martes, 30 de marzo de 2021

Cuando la felicidad está en ti y no eres capaz de verla

Recién estrenada la primavera quisiera dedicar este artículo a una de las emociones que más solemos relacionar con esta estación del año: la felicidad.

En realidad, la felicidad no es una emoción en sí, sino un estado compuesto por varias emociones, pero desatinadamente tendemos a hacer un efecto halo y generalizamos toda una secuencia de emociones, primando aquella o aquellas más positivas, razón por la cual solemos decir que una persona es o está feliz. Pero realmente una persona feliz también tiene emociones no tan positivas a lo largo del día y, aunque puedan ser efímeras, pueden llegar a invadirle puntualmente de tristeza, por ejemplo, al escuchar una noticia en televisión, de miedo, al no recibir respuesta a una llamada telefónica que realiza a su hijo, de rabia, al darse cuenta que se ha olvidado de felicitar por el cumpleaños a un amigo, etc… Las emociones, desde la más positiva hasta la más negativa, siguen existiendo prácticamente a diario en nuestro interior por muy predominante que pueda ser sólo una de ellas.

Lo mismo que ocurre con la salud, con la satisfacción y con el bienestar, la felicidad debería ser el estado natural del ser humano, porque lo antinatural realmente es la enfermedad, la insatisfacción, el malestar, la tristeza y el sufrimiento. Por ello, creo que es justo partir de la base de que todo el mundo es feliz y de que es la percepción que cada uno hace de esa felicidad la que realmente determina su estado emocional. Estas percepciones, muy diferentes entre personas, son las que a veces nos juegan malas pasadas, porque tendemos a darle mucha más importancia a todo lo negativo y acabamos eclipsando esa felicidad de la que podríamos estar gozando de manera más natural, sin perseguir constantemente la perfección.

Aunque debo reconocer que esto no es fácil y requiere de trabajo consciente, soy de los que opinan que siempre podemos ver el vaso medio lleno. El hecho de decidir si el vaso está medio lleno o está medio vacío es una opción, una decisión, y no una simple realidad.

Erróneamente, solemos creer que seremos felices cuando las cosas nos vayan bien, pero tampoco sabemos cuándo eso va a ser así y ni siquiera somos capaces de poner una fecha y una hora a la que las cosas nos vayan a ir bien. Y, aunque fuéramos capaces de ello, seríamos incapaces de saber si entre el momento actual y esa hora y esa fecha en la que nos hemos marcado, pudiera haber algún imprevisto que nos estropeara cualquier plan. Por eso es importante aprovechar cada momento presente y pensar que, si ahora estoy feliz, es el instante de disfrutarlo. Nuestro sistema de creencias tiene una gran errata que es la de pensar que la felicidad depende de circunstancias y de factores externos, los cuales ya por definición son difíciles o casi imposibles de poder predecir y controlar. En cambio, los factores internos, los que dependen solamente de nosotros, sí podemos moldearlos y acercarlos más a nuestros intereses. De ahí, vuelvo a lo que me estaba refiriendo más arriba, que pensamos que la felicidad llegará cuando las cosas empiecen a ir bien, pero en realidad deberíamos vivir en el pensamiento de que las cosas van a ir bien cuando aprendamos a ser felices por nosotros mismos y, para ello, es necesario un alto nivel de autoconocimiento y de desarrollo personal.

Para hacerlo un poco más gráfico, vamos a pensar que tenemos dos escenarios: un escenario de humo, de preocupación constante, en el que nos estamos preocupando constantemente de todo aquello que no depende directamente de nosotros, es decir, de factores externos; y un escenario de cemento, firme y estable, donde podemos pisar fuerte sin miedo, es decir, donde podremos decidir sobre todo aquello que tenemos a nuestro alcance, por ejemplo, cómo nos vemos a nosotros mismos, qué es lo que nos gusta, qué prioridad le damos a las cosas… Y es justamente en este escenario en el que nos tenemos que mover, porque este escenario es un escenario donde podremos hacer un uso de nuestra mente voluntario y consciente, que nos va a permitir gestionar nuestras propias emociones sin depender de lo que los otros o las circunstancias decidan.

