En
artículos anteriores ya he aludido a la capacidad de autoformación que
prácticamente todos tenemos a nuestro alcance gracias a la revolución y evolución de las TIC. Hoy en día podemos encontrar prácticamente cualquier
información a través de la red. Si me ha llegado un producto nuevo que tengo
que vender, pero del que la empresa no me ha dado la formación pertinente; si
necesito nociones básicas de un idioma para comunicarme con mis clientes; si
requiero de conocimientos ofimáticos para realizar informes que me solicita mi
responsable; sea cual sea mi necesidad es muy probable que a través de Internet
pueda encontrar la información o el curso más adecuado para satisfacer mi gap
formativo.
Esta
facilidad de acceso que todos los empleados tenemos ahora debe ser complementaria
a la formación tradicional que las empresas han impartido tiempo atrás. Los
directivos no pueden caer en el error de pensar que la capacidad de autoformación
por parte de sus empleados puede llegar a suplir la formación que la
organización tiene capacidad, y en ocasiones hasta obligación, de impartir a su
personal.
La
empresa no puede vivir en aquel pensamiento antiguo en el cual la (in)formación debe
quedar en los altos estandartes de la escala jerárquica. Aquello de “quien
tiene la información tiene el poder” ya no es tan cierto en un mundo como el
actual, porque prácticamente cualquier persona puede tener acceso a ella. Lo
verdaderamente importante es saber utilizar esta información, y para saber
utilizarla se debe tener las habilidades necesarias que no te las da el poder
que te otorga el cargo que ocupes, sino la formación que hayas recibido a tal
efecto.
Es
necesario que la empresa entendida como un todo reúna la suma de cada uno de
sus empleados, quienes deben ser los más talentosos que existan en la población
activa de su sector. Para ello se debe apostar por la inversión en dicho
talento; se debe invertir en una formación útil y necesaria que haga además de
los nuestros los más competitivos y que les haga sentirse valorados por la
empresa al ver que ésta apuesta por ellos y vela por la mejora de su potencial.
La
formación no debería llevarse a cabo como respuesta a la queja de un cliente, a
unos malos resultados globales o a la detección de un mal clima laboral, por
ejemplo. La formación debe actuar proactivamente, adelantándose y previniendo
los posibles problemas que pudieran afectarnos en un futuro como empresa.
Porque mediante la formación se aprenden nuevos contenidos, se corrigen malos
hábitos, se previenen accidentes, aumenta la competitividad… ¿necesitamos más
argumentos para afirmar que la formación es una necesidad y no una opción?
“Sólo
hay algo más caro que formar a las personas y que se marchen;
no formarles y que se queden”
no formarles y que se queden”
La capacitacion y formacion a los empleados es vital para que los mismos se encuentren con mas confianza en la realizacion de sus tareas. Hoy es posible contratar Aulas formación para alquilar completas con todo lo necesario para brindar todo tipo de capacitaciones empresariales
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