martes, 31 de agosto de 2021

Tips para afrontar el temido 'Síndrome Postvacacional'

Nos encontramos de pleno en esos días en los que la gran mayoría volvemos a nuestra rutina laboral y tratamos, como cada año, de hacerlo con la mejor de nuestras caras y con las baterías cargadas al 100%. Paralelamente a esto, comenzamos también a escuchar en los medios y en nuestras propias conversaciones experiencias y opiniones sobre el temido “Síndrome postvacacional”.

Sobre éste lo primero que tenemos que decir es que no es una enfermedad, sino que es un trastorno adaptativo absolutamente normal que no únicamente ocurre tras un periodo vacacional, sino que puede ocurrir también en la reincorporación al mundo laboral después de una baja larga que haya significado un cambio brusco en nuestras rutinas.

Según los expertos, el síndrome postvacacional no debería durar más de una quincena y, si no fuese así, quizás sería conveniente tratarlo con algún profesional, pues probablemente subyacería a este estado anímico algún otro trastorno que estuviera pasando desapercibido.

Pero ¿por qué nos cuesta tanto adaptarnos a la vuelta de las vacaciones? La respuesta la encontramos en nuestra percepción, a menudo inconsciente, de que el hecho de empezar vacaciones representa una opción y decisión propia en la que nosotros mismos somos quienes vamos a decidir qué hacer en cada momento de nuestros días de asueto. A qué hora nos despertaremos, a qué hora iremos a dormir, si nos apetece comer a horas inusuales, alargar la sobremesa, viajar, reunirnos con familiares y amigos, etc. Esa libertad en la decisión, sin que dependamos de un tercero con quien probablemente no haya vínculo familiar ni afectivo, nos hace vulnerables al momento de finalizar nuestras vacaciones, ya que de nuevo comenzarán a existir obligaciones y rutinas normalmente impuestas por ese tercero del que nos habíamos librado temporalmente.

Empezar de nuevo representa renunciar (repito, que es un proceso por lo general inconsciente) a nuestra total libertad para asimilar poco a poco la obligatoriedad de cumplir con horarios, normas, reuniones, distanciamiento de las personas de nuestro círculo más cercano, además de todas esas obligaciones que también forman parte del fin del periodo oficial de vacaciones (colegios, guarderías, tareas del hogar, bancos y trámites varios que durante el verano dejan de ser prioritarios).

Para poder afrontar este trastorno adaptativo sólo nos queda pensar en que va a depender exclusivamente de nosotros mismos el aceptarlo con una mejor o peor actitud. Por lo que si deseamos poder afrontar la vuelta al trabajo de la manera más positiva posible, habrá que seguir una serie de tips que nos van a ayudar a ponernos de nuevo en línea con esas obligaciones, aprovechando además que estamos con recarga de energía.

Algunos de estos consejos son:

  • Planificarse y organizarse. Sería conveniente que unos días previos a la reincorporación al puesto de trabajo comenzásemos a regular nuestros horarios de manera escalonada (horarios de despertarse, irse a dormir, comidas…)
  • Regular también nuestros hábitos alimenticios. Es decir, intentar comer en el horario que habitualmente comeremos durante nuestros descansos de jornada laboral. Intentando además regular el tipo de comida y la cantidad que nos van a permitir tener una mejor digestión, la cual influye directamente en el rendimiento y en los estados físico y emocional.
  • No olvidarnos del ocio. Es importante tener en cuenta que volver al trabajo no significa dejar el ocio sólo para los fines de semana o para las próximas vacaciones. Es necesario seguir buscando momentos para hacer lo que nos gusta y poder compartirlo con quienes deseemos.
  • El deporte sigue siendo necesario. Aunque la “operación bikini” parece que ya ha quedado atrás y no volverá a ser importante hasta la próxima primavera, no caigamos en este error y sigamos dándole al cuerpo caprichos, pero también exijámosle esfuerzos para lograr mantenerlo en forma y activo. El deporte no sólo regula el estado físico, sino también el mental, permitiendo descargar tensiones que nos pueden provocar estrés e irascibilidad que nos hagan tener malas experiencias con los demás y con nosotros mismos.
  • Resolutions are always good. Esperamos siempre a Nochevieja para hacer nuestra lista de propósitos para el nuevo año. Intentemos también hacerla ahora y tratemos de aprovechar el “nuevo curso laboral” para ponernos metas profesionales y personales en el corto y medio plazo que nos sirvan de estímulos motivantes que alcanzar.
  • Planifiquemos desconexiones intermitentes durante los próximos meses. Las vacaciones de 2021 han sido para muchas personas las más esperadas de toda su vida, después de unas vacaciones prácticamente inexistentes o con pocas posibilidades en 2020 debido a la pandemia del coronavirus. Aunque no estamos todavía en la situación que nos gustaría estar, y seguimos teniendo esperanzas para que las del 2022 sean lo más parecidas posible a las de años previos a la pandemia, hemos aprovechado cualquier ápice de libertad que las autoridades y los gobiernos nos han ido ofreciendo tras los fines de toque de queda, apertura de la hostelería, celebración de algunas fiestas… y se nos hace difícil pensar que hay que esperar un año entero para ver si entonces todo volverá a ser normal. Por eso, es importante no centrarse en un año vista y aprovechar cualquier fin de semana, puente o vacaciones de invierno para hacer una escapada y poder oxigenarnos y recargar de nuevo las baterías para continuar con la tirada hasta el próximo verano.

Seguramente existan muchas más acciones que podemos hacer para afrontar esta vuelta con positivismo, pero aquí os dejo algunos de los consejos que a mí me funcionaban antes de la pandemia y que, ahora más que nunca, los pongo en práctica con total convencimiento de que son facilitadores en estos momentos de reincorporación al trabajo.

Feliz vuelta a tod@s!

viernes, 20 de agosto de 2021

¿El líder nace o se hace?

Esta esta es la clásica pregunta que siempre nos hacemos en torno al liderazgo. Hay quienes piensan que es un factor hereditario y que es muy difícil que se pueda desarrollar a lo largo de la vida de la persona. Otros, piensan que el liderazgo va exclusivamente unido al poder y que si te dan poder te conviertes automáticamente en un líder. Pero lo que está claro es que estos casos son minoritarios y hoy en día costaría mucho defender una idea de liderazgo hereditario o la tesis de que cualquier jefe es un líder, porque sobradamente sabemos que no es así.

Cuando pensamos en los líderes de la historia se nos vienen fácilmente a la mente sus nombres, porque son sinónimos de grandes personalidades: Alejandro Magno, Gandhi, Einstein, Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta, Mandela…, figuras que han ejercido una influencia notoria en el tránsito de las sociedades más clásicas hasta la sociedad tal y como hoy la conocemos.

Aunque hay otros personajes como Hitler que pueden representar un tipo de liderazgo, no les he puesto en la lista anterior porque su liderazgo se trata más bien de manipulación. Y, sin entrar a discutir de si sería considerada una forma de liderazgo o no, cabe afirmar que no es el que nos interesa cuando tratamos de responder a la pregunta con la que encabezamos este post. Nos preguntamos más bien por un liderazgo que ejerza una dependencia positiva en las masas, en los seguidores, y cuya influencia consiga emerger valores positivos que ayuden a la sociedad a avanzar.

Hasta aquí podemos afirmar que el líder no nace, sino que se hace, y esto hace que el liderazgo sea accesible a muchas personas y no reservado únicamente a una minoría o a una élite concreta. El liderazgo, igualmente, no sólo va relacionado con la política o con lo público, sino que también aparece en otros contextos como son la familia, la escuela y la universidad o la empresa, pudiendo tratarse por lo tanto de un liderazgo situacional, es decir, un liderazgo que la persona ejerce únicamente en un contexto concreto de su vida.

Algunos líderes ni siquiera son conscientes de que lo son, porque el liderazgo les emerge de una forma muy natural según las responsabilidades que asumen y la influencia que hacen sobre los demás, basada en la ejemplaridad de su conducta y en su capacidad de arrastre para conseguir determinados objetivos.

Tanto estos líderes, que sin saberlo lo son, como aquellos que de una manera consciente quieren llegar a serlo, van a verse beneficiados y reforzados por cualquier proceso formativo que esté encaminado a adquirir habilidades de liderazgo, siempre y cuando estos procesos se basen en la motivación como pilar base, pues en ella se halla la razón principal por la cual la persona va a estar impulsada a actuar, dando servicio, ayuda y ejemplo a los demás. No obviemos, sin embargo, que no por hacer un curso ni diez de liderazgo vamos a poder ser líderes, pues para ello también son necesarios ciertos requisitos que vienen “de fábrica” en la persona aspirante como son ciertas capacidades intelectuales, emocionales, de comunicación y de empatía.


En resumen, desde este enfoque y respondiendo a la gran pregunta, el liderazgo se debe definir como una habilidad, es decir, una técnica aprendida o adquirida al alcance de la gran mayoría de la población. Como se suele decir, una habilidad que está latente a la espera de ser desarrollada.