Estamos en MARZO, mes de la Cúrcuma y las personas "Problem solving" en este Blog.
Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
Los que mejor se adaptan y más aprenden son los que viven en entornos sociales complejos.
Los chimpancés deben imitar a otros individuo de su especie para aprender algunos comportamientos (aprender / Getty Images/iStockphoto) |
“Sin la civilización, el ser humano sería uno de los animales más
débiles y menos inteligentes: esta verdad a menudo ha sido enunciada, pero aún
no se ha comprobado rigurosamente”. Lo escribía en sus diarios Jean Itard,
pedagogo francés, que en el año 1800 emprendió el intento de rehabilitación de
Víctor, el célebre niño salvaje de Aveyron, un joven de doce años encontrado en
los bosques de Francia, donde había crecido hasta entonces al ‘estado natural’.
El hecho de que sea la sociedad, entendida como convivencia e
intercambio de información entre semejantes, la que favorezca los mecanismos
del aprendizaje ha sido objeto de varios estudios y debates, hasta cuando el
objeto son los animales. Un reciente estudio de
la Universidad de Hamburgo ha examinado las habilidades de resolución de problemas de los
animales, en relación con la complejidad de la estructura social de
su especie.
Vivir en sociedad ayuda el aprendizaje
Las pruebas llevadas a cabo con cuatro especies de loros con diferentes sistemas
sociales encontraron que los animales pertenecientes a grupos más complejos
manifestaban una mejor capacidad de problem solving y
de adaptación a nuevas situaciones.
“Una
sociedad compleja requiere una mayor participación de los individuos y un
reparto de tareas. Ello implica una mayor motivación y, por tanto, un mayor
esfuerzo en las capacidades de respuesta y cooperación. De ahí, un mayor
desarrollo de las habilidades cognitivas”, argumenta el profesor Miguel Ibáñez
Talegón, profesor de Etología y Bienestar Animal en la Complutense de Madrid.
El aprendizaje compartido
Una de las teorías más fascinantes, aunque muy criticada, sobre el
aprendizaje social es la llevada a cabo por el biólogo ‘hereje’ Rupert
Sheldrake, que ha trabajado con los campos mórficos y lo que él denominó
‘séptimo sentido’, para demostrar que lo aprendido por individuos
pertenecientes a la misma especie es emitido al exterior y compartido entre
todos, aunque se encuentren en continentes distintos.
Esto
explicaría la propagación de un nuevo conocimiento aprendido por un individuo y
que luego haya sido transmitido rápidamente a toda una especie, a falta, sin
embargo, de capacidad de lenguaje y pensamiento abstracto. “Es cierto que
-relata el profesor Ibáñez- a veces te sorprende como los animales sepan
reaccionar al primer intento de forma eficaz a estímulos con los que no habían
tenido contacto anteriormente”.
Lo que somos y lo que aprendemos a ser
Sea como sea, los procesos de aprendizaje en el mundo animal
siempre han representado un reto para los etólogos de todo el planeta. En
general, se acepta universalmente la distinción entre conductas innatas y
aprendidas. Hay acciones que un animal ya sabe cumplir de forma autónoma y
otras que, en cambio, debe aprender, imitando a sus semejantes.
El chimpancé recién nacido es capaz de mamar la leche de la madre,
mientras que para aprender cómo extraer
termitas del tronco de un árbol, debe imitar a otro individuo de su especie.
La primera acción es un comportamiento innato, porque nació con el animal,
heredado de los padres e ‘inscrito’ en sus cromosomas.
La segunda acción, sin
embargo, es un comportamiento aprendido. En general, cuanto más alto se sube en
la escalera evolutiva, más son los comportamientos aprendidos a expensas de los
dictados por el instinto.
Los
módulos de comportamiento aprendidos, a diferencia de los instintivos, no
aparecen en el animal que no haya experimentado determinadas experiencias, ya
que derivan de las interacciones con el ambiente.
“Los animales aprenden emitiendo una respuesta a los estímulos que existen en el medio donde viven y observando las consecuencias. Es decir, se trata de un proceso adaptativo que requiere habilidades mentales e implica un alto riesgo. En todo ello interviene la motivación, la cual permite hacer el gran esfuerzo que requiere este proceso”, explica Ibáñez.
“Los animales aprenden emitiendo una respuesta a los estímulos que existen en el medio donde viven y observando las consecuencias. Es decir, se trata de un proceso adaptativo que requiere habilidades mentales e implica un alto riesgo. En todo ello interviene la motivación, la cual permite hacer el gran esfuerzo que requiere este proceso”, explica Ibáñez.
Varias maneras de aprender
Las
formas con las que los animales pueden aprender son varias: por habituación,
por asociación de estímulos, por ensayo y error y también por aprendizaje latente,
donde el conocimiento adquirido se manifesta más adelante en el tiempo, y
sistemático, donde se aprende directamente el principio sobre el cual se rige
una prueba o, en otras palabras, se descubre el truco.
Los animales también pueden aprender de forma intuitiva, lo que la
psicología llama aprendizaje por insight. En este caso, la solución al problema no llega
por ensayo y error, sino que aparece de repente. Es el ‘¡Eureka!’ de
Arquímedes. Por otra parte, a menudo los animales empleados en las pruebas de
aprendizaje muestran una mejora en su rendimiento con el paso del tiempo, como
si aprendieran a aprender.
Finalmente, una forma particular de aprendizaje es el imprinting, que se
produce en las primeras etapas de la vida y es indeleble en el tiempo. Un claro
ejemplo son los pollitos que, nada más salir del huevo, identifican como
progenitor a lo primero que ven, ya sea la madre, una persona u otro animal. En
este sentido, se hizo famosa la oca Martina, que confundió al etólogo premio
Nobel Konrad Lorenz con su madre, forzándole a su adopción.
Todos
los niños que se cree hayan sido criados por animales, como Víctor de Aveyron,
han tenido una recuperación difícil y muy parcial, especialmente en la
verbalización. Estos casos nos dicen que, en cierto sentido, incluso los seres
humanos se hacen, no nacen. Sin la transmisión cultural de miles de
generaciones que nos han precedido y de la sociedad que nos rodea,
probablemente, volveríamos a vivir como monos.
actualizado 25 enero 2017 16:19
http://www.lavanguardia.com
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