miércoles, 5 de septiembre de 2018

SEPTIEMBRE: En Mónaco me pregunté si sería más feliz con tanta riqueza a mi alcance

Este mes voy a tratar uno de esos temas que tantas veces nos hemos planteado y que ha supuesto objeto de estudios liderados por economistas, sociólogos y psicólogos. Me refiero a la relación existente entre el dinero y la felicidad.


Pero antes de abordar esta temática, quiero presentaros el destino que propongo como contexto para enmarcarla que no puede ser otro que Mónaco. El Principado de Mónaco está ubicado en la conocida como Riviera Francesa, haciendo frontera con Francia y cerca de la frontera franco-italiana. Con una superficie de 2km2 y una población de 38.400 habitantes, ocupa el 2º puesto como estado más pequeño del mundo tras la Ciudad del Vaticano y el primero por densidad de población. Desde el siglo XIII la familia Grimaldi tiene el poder como príncipes del país y, a pesar de no ser estado miembro de la Unión Europea, comparte con muchos países de Europa la moneda del Euro desde el año 2002.

En apenas 2km cuadrados viven cerca de 40mil personas. Mónaco es el 2º estado más pequeño del mundo y ocupa el primer puesto en el ranking mundial con mayor densidad de población.

Por empezar el tema con datos, el último Informe Global de Riqueza de 2017 concluye que la mitad de la riqueza global está en manos del 0,7% de la población. Diez años después de la crisis financiera global, el patrimonio del segmento de población más rico del mundo sigue aumentando y, con ello, la desigualdad. El debate que abro en este caso ya no es esta objetividad que nos dan los números, sino la subjetividad de responder a la cuestión de si la riqueza es sinónimo de felicidad.

Partidario siempre de no generalizar, pues las generalizaciones siempre conllevan excepciones y equivocaciones, sí es cierto que somos testigos de muchos casos en los que hay gente rica y a la vez infeliz. Del mismo modo, personas que apenas tienen para comer y un techo donde dormir, transmiten una felicidad que nunca sabes realmente de dónde son capaces de sacarla.

Existen muchos casos de personas que han llegado hasta el punto del suicidio tras dudar entre si quienes le rodean son realmente amigos o interesados. Y es que la felicidad puede tener un componente económico, pero sin duda también lo tiene en sentirse querido, en tener a alguien a quien querer, en tener salud y en poder disfrutar del tiempo libre. En ocasiones, se llega a olvidar que las cosas más importantes de la vida, aquellas que pueden hacerte realmente feliz, son gratis y provienen del interior de uno mismo, no precisamente de los bienes que posee.

Desde el punto de vista más psicológico, que es realmente del que soy profesional y puedo hablar con mayor fundamento, existe un umbral en el que el dinero pierde importancia. La habituación, que es el término psicológico que explica este hecho, es el proceso mediante el cual dejamos a prestar atención a ciertos estímulos a los que nos vamos acostumbrando o que dejan de darnos el placer que ocasionaban al inicio. En una situación de pobreza, cualquier incremento en la renta va a redundar en un mayor grado de felicidad. Sin embargo, alcanzados unos ingresos que garantizan un nivel de vida óptimo, los aumentos en la renta posteriores van perdiendo esa sensación de bienestar y felicidad.

Cuando paseas por las calles de Mónaco, por su puerto, por los alrededores del Casino, quedas impresionado por la riqueza que se exhibe en los comercios, en los yates y en los coches de lujo. También, por supuesto, en las personas que presumen y lucen de su poder adquisitivo por las calles monaguescas. Quizás, quienes vivan en esos niveles no sean conscientes, pero los que callejeamos como turistas curiosos y no pertenecemos a esa clase social, percibimos tanto lujo como algo que no pertenece a nuestra galaxia, incluso diría yo que hasta en cierto modo como un estilo de vida que nos incomoda.


El Casino de Montecarlo es uno de los atractivos turísