La
flexibilidad de pensamiento, entendida como la capacidad de pensar que ante una
situación hay diferentes formas de ver las cosas y de darles respuesta, es
clave en el mundo en el que vivimos; un mundo en el que todo está
hiperrelacionado y conectado.
Un
pensamiento de múltiples opciones, que huya de la rigidez, va a hacernos
mejores en nuestro día a día como empleados, como líderes, como jefes y, por
supuesto, como personas. Debemos ser capaces de abandonar pensamientos y
expresiones del “blanco o negro”, del “bueno o malo”, del “todo o nada”, del “a
mi manera o ya sabes lo que hay”, del “tú no sabes y yo sí”… para trabajar en
un matiz de grises y de punto intermedios, una filosofía de pensamiento y de
trabajo más adecuada a los tiempos que corren.
Los
extremos nunca fueron buenos, aunque en épocas pasadas se admitían y formaban
parte del quehacer diario de cualquier empresa, en la que los jefes utilizaban
el poder y mando y hacían que los empleados realizaran lo que ellos les
ordenaban. El cambio generacional, la globalización, el mirar y copiar lo que otros
hacen y les funciona,… nos ha permitido ir abandonando poco a poco esos modelos
rígidos y buscar cada vez más una mayor cercanía entre rendimiento y satisfacción en
el puesto de trabajo.
Hoy sabemos que si no estamos satisfechos con lo que hacemos, no rendimos como deberíamos, pero también sabemos que el mundo laboral no se acaba en las cuatro paredes de nuestra empresa, sino que podremos encontrar la satisfacción deseada en cualquier otro lugar, mejorando de esta manera nuestro rendimiento, nuestro reconocimiento y, a la vez, nuestra autorrealización (según Maslow, es el logro máximo de la satisfacción humana, el desarrollo del potencial humano, la aceptación de sí mismo, en definitiva, la felicidad).
Lo evidente, que antes costaba de apreciar, es que la satisfacción está vinculada directamente a la motivación y al desempeño de la tarea. No podemos esperar buenos rendimientos si la manera de dirigir a nuestros equipos falla, del mismo modo que no podremos esperar satisfacción laboral si la manera de responder a mi tarea no cumple un mínimo de las expectativas del empresario. Es una relación bidireccional en cuya base se encuentra el modelo win-win. Por todo esto, es importante no tener pensamientos rígidos, saber empatizar con las personas que nos rodean, entender el porqué pueden estar actuando de cierto modo o haber cambiado la actitud y, una vez hecho este ejercicio de flexibilidad cognitiva, tomar las actuaciones que se consideren más acertadas para mejorar la situación que se esté dando.
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