lunes, 5 de noviembre de 2018

NOVIEMBRE: La tolerancia vista en el caso de Christiania, un barrio independiente en el corazón de Dinamarca


Si nos ponemos a pensar en países que suelen estar en el top 10 de la mayoría de tópicos positivos como son la situación economía, la felicidad y el bienestar de los ciudadanos, el sistema educativo y sanitario, los buenos hábitos de vida saludable, los menores índices de corrupción… siempre nos encontramos con que Dinamarca está entre ellos. País que acabo de visitar por primera vez apenas hace unos días y que constituye el marco donde reflexionaré sobre el tema de este mes: la tolerancia.
Antes, conozcamos un poco del país que en su tiempo tuvo el poder de toda Escandinavia. El Reino de Dinamarca es el país más meridional de los países nórdicos con una superficie de 43.094km2 y una población que no alcanza los 6 millones de habitantes, siendo su capital, Copenhague, la ciudad más poblada. Aunque se piensa que estuvo habitada hace unos 120.000 años, los restos arqueológicos más antiguos que se han encontrado datan del 12.500 a.C. Hasta la llegada del cristianismo, Dinamarca estuvo ocupada por los vikingos (siglos VIII-XI), periodo en el que tuvo un gran poder llegando a conquistar incluso Inglaterra. Durante los siglos siguientes, las relaciones entre los reyes y la Iglesia fueron conflictivas, hasta que en el s.XIV la reina Margarita I contrajo matrimonio con Haakon VI de Noruega en un intento de unir los dos reinos y Suecia. Durante el reinado de la monarca, las actuales Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia, Groenlandia y las Islas Feroes estuvieron unidas en lo que se conocía como la Unión de Kalmar, que estuvo vigente hasta el siglo XVI. A partir de ahí, numerosas derrotas danesas, principalmente durante la época napoleónica, fueron quitando el ostentoso poder territorial de Dinamarca, convirtiéndola en la actualidad en el más pequeño de los países nórdicos.

En este reciente viaje a Dinamarca he visitado algunas poblaciones de la isla de Selandia como son Helsingør, Hillerød y la propia Copenhague. Por todos es sabido que la famosa estatua de la Sirenita de Copenhague es la atracción más famosa y visitada de la ciudad, pero personalmente lo que más me llamó la atención fue la segunda atracción más visitada y quizás menos conocida hasta que investigas un poco más a fondo. Se trata de llamada ciudad libre de Christiania. 


Aquí todavía en la Unión Europea y en Dinamarca,
a punto de cruzar la puerta de acceso a Christiania
Este barrio, en pleno centro de Copenhague, ocupa un antiguo terreno militar de 34 hectáreas. Con total impunidad, pero de manera ordenada, este barrio “independiente” tiene sus propias leyes desde 1971. Actualmente, viven ahí unas 1000 personas que se autogobiernan, se autoabastecen y no pagan impuestos. No se consideran daneses y ni siquiera miembros de la Unión Europea. En Christiania todo lo que comen lo cultivan ellos, tienen su propia cerveza, se generan su propia energía y la venta y consumo de drogas blandas está a la orden del día y a la vista del turista que pasea por sus calles y cuya única norma de acceso es no sacar la cámara de fotos (excepto en los lugares donde se indique lo contrario).


Izquierda arriba: una de las calles de Christiania.
Izquierda abajo: cartel de salida de Christiania, donde indica que vuelves a entrar de nuevo a la Unión Europea
Derecha: una de las fachadas de los barracones de Christiania

Y la pregunta que todos nos hacemos, ¿cómo un país tan ejemplar como Dinamarca consiente tener en pleno corazón de su capital una ciudad sin ley?. Pues gustará más o menos al gobierno danés, pero aquí tenemos un claro ejemplo de la tolerancia, un valor que se define como la consideración o respeto hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras, obviamente siempre que no causen un perjuicio al bienestar personal. En este caso, es evidente que los daneses no deben ver muy perjudicial la existencia de Christiania, si ésta ya va camino de cumplir los 50 años.

La tolerancia es un valor que tanto en el mundo personal como en el ámbito profesional tenemos que trabajar para evitar, primero, malestar interno y personal y para potenciar, después, el buen clima con aquellos que nos rodean y con los que compartimos momentos y proyectos.

Igual con la familia o los vecinos, los compañeros de trabajo no se eligen (a no ser que seas el Director General de la compañía). Simplemente, te ha tocado compartir con ellos tu espacio, tu tiempo y muchas situaciones en las que la unión del grupo/equipo va a ser necesaria y determinante para afrontar problemas y retos. ¿Qué mejor manera que la de hacerlo bajo el paraguas de este gran valor al que se le llama tolerancia?

Sólo trabajando internamente este valor e inculcándolo a quienes nos tienen como referente, conseguiremos una sociedad más íntegra y fácil, un trabajo más colaborativo, coordinado, productivo y con unos proyectos elaborados de la manera más eficiente. En definitiva, un mundo mejor, más colorido, donde todos los colores, formas y estilos puedan tener cabida.
Uno de los pocos espacios donde está permitido sacar la cámara de fotos

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