que uno va a sentirse feliz?. Pues como la respuesta todos la tenemos más que clara, no cabe duda de que mientras no sepamos poner fecha y lugar a esa pregunta hay que saborear cada instante como si fuera único y sacar la esencia de la felicidad que el mismo contiene.

No busques la felicidad en el futuro, aprende a encontrarla en cada momento presente. El futuro es incierto y nunca sabemos por dónde nos va a llevar. Si tiene que ser bueno, pues genial, y si tiene que ser menos bueno, pues al menos ya habremos disfrutado cada momento del camino, y eso ya nadie nos lo podrá quitar.

La película "El guerrero pacífico" nos deja un buen mensaje para concluir este artículo: El viaje aporta la felicidad, no el destino.

 

lunes, 20 de mayo de 2013

La escucha activa: clave para una comunicación efectiva


Ya se ha dicho en varias ocasiones que la comunicación es algo más complejo que el simple hecho de tener un mínimo de dos personas (emisor y receptor), un canal, un código, un mensaje y un contexto. La comunicación para que sea efectiva requiere además de habilidades como son la empatía, la asertividad, la negociación y la escucha activa. Ésta ocupará hoy el eje de esta nueva publicación.

Muchos de los problemas de comunicación que existen hoy día parten de la base de que no se sabe escuchar. En ocasiones, se está más pendiente de lo que se va a decir a continuación que del mensaje que el otro está diciendo.

Escuchar requiere un esfuerzo superior al que se hace al oír, porque cuando escuchamos activamente estamos poniendo en marcha mecanismos de interpretación del mensaje en función del contenido, de la forma, del contexto, de la persona que lo está emitiendo, etc. Por lo tanto, la escucha activa se relaciona directa y necesariamente con la empatía, ya que se trata de escuchar no sólo lo que se está diciendo sino también los sentimientos, las ideas y los pensamientos que subyacen en el mensaje.

Las distracciones, las interrupciones, la falta de atención y los prejuicios hacia quien habla son, entre otros, obstáculos a la hora de escuchar activamente y de llegar a que la comunicación sea efectiva.

Me viene ahora a la mente la dinámica del famoso juego del teléfono estropeado. Para quienes no lo conocéis se trata de un juego infantil en el que se observa cómo un mensaje se va distorsionando a medida que se transmite de persona a persona. Los participantes se alinean y susurran en el oído del compañero siguiente el mensaje que le acaba de susurrar el compañero anterior. La principal regla del juego es que no se puede repetir este mensaje aunque haya sido prácticamente inaudible. Los obstáculos comunicativos que hayan acontecido durante todo el proceso (ruidos, interrupciones, risas, falta de atención…) serán los causantes de que el mensaje haya sufrido importantes modificaciones desde su inicio hasta su fin.

Es gracioso al tratarse de un juego, pero ¿y cuándo esto ocurre en la vida real?. Como decía, muchos de los problemas comunicativos que nos rodean se originan precisamente por obstáculos que no distan demasiado de los que podemos encontrarnos en este juego infantil. En ocasiones, además, la invención y la interpretación subjetiva dan un paso más allá creando y fomentando el famoso rumor del que todos hemos sido alguna vez víctimas y verdugos y al que dedicaré en breve un artículo en este mismo blog.

Os dejo aquí este video que con humor refleja un problema de comunicación probablemente debido a una escucha activa insuficiente por parte del niño, que debió estar entreteniéndose mientras la profesora le hablaba…



…hubiera sido divertido verle vestido así en el Belén junto a las ovejas y al Niño Jesús. ¡Pobre! :D

lunes, 6 de mayo de 2013

La empatía en el trabajo


En nuestro lugar de trabajo pasamos más horas que en casa y nos vemos obligados a compartir mucho tiempo con personas a las que nunca elegimos como compañeros. En algunos casos son personas con las que estamos bien; en otros casos son personas que sabemos que están allí, pero con las que apenas hemos cruzado palabra y, desgraciadamente, en ocasiones también nos toca convivir con personas a las que preferiríamos no ver.

Como en algunos artículos ya he dicho, por ser la base del autoconocimiento y de la autoconciencia para actuar, las circunstancias ajenas (en este caso las personas con las que tenemos que trabajar) no las hemos escogido ni dependen directamente de nosotros. Sí lo es la actitud que ante ello tomamos. Si somos conscientes de esto sabremos que por mucho que nos quejemos, por mucho que reneguemos, por mucho que nos enojemos, no vamos a poder cambiar ese contexto en el que trabajamos y, por lo tanto, sólo nos quedará la opción de trabajar desde nuestro interior: el autocontrol, la forma en la que vamos a tomar y afrontar la situación.

Como decía, son muchas las horas que pasamos en nuestro lugar de trabajo. Las relaciones que con nuestros compañeros establezcamos son importantes para asegurar un buen clima laboral y para que internamente sintamos nuestra experiencia laboral como saludable. En ocasiones, las malas relaciones que tenemos con nuestros compañeros surgen de la incomprensión sobre la forma de actuar que esa persona tiene. Para subsanar esta incomprensión a veces sólo basta con que, por ambas partes, hagamos un análisis de la situación mediante el cual trabajar ciertas habilidades individuales, entre ellas la empatía.

Siempre definimos la empatía como la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Pero en realidad hay que ir más allá. La empatía, como rasgo, forma parte de nuestra personalidad, pero como cualquier otra habilidad, también puede perfeccionarse a lo largo de nuestra vida.

Para ser capaces de ponernos en el lugar del otro debemos entender a ese otro como individuo único, con una cultura, una experiencia profesional, una vivencia personal, unas necesidades y unos objetivos que pueden estar determinando su actitud y su sentimiento ante cualquier situación que se le esté presentando. Para ello necesitamos tener muy desarrollada la capacidad de escucha y la capacidad para aprender a alejarnos del “yo”, porque para entender al otro no valen mis razones, mis ideas, mis objetivos, mi cultura ni mis necesidades, porque la empatía permite la comprensión de las emociones y comportamientos ajenos sin tener que estar necesariamente de acuerdo.


Mientras una persona sea egocéntrica, centrada en sí misma, pensando sólo en la propia satisfacción y sin preocuparse por los demás, la capacidad de respuesta empática quedará muy lejos de ser vista como parte de su relación con los demás.

Por lo tanto, la empatía va mucho más allá de ponerse en los zapatos del otro y llegar a entenderle. La empatía implica además responder de manera apropiada a la emoción que la otra persona está sintiendo, consiguiendo en ocasiones suavizar el clima laboral a través del entendimiento y la aceptación del comportamiento que tiene ese compañero de trabajo con el que de otro modo parecería imposible convivir.