"Nuestra casa es como un gran barco del que todos formamos parte y en el que mantenemos
un rumbo constante destinado a un lugar que todos conocemos"
La verdad es que esta metáfora está muy
lograda. Referirnos a la empresa u organización como el lugar donde todos vivimos “nuestra
casa” es muy acertado, pues en ella estamos casi más horas de las que pasamos
realmente en nuestros hogares. En ella convivimos con nuestros compañeros y
compañeras (también más horas que con nuestros familiares), con quienes se hace primordial la existencia de un buen clima laboral, o como mínimo que éste sea cordial. Mantener un clima laboral saludable es cosa de todos y de cada uno de
los miembros que formamos parte de la empresa, estemos físicamente o no en el mismo
lugar de trabajo.
Hablar de la empresa además como si
de un barco se tratase en el que tripulamos una serie de personas con
diferentes roles, siendo todos conocedores de cuál es el objetivo empresarial, es un buen recurso para comprender el porqué de la existencia de una jerarquía dentro de la compañía. En este barco, pensemos que es un crucero, la tripulación está compuesta por la máxima autoridad
que es el Capitán (la Presidencia), el Primer Oficial (la
Dirección), el Segundo Oficial (el responsable de Recursos Humanos), los Terceros
Oficiales (los Mandos Intermedios) y, por último y no menos importante, los Cadetes
(el Personal Base). Sin olvidar nunca a los Pasajeros, quienes pagan por su
comodidad durante las vacaciones, y que en la vida real son nuestros Clientes.
Pero ¿qué ocurre en una casa cuando
los padres se pelean? y ¿qué ocurre en un barco cuando la tripulación no está
coordinada, sino que entre ellos compiten? ¡¡Exacto!! Los hijos sufren las
consecuencias y se malcrían y los clientes deciden no volver a viajar con ese operador en sus próximas vacaciones.
Directivos que usen esta metáfora o cualquier otra con un matiz similar en
sus mensajes tienen que estar muy seguros y convencidos de que realmente se
cumple en sus organizaciones. De lo contrario, mejor obviarla, porque las
personas que trabajamos en cualquier organización no somos idiotas y sabemos rápidamente
discernir entre una “casa” y una “empresa, donde el clima laboral deja mucho que
desear” o entre un “crucero” y un “barco a la deriva, donde nadie se pone de
acuerdo sobre el rumbo que hay que tomar”.
La correlación casi perfecta entre las
palabras y los hechos debería ser una norma empresarial en la que el “capitán y
los oficiales de primera” han de tener el protagonismo y control absolutos, pues de ellos dependerá que cualquier conflicto caiga en cascada hasta los lugares más recónditos de la empresa, llegando a ser percibido incluso en las casas de los clientes. No se puede
ir diciendo por ahí que somos una casa y que somos un barco hacia un destino
conocido por toda la tripulación, cuando ni es uno ni es lo otro, cuando los intereses entre
accionistas y directivos o mandos son de diferente índole, velando los primeros por aumentar las ganancias económicas y los segundos por salvaguardar su
trasero en la posición que actualmente ocupan. Es simplemente una cuestión de lógica el entender que cualquier descuido entre lo que se dice y lo que se hace puede dañar de manera drástica nuestra marca empresarial.
No sé, però em dóna la impressió de que us has escrit amb coneixement de causa, jeje...Molts petons, Alex
ResponderEliminarCom gairebé tot el que escric en aquest blog Anna. Merci per seguir sent una llegidora fidel :) Petons
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