La Navidad es la época del año en la que más choque de
emociones encontramos. Son momentos de felicidad al reunirnos con nuestros
seres queridos; de tristeza al recordar a quienes se fueron; de solidaridad
ante problemas sociales; de rechazo al vernos comprometidos a compartir mesa
con quienes no nos apetece… son momentos en los que llevamos nuestros
sentimientos al límite.
La sociedad, la publicidad, la televisión nos obligan
a ser felices y a estar alegres en Navidad. Dejando a parte el consumismo al
que no por necesidad, pero sí por tradición nos vemos abocados, nos enfrentamos
anualmente a días muy anhelados para unos y poco esperados para otros. Todo es
respetable; todos debemos tener cabida y decidir si activamos el espíritu
navideño que de niños nos inculcaron o, si por el contrario, preferimos vivir
esta época como si de cualquier otra se tratara.
Lo que sí que debemos intentar hacer todos es
gestionar correctamente nuestras emociones. Para ello es necesario aceptar la
situación en la que nos encontremos intentando sacar el mayor positivismo a la
misma y aprovechando y disfrutando de los pequeños momentos y detalles.
Problemas tenemos todos y al igual que las alegrías, las
tristezas nos van a estar acompañando durante toda nuestra vida. Del mismo modo
a nuestro alrededor vamos a encontrarnos con personas positivas y, por
supuesto, con personas tóxicas. Estaremos con nuevos miembros en la familia y
echaremos de menos a los que ya no están. De cada uno depende relativizar
nuestros problemas, acercarnos más a quienes transmitan optimismo y elegir los
buenos momentos de quienes se fueron como recuerdo presente.
Y sobre todo, intentemos no hacer leña del árbol
caído, fomentemos el respeto y no entremos en discusiones innecesarias que sólo
nos van a llevar a enriquecer y alimentar el espectáculo de quienes nos
observan. Tratemos de empatizar con quienes tenemos a nuestro lado, tratemos de
escucharles, tratemos de apartar nuestros prejuicios...
Tratemos de valorar la parte positiva de compartir con las personas estos días a pesar de que haya de por medio alguna espina.
LA FÁBULA DEL ERIZO
Durante la Edad de Hielo, muchos animales
murieron a causa del frío.
Los erizos dándose cuenta de la
situación, decidieron unirse en grupos. De esa manera se abrigarían y protegerían
entre sí, pero las espinas de cada uno herían a los compañeros más cercanos, los
que justo ofrecían más calor. Por lo tanto decidieron alejarse unos de otros y
empezaron a morir congelados.
Así que tuvieron que hacer una
elección, o aceptaban las espinas de sus compañeros o desaparecían de la
Tierra. Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. De esa forma
aprendieron a convivir con las pequeñas heridas que la relación les ocasionaba, ya que lo más importante era el calor del otro.
Fue así como pudieron sobrevivir.
Moraleja de la historia:
La mejor relación no es aquella
que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a
vivir con los defectos de los demás y admirar sus cualidades.
Os deseo unas Felices Fiestas!!
Te felicito ! Muy bien escrito y me encantó la fábula del erizo......Yo pienso exactamente lo mismo hay que aprender a sobreponerse y convivir con lo malo del otro en la medida que esto sea posible....
ResponderEliminarMuchas gracias Ana por tu comentario. ¡Feliz Navidad!
EliminarLa fábula del erizo, sí, voy a aplicarla a mis compis de trabajo con los que no hay manera de entenderse por choque de carácteres potentes y nerviosos. Gracias, vamos a ver si funciona (en mi caso es que me como el coco analizando cada acción, cada palabra de éstos, y es un sin vivir). Un petó. BON NADAL
ResponderEliminarPues ya sabes Anna, haz como los erizos... intenta aprovechar la parte positiva de tus compis (que la tienen) y trata de que tus espinas y las de ellos rocen lo menos posible. Una abraçada i molt Bon Nadal.
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