Como decía Mahatma Gandhi, “Cuida tus pensamientos, porque se volverán palabras. Cuida tus palabras, porque se transformarán en acciones. Cuida tus acciones, porque se convertirán en hábitos. Cuida tus hábitos, porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter, porque determinará tu destino y tu destino será tu vida”, es decir, cuidemos nuestros pensamientos, porque en función de cómo los cuidemos vamos a vivir de una manera o vamos a vivir de otra. En definitiva, si de verdad queremos cambiar el mundo para que parezca y sea más feliz, empecemos por nosotros mismos.

jueves, 18 de marzo de 2021

"Metodología Agile" en tiempos en los que la inmediatez está a la orden del día

En el mundo de los Recursos Humanos, el siglo XXI comenzó con una nueva metodología de trabajo que cada vez más se va haciendo hueco en las empresas. Esta metodología a la que se le conoce como “Agile”, rompe con las reglas más tradicionales de trabajo y tiene en cuenta las interacciones entre las personas más que las herramientas y los procesos, que hasta entonces habían adquirido la principal relevancia en el mundo empresarial.

La metodología Agile es una forma de trabajo en la que se le da principal importancia a las personas, apostando por su implicación en los proyectos que lideran. En un principio, Agile estaba pensado más para proyectos que requerían de una ejecución rápida, pero hoy en día las empresas ya la están utilizando en la mayoría de sus proyectos e incluso ya forma parte de su cultura empresarial. Esto se debe principalmente a que una de las premisas más destacables de Agile es la de poder desmembrar cualquier proyecto en mini-proyectos que pueden ser ejecutados con mayor rapidez.

La principal ventaja de esta metodología es que permite a las personas que forman parte de un proyecto centrarse en una tarea concreta y, de esta manera, se pierde esa dispersión que existe ante proyectos en los que todos participan de todo y en los que es muy difícil encontrar la perfección. Cuando todos los miembros de un mismo proyecto trabajan sobre todos los procesos del mismo, nos encontramos con que la implicación de las personas está a distintos niveles, con personas que “viven muy bien” y personas que se acaban quemando por la cantidad de responsabilidad que les toca asumir; nos encontramos también con duplicidad en las tareas y, por supuesto, con una ralentización en el tiempo de entrega. Para ello es necesario utilizar una metodología como Agile, que va a dar prioridad a las personas vinculadas a una función concreta y va a permitir resultados a corto plazo.

Por todos es sabido que el mercado laboral está en constante cambio y crecimiento, un cambio muy acelerado y ahora, además, tambaleado por una pandemia que nos acompaña desde hace ya un año. Esto obliga a veces a dejar de pensar tanto en el largo plazo, por lo incierto que se demuestra puede llegar a ser, y pensar más en el corto y medio. Pensar en el presente y tener en cuenta los recursos reales de los que disponemos hoy, entendiendo “recursos” como herramientas, maquinaria, demanda de nuestros clientes, instalaciones y, por supuesto, el personal, a quien vamos a poder dar más protagonismo. Se hace muy difícil saber cuál va a ser nuestro talento en el largo plazo, en cambio conocemos el talento que tenemos ahora en nuestra plantilla y, gracias a ello, se nos va a hacer más fácil a la vez que realista pensar en proyectos cortoplacistas.

Lo fundamental es centrarnos en las personas para que se sientan cómodas en su puesto de trabajo, cómodas en las funciones que desempeñan, y seguras de que pueden y lo están haciendo bien, ya que la empresa les va a otorgar confianza, responsabilidad, seguimiento, formación y supervisión si se hace necesario. Todo aquello que necesiten para que el trabajo salga de una manera satisfactoria. Mejorando la comodidad de nuestros empleados seremos capaces de mejorar nuestra productividad y a la vez nuestra reputación, nuestra marca empresarial.

