martes, 13 de junio de 2017

Controlar la creatividad y la innovación en el mundo empresarial (por Francisco González)

Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.


Estas últimas semanas hemos podido leer varios artículos con opiniones muy interesantes sobre la creatividad. En un artículo de Anna Antinori y Luke Smillie los autores explican que un aspecto de nuestra personalidad que parece influir notablemente en nuestra creatividad es la apertura a la experiencia. Hace medio año comentaba en un artículo para este blog sobre otros estudios que llegan a la misma conclusión. Parece que explorar entornos desconocidos te harán más creativo. Luke y Anna aportan otra clave fruto de su investigación. Sucede que la gente creativa ve el mundo, literalmente, de forma diferente. Las personas abiertas a la creatividad tienen experiencias visuales diferentes que las personas normales.

En otro reciente artículo de Emma Seppälä para Quartz, la autora explora algunos factores que nutren la creatividad. Según un estudio de la Universidad de California se encontró que las personas son más creativas después de haber estado soñando despierto o dejando que sus mentes divaguen. El profesor de psicología Jonathan Smallwood encontró que cuando la gente afronta una tarea retadora, obtiene mejores resultados si trabaja primero una tarea fácil para después enfrentarse a la difícil. La idea es equilibrar el pensamiento lineal, que requiere un enfoque intenso, con el pensamiento creativo, que se deriva de la ociosidad. La combinación de los dos modos resulta ser ideal. El gran desafío es que nuestra vida moderna nos impide combinar estos modos de una forma ideal. Emma ofrece algunas técnicas para ser más creativos como buscar entornos extraños, obtener retroalimentación de diferentes fuentes, disponer de tiempo y espacio para poder reflexionar y meditar. En otro artículo de Eliot Gattegno para Techcrunch, el autor exploraba las dificultades que tienen las empresas para sacar la máxima creatividad de sus empleados. Según un estudio de Economic Geography citado por el autor, el factor que más influye en la productividad es el nivel educativo y no la creatividad.  De hecho, los bohemios, que son aquellos considerados creativos pero sin educación universitaria, contribuyen menos que los no creativos con estudios universitarios. El estudio concluye que, en general, es la educación y no la creatividad la que marca la diferencia en el rendimiento económico de las empresas.

Por este motivo, el mensaje del autor es contundente, para la mayoría de puestos de trabajo primero se necesita una persona bien formada y en segundo lugar que sea creativa. Por otra parte, al analizar los trabajos de artistas creativos el autor explica que para este colectivo resulta tan importante el talento como el foco y la constancia o persistencia. Ya sea un músico de jazz, un escritor o un pintor, sus creaciones son fruto de años de experimentación y desarrollo lo que les permite improvisar una pieza artística en el momento. Pues bien, para las empresas el reto está en encontrar el equilibrio en todos estos aspectos. En otro estudio de Journal Accounting Organizations se encontró que cuanto más dependa una empresa de la creatividad de los empleados, más control deberá ejercer la empresa para evitar comportamientos disfuncionales. El motivo es que, en caso contrario, los empleados muy creativos pueden llegar a concentrase tanto en tareas individuales que pueden olvidar las metas del equipo y la empresa. Eliot explica que en los últimos años Google está abandonando la práctica de dejar un 20% del tiempo del empleado para proyectos  personales. A propósitivo, una idea que se suele atribuir a Google pero que realmente la empezó a implementar 3M en los años 50. Por lo tanto, en este punto llegamos a un dilema empresarial, la creatividad sin control puede resultar en que los empleados pierdan las metas de la empresa y la creatividad controlada realmente deja de ser creatividad. Por lo tanto, ¿Qué debe hacer la empresa?

En mi opinión, la respuesta es clara y está relacionada con la ambidestreza organizacional y las preferencias individuales de los empleados. Según he explicado en algunos artículos, el concepto de Ambidestreza de los autores O’Reilly and Tushman propone que las empresas deberían ser ambidiestras trabajando al mismo tiempo el ciclo operacional y el ciclo innovador. El primer ciclo se ocupa de trabajar el negocio actual con procedimientos, procesos, reglas y soluciones ya conocidas. Las personas que trabajan en este ciclo tratan de hacer las cosas mejor, trabajando en los marcos existentes, prefiriendo situaciones bien establecidas y en torno a soluciones ya aceptadas. El segundo ciclo se ocupa de los negocios del futuro. Para ello, las personas que trabajan en este ciclo son capaces de hacer las cosas de manera diferente, desafiando el statu quo, replanteando y ofreciendo nuevas soluciones, estableciendo nuevas políticas y estructuras. Para las empresas invertir para mejorar la ambidestreza organizacional es fundamental ya que potenciarán al mismo tiempo los comportamientos organizacionales controlados necesarios para el día a día y la creatividad necesaria para las innovaciones que nos garantizarán los éxitos futuros. Lo sorprendente es que la mayoría de las empresas tienen muy desequilibrada su ambidestreza organizacional y lo que es más grave, muchos líderes empresariales no son conscientes de que su organización padece este desequilibrio.

04 de Junio de 2017 21:15
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