Estamos en junio, el mes del Orgullo
LGBTIQ+, y me parece un buen momento para abrir el debate sobre algo
fundamental: la inclusión real y efectiva de las personas LGBTI en las
empresas. Más allá de los colores, las celebraciones y las campañas, este mes
debería ser una invitación a reflexionar sobre cómo podemos hacer que nuestros
lugares de trabajo sean espacios en los que todas las identidades no solo estén
presentes, sino también reconocidas, respetadas y valoradas.
La diversidad es una realidad que nos atraviesa como sociedad y, claro, también se refleja en las organizaciones. Pero muchas empresas creen que con tener una plantilla diversa ya están haciendo lo suficiente. El problema es que ser diversos no es lo mismo que ser inclusivos. Y esa diferencia, la gran distancia entre diversidad e inclusión, es uno de los retos más grandes que tenemos hoy.
Entonces, ¿qué hace falta para que una
empresa sea verdaderamente inclusiva con las personas LGBTI? No basta con
palabras bonitas o gestos puntuales. Se necesita un compromiso real, acciones
concretas y una cultura que respalde ese compromiso todos los días del año, no
solo en junio.
Para empezar, hay que dejar muy claro en
los códigos de conducta y las políticas internas que la empresa no tolera
ningún tipo de discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de
género. Pero eso no puede quedarse solo en un papel. Hay que vivirlo y
comunicarlo constantemente, tanto hacia adentro como hacia afuera.
La formación continua es otra pieza
clave. Ofrecer talleres, charlas y espacios para aprender sobre diversidad y
género crea un ambiente de respeto y empatía. Y aunque toda la plantilla
debería participar, es especialmente importante que quienes toman decisiones y
lideran equipos reciban esta formación, porque son ellos quienes marcan el tono
y la cultura.
También es esencial generar espacios
seguros donde las personas LGBTI y sus aliados puedan encontrarse, compartir
experiencias, apoyarse y aportar ideas. Estas redes de afinidad fortalecen el
sentido de pertenencia y ayudan a construir un entorno mejor para todos.
No menos importante es prestar atención al lenguaje que usamos. Parece un detalle menor, pero revisar cómo hablamos y escribimos para no asumir ni imponer géneros o orientaciones puede hacer que alguien se sienta realmente reconocido y respetado.
En cuanto a las oportunidades
profesionales, garantizar planes de carrera equitativos es fundamental. Todos
debemos tener las mismas oportunidades de crecer.
Y para quienes están en proceso de
transición de género, contar con protocolos que respeten la privacidad y
acompañen su camino es una muestra clara de respeto y compromiso real. Cuando
aparezcan conductas discriminatorias o LGBTI-fóbicas, la empresa debe actuar
rápido y con firmeza, demostrando que la inclusión no es solo un discurso, sino
una práctica diaria.
Además, participar en foros y eventos
externos, compartir buenas prácticas y estar abiertos a aprender de otras
organizaciones fortalece el compromiso y ayuda a visibilizar la importancia de
estos temas.
Por último, la inclusión no debería
quedarse dentro de la empresa. También hay que exigir a proveedores y
colaboradores que adopten buenas prácticas y políticas inclusivas, porque el
impacto positivo se multiplica cuando todo el ecosistema se mueve en la misma
dirección.
En definitiva, una empresa que quiera
ser realmente inclusiva con las personas LGBTI tiene que apostar por acciones
coherentes, concretas y sostenidas en el tiempo. La diversidad es un hecho; la
inclusión es una decisión. Solo cuando ambas van de la mano, se logra un
ambiente donde todas las personas pueden ser auténticas, sentirse respetadas y
desarrollar su máximo potencial.
Pasar del discurso a la acción no es
sencillo ni inmediato, eso está claro. Requiere voluntad, tiempo y recursos.
Pero sobre todo, coherencia. Que la palabra “inclusión” se refleje en cada
política, en cada gesto y en cada decisión.
Para terminar, quiero compartir un dato
que no debería sorprendernos pero que confirma lo que muchas experiencias ya
muestran: el 74% de las empresas con políticas inclusivas para personas LGBTI
mejoran su clima laboral (Out Now Consulting, 2015). La diversidad bien
gestionada es un motor de innovación, compromiso y bienestar.
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