Los empleados ya están cansados de que las empresas les den proyectos y promesas a largo plazo, ¡ya no cuela! Ellos quieren resultados inmediatos, quieren liderar proyectos, libertad para poder desempeñar y participar directamente en aquello que les gusta... Aprovechemos esa ambición y esas ansias de inmediatez que nos piden para, como empresa, conseguir resultados también inmediatos. Si no somos capaces de cumplir estos deseos de los empleados acabarán marchándose y tendremos que dedicar tiempo en buscar a otros empleados que nos aseguren la continuidad de nuestros proyectos, con todo lo que ello conlleva a nivel de coste, tiempo en la selección y en la adaptación a sus puestos una vez incorporados.

Nos encontramos en tiempos en los que se pide también flexibilidad y calidad de vida, incluso por encima del salario. Fomentando esta flexibilidad entre los empleados, entendida no sólo como tiempo libre, sino también como opciones de movilidad interdepartamental, vamos a crear sinergias entre personas de diferentes áreas que pueden colaborar en un mismo proyecto. Esto, además, va a ayudar a que los empleados puedan conocerse más allá de sus áreas cerradas de trabajo, va a mejorar el clima laboral, va a ayudarnos a conocer mucho mejor el talento del que disponemos de cara a delegarles nuevos proyectos y nuevas funciones y, por supuesto, va a influir muy positivamente en la comunicación interna y constante, creando lazos de cercanía y confianza.

En definitiva, Agile es una nueva forma de trabajar en la que un proyecto se divide en pequeños trozos que tienen que entregarse en un periodo corto de tiempo a partir de una forma de trabajo que apuesta por la flexibilidad en los procesos y por la especialización en tareas. Con todas las piezas que estemos obteniendo en esas entregas más inmediatas, ya sólo nos quedará crear el puzzle que formará el proyecto en sí por el que estemos enfocados.

A la hora de aplicar Agile desde recursos humanos debemos tener en cuenta que, como cualquier nueva metodología o cualquier nuevo proceso que se quiera implementar en la empresa, debe ser entendido para poder ser aceptado por todas las partes y por ello la comunicación es muy importante, ya que va a permitir generar confianza en nuestros equipos.

Cada vez más tenemos que ser conscientes que la mentalidad ha cambiado y seguirá haciéndolo. Ahora es preferencia por parte de las empresas la de tener un equipo que trabaje con eficiencia antes que un equipo que trabaje muchas horas; tener un equipo que se focalice en lo que hay que hacer y aporte valor más que un equipo que tenga que hacer muchas tareas sin dotes de calidad; contar con un equipo 100% motivado que con un equipo 100% conectado o sentado “calentando una silla”; tener un equipo que trabaje sobre lo importante antes que sobre lo urgente; un equipo motivado y que desprenda emociones positivas antes que un equipo que manche la marca empresarial interna y externamente.

lunes, 8 de marzo de 2021

Autoliderazgo en tiempos de coronacrisis

Últimamente, hemos estado hablando en este blog del liderazgo. Hoy, concretamente, llevo este concepto al terreno individual y, por ello, quiero reflexionar sobre el autoliderazgo en estos momentos de crisis sanitaria, económica y, por supuesto, existencial.

Podemos bajar la cabeza y volvernos negativos ante la situación actual, pero también podemos interpretar esta pandemia como una gran oportunidad de aprendizaje y de crecimiento. Se trata de una situación global en la que hemos sido todos sacudidos y sacados de nuestra zona de confort sin que nadie nos haya consultado si era o no nuestro deseo, por lo que visto el plan, qué mejor que sacarle partido a esta situación sobrevenida e impuesta.

Toda nuestra vida es una experiencia constante de cambios y nos movemos de forma dinámica entre el confort, el miedo a salir de él, el aprendizaje una vez hemos salido y el crecimiento conseguido con ese aprendizaje ya consolidado a lo largo del tiempo. En definitiva, un camino de emociones que nos hacen ser mejores profesionales y mejores personas siempre y cuando seamos capaces aprovechar estos cambios y los vivamos como oportunidades.

