martes, 13 de abril de 2021

Estamos rodeados de personas que están bajo el "Efecto Dunning-Kruger"

Si de algo estamos siendo testigos en estos últimos meses, principalmente en numerosos espacios de televisión, es que la gente opina de todo sin tener ni idea. Todo el mundo se cree experto en temas de vacunación, de protección ante la Covid y, en general, en temas de pandemia. Y cuando digo todo el mundo, no me refiero exclusivamente a la gente del pueblo, sino que me refiero sobre todo a los políticos, a los periodistas y a todos esos presentadores y presentadoras de televisión y de realities que nunca estudiaron medicina (muchos de ellos ni siquiera estudiaron una carrera universitaria) y, sin embargo, creen saber más que los virólogos, los médicos y los especialistas en pandemias.

Esto tiene un nombre: el Efecto Dunning-Kruger, que básicamente se resume en que cuanto menos sabemos, más creemos saber.

Se trata de un sesgo cognitivo, psicológicamente hablando, que se basa en sobreestimar las habilidades, las capacidades y el conocimiento que se tiene sobre un tema. No sólo las personas que lo padecen se limitan a dar una opinión, que sería totalmente lícito y respetable, sino que tratan de imponer sus ideas como si fueran verdades absolutas. Y es ahí donde radica el problema.

¿Pero por qué Efecto Dunning-Kruger? Os lo cuento. En 1990 se hizo famosa una historia que acontece en Pittsburgh en el estado de Pennsylvania (Estados Unidos), en la que un hombre de 44 años atraca dos bancos a plena luz del día, sin cubrirse la cara, y obviamente es identificado y detenido. En su declaración, explica que se había aplicado zumo de limón en la cara porque era una sugerencia que le habían hecho un par de amigos para volverse invisible ante las grabaciones. La historia llega a oídos de un profesor de psicología, el doctor David Dunning, que junto a su colega Kruger deciden realizar un estudio sobre el caso, en el que determinan que a mayor competencia, más infravaloramos las propias competencias y conocimientos, es decir, cuanto más expertos somos en algo menos importancia y valor le damos a nuestro conocimiento. Por el contrario, las personas incompetentes, son más incapaces de detectar y de reconocer su incompetencia y no suelen reconocer tampoco la competencia de los demás.

La ignorancia y, principalmente, el ser inconsciente de ella es la peor combinación que puede tener una persona, pues va a intentar imponer su verdad y quitar la razón a quienes realmente son competentes en la materia. Son personas inconscientemente incompetentes, que no van a salir de las telarañas del efecto Dunning-Kruger hasta que sean conscientes de su incompetencia. Añadir consciencia a la incompetencia es el principio para poder avanzar hacia el aprendizaje sobre una materia de la que no se tiene ni la menor idea para, poco a poco, conseguir competencia en ella. Tomar consciencia de la incompetencia propia nos permite ser más autocríticos, aceptar nuestras lagunas y respetar la opinión de los demás sin tratar de descalificarles y restarles credibilidad.

Mientras todos estos políticos, periodistas y tertulianos no entren en la consciencia, seguiremos siendo espectadores del ridículo circo de opinión que trata de liarnos y generarnos incertidumbre constante sobre un delicado tema como es una pandemia que ya se ha llevado a casi 3 millones de personas en todo el mundo.

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