lunes, 23 de junio de 2025

La inclusividad de las empresas con las personas LGBTI

Estamos en junio, el mes del Orgullo LGBTIQ+, y me parece un buen momento para abrir el debate sobre algo fundamental: la inclusión real y efectiva de las personas LGBTI en las empresas. Más allá de los colores, las celebraciones y las campañas, este mes debería ser una invitación a reflexionar sobre cómo podemos hacer que nuestros lugares de trabajo sean espacios en los que todas las identidades no solo estén presentes, sino también reconocidas, respetadas y valoradas.

La diversidad es una realidad que nos atraviesa como sociedad y, claro, también se refleja en las organizaciones. Pero muchas empresas creen que con tener una plantilla diversa ya están haciendo lo suficiente. El problema es que ser diversos no es lo mismo que ser inclusivos. Y esa diferencia, la gran distancia entre diversidad e inclusión, es uno de los retos más grandes que tenemos hoy.

Entonces, ¿qué hace falta para que una empresa sea verdaderamente inclusiva con las personas LGBTI? No basta con palabras bonitas o gestos puntuales. Se necesita un compromiso real, acciones concretas y una cultura que respalde ese compromiso todos los días del año, no solo en junio.

Para empezar, hay que dejar muy claro en los códigos de conducta y las políticas internas que la empresa no tolera ningún tipo de discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género. Pero eso no puede quedarse solo en un papel. Hay que vivirlo y comunicarlo constantemente, tanto hacia adentro como hacia afuera.

La formación continua es otra pieza clave. Ofrecer talleres, charlas y espacios para aprender sobre diversidad y género crea un ambiente de respeto y empatía. Y aunque toda la plantilla debería participar, es especialmente importante que quienes toman decisiones y lideran equipos reciban esta formación, porque son ellos quienes marcan el tono y la cultura.

También es esencial generar espacios seguros donde las personas LGBTI y sus aliados puedan encontrarse, compartir experiencias, apoyarse y aportar ideas. Estas redes de afinidad fortalecen el sentido de pertenencia y ayudan a construir un entorno mejor para todos.

No menos importante es prestar atención al lenguaje que usamos. Parece un detalle menor, pero revisar cómo hablamos y escribimos para no asumir ni imponer géneros o orientaciones puede hacer que alguien se sienta realmente reconocido y respetado.

En cuanto a las oportunidades profesionales, garantizar planes de carrera equitativos es fundamental. Todos debemos tener las mismas oportunidades de crecer.

Y para quienes están en proceso de transición de género, contar con protocolos que respeten la privacidad y acompañen su camino es una muestra clara de respeto y compromiso real. Cuando aparezcan conductas discriminatorias o LGBTI-fóbicas, la empresa debe actuar rápido y con firmeza, demostrando que la inclusión no es solo un discurso, sino una práctica diaria.

Además, participar en foros y eventos externos, compartir buenas prácticas y estar abiertos a aprender de otras organizaciones fortalece el compromiso y ayuda a visibilizar la importancia de estos temas.

Por último, la inclusión no debería quedarse dentro de la empresa. También hay que exigir a proveedores y colaboradores que adopten buenas prácticas y políticas inclusivas, porque el impacto positivo se multiplica cuando todo el ecosistema se mueve en la misma dirección.

En definitiva, una empresa que quiera ser realmente inclusiva con las personas LGBTI tiene que apostar por acciones coherentes, concretas y sostenidas en el tiempo. La diversidad es un hecho; la inclusión es una decisión. Solo cuando ambas van de la mano, se logra un ambiente donde todas las personas pueden ser auténticas, sentirse respetadas y desarrollar su máximo potencial.

Pasar del discurso a la acción no es sencillo ni inmediato, eso está claro. Requiere voluntad, tiempo y recursos. Pero sobre todo, coherencia. Que la palabra “inclusión” se refleje en cada política, en cada gesto y en cada decisión.

Para terminar, quiero compartir un dato que no debería sorprendernos pero que confirma lo que muchas experiencias ya muestran: el 74% de las empresas con políticas inclusivas para personas LGBTI mejoran su clima laboral (Out Now Consulting, 2015). La diversidad bien gestionada es un motor de innovación, compromiso y bienestar.

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