Algunos cambios son provocados por factores propios de la persona o endógenos; otros, en cambio, por factores exógenos o propios del entorno. En este caso, la Covid es un factor exógeno, extraordinario y sin precedentes en la era moderna, que ha conseguido desequilibrar a todo un planeta y, sin aviso y “sin pedir permiso”, ha entrado de golpe en nuestras vidas. Hace un año estábamos habituados a lo conocido, a lo rutinario propio de nuestra zona de confort, donde la toma de decisiones para salir de ella la podíamos hacer de una forma pausada, meditada y confortable. Con la llegada de la pandemia, los estados de alarma, los confinamientos y las restricciones, los cambios fueron impuestos, sin apenas poderlos digerir, y pasamos de una zona de confort a una zona de miedo, para pasar después a una zona de aprendizaje, en la que nos encontramos ahora, y en la que debemos ser capaces de aprovechar todas las lecciones que se nos brinden para que ese aprendizaje nos sirva como crecimiento: personal, profesional, social, científico, tecnológico…

Pero para saber aprovechar este aprendizaje se requiere autoliderazgo, gracias al cual vamos a poder reconocer y aceptar que hay una nueva realidad de la que van a sobrevivir (entendiendo este “sobrevivir” como salir ganando) quienes sean capaces de adaptarse y reinventarse con agilidad, perseverancia y resiliencia. Este autoliderazgo implica aceptar también que somos vulnerables y frágiles, sobre todo con factores exógenos, que por muy minúsculos e imperceptibles que sean a simple vista, pueden trastocar nuestros planes y obligarnos a escoger entre desistir, conformarnos o luchar.

El autoliderazgo, aunque debe nacer desde la propia persona, no tiene por qué ser estrictamente individual y solitario, ya que probablemente a nuestro alrededor tengamos colegas, amigos, familiares e incluso desconocidos que también estén en un momento de gestión del autoliderazgo. Por lo tanto, podríamos apoyarnos y crear redes entre nosotros para conseguir que esa necesaria reinvención sea más enriquecida y firme. Para conseguir autoliderarse hay que ser reflexivos y realistas y llegar a hacernos muchas preguntas, algunas de las cuales a veces nos será difícil contestar, pero que gracias a otras personas y al compartir esas emociones con ellos, vamos a saber darles probablemente una respuesta, por ello, cobra importancia esta experiencia de autoliderazgo compartido.

Deberíamos preguntarnos acerca del entorno, de qué nos gusta y qué no de esta nueva realidad. ¿Hay algo que podamos hacer para contribuir de forma positiva a nuestro aprendizaje y crecimiento? ¿Qué podemos hacer para valorar los pequeños detalles de este presente que estamos viviendo? También tenemos que reflexionar sobre nosotros, sobre cuáles son nuestras fortalezas y nuestras debilidades que probablemente habremos descubierto con esta situación. ¿Cómo podemos ofrecer nuestras fortalezas a otros y cómo podemos ayudarnos de otros en nuestras debilidades? ¿Qué energía tenemos y cómo podemos hacer para que esa energía se mantenga o mejore? ¿Qué es lo peor que podría pasarnos y cómo podemos prepararnos para ello? Y, finalmente, tenemos que reflexionar también sobre las demás personas, siendo empáticos y utilizando habilidades de la inteligencia emocional. ¿Cómo queremos que los demás nos vean? ¿Cómo queremos que los demás nos recuerden? ¿Cómo podemos mejorar nuestra actitud hacia otros?

Creo que son momentos de aprendizaje para llegar a culminar esa fase de crecimiento. El miedo debería haberse convertido ya en respeto hacia un virus que todavía no lo tenemos controlado, pero que se ha comprobado que es capaz de llegar a paralizarnos. El miedo se tiene que saber gestionar y debemos aprovechar esta situación para salir más reforzados, para seguir creciendo y para estar más fuertes en futuras controversias que nos pueda deparar la vida. Como decía Víctor Frankl “Cuando la situación es buena disfrútala. Cuando la situación es mala, transfórmala. Cuando la situación no puede ser transformada, entonces transfórmate tú”. Como podemos ver, es una cuestión de decisión, es una cuestión de actitud, es una cuestión que debe nacer desde nuestro interior, es una cuestión que requiere de autoliderazgo.