Recién estrenada la primavera quisiera dedicar
este artículo a una de las emociones que más solemos relacionar con esta
estación del año: la felicidad.
En realidad, la felicidad no es una
emoción en sí, sino un estado compuesto por varias emociones, pero desatinadamente
tendemos a hacer un efecto halo y generalizamos toda una secuencia de emociones,
primando aquella o aquellas más positivas, razón por la cual solemos decir que una
persona es o está feliz. Pero realmente una persona feliz también tiene
emociones no tan positivas a lo largo del día y, aunque puedan ser efímeras, pueden
llegar a invadirle puntualmente de tristeza, por ejemplo, al
escuchar una noticia en televisión, de miedo, al no recibir respuesta a una
llamada telefónica que realiza a su hijo, de rabia, al darse cuenta que se ha
olvidado de felicitar por el cumpleaños a un amigo, etc… Las emociones, desde
la más positiva hasta la más negativa, siguen existiendo prácticamente a diario
en nuestro interior por muy predominante que pueda ser sólo una de ellas.
Lo mismo que ocurre con la salud, con la
satisfacción y con el bienestar, la felicidad debería ser el estado natural del
ser humano, porque lo antinatural realmente es la enfermedad, la insatisfacción,
el malestar, la tristeza y el sufrimiento. Por ello, creo que es justo partir
de la base de que todo el mundo es feliz y de que es la percepción que cada uno
hace de esa felicidad la que realmente determina su estado emocional. Estas
percepciones, muy diferentes entre personas, son las que a veces nos juegan
malas pasadas, porque tendemos a darle mucha más importancia a todo lo negativo
y acabamos eclipsando esa felicidad de la que podríamos estar gozando de manera
más natural, sin perseguir constantemente la perfección.
Aunque debo reconocer que esto no es
fácil y requiere de trabajo consciente, soy de los que opinan que siempre
podemos ver el vaso medio lleno. El hecho de decidir si el vaso está medio
lleno o está medio vacío es una opción, una decisión, y no una simple realidad.
Erróneamente, solemos creer que seremos
felices cuando las cosas nos vayan bien, pero tampoco sabemos cuándo eso va a ser así y ni siquiera somos capaces de poner una fecha y una hora a la que las
cosas nos vayan a ir bien. Y, aunque fuéramos capaces de ello, seríamos
incapaces de saber si entre el momento actual y esa hora y esa fecha en la que
nos hemos marcado, pudiera haber algún
imprevisto que nos estropeara cualquier plan. Por eso es importante aprovechar
cada momento presente y pensar que, si ahora estoy feliz, es el instante de disfrutarlo.
Nuestro sistema de creencias tiene una gran errata que es la de pensar que la
felicidad depende de circunstancias y de factores externos, los cuales ya por
definición son difíciles o casi imposibles de poder predecir y controlar. En
cambio, los factores internos, los que dependen solamente de nosotros, sí
podemos moldearlos y acercarlos más a nuestros intereses. De ahí, vuelvo a lo que me
estaba refiriendo más arriba, que pensamos que la felicidad llegará cuando las
cosas empiecen a ir bien, pero en realidad deberíamos vivir en el pensamiento
de que las cosas van a ir bien cuando aprendamos a ser felices por nosotros
mismos y, para ello, es necesario un alto nivel de autoconocimiento y de desarrollo
personal.
Para hacerlo un poco más gráfico, vamos
a pensar que tenemos dos escenarios: un escenario de humo, de preocupación
constante, en el que nos estamos preocupando constantemente de todo aquello que
no depende directamente de nosotros, es decir, de factores externos; y un
escenario de cemento, firme y estable, donde podemos pisar fuerte sin miedo, es
decir, donde podremos decidir sobre todo aquello que tenemos a nuestro alcance,
por ejemplo, cómo nos vemos a nosotros mismos, qué es lo que nos gusta, qué
prioridad le damos a las cosas… Y es justamente en este escenario en el que nos
tenemos que mover, porque este escenario es un escenario donde podremos hacer
un uso de nuestra mente voluntario y consciente, que nos va a permitir
gestionar nuestras propias emociones sin depender de lo que los otros o las
circunstancias decidan.
Como decía Mahatma Gandhi, “Cuida tus
pensamientos, porque se volverán palabras. Cuida tus palabras, porque se
transformarán en acciones. Cuida tus acciones, porque se convertirán en hábitos.
Cuida tus hábitos, porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter, porque
determinará tu destino y tu destino será tu vida”, es decir, cuidemos nuestros
pensamientos, porque en función de cómo los cuidemos vamos a vivir de una
manera o vamos a vivir de otra. En definitiva, si de verdad queremos cambiar el
mundo para que parezca y sea más feliz, empecemos por nosotros mismos.
Me encantó tu post, Álex: la felicidad está muy mitificada y es necesario crearla y no esperar que aparezca: "las cosas van a ir bien cuando aprendamos a ser felices por nosotros mismos".
ResponderEliminarGracias!
Albert
Así es Albert, la felicidad es una opción. Creo que es la afirmación más acertada. Mil gracias por tu comentario. Un saludo!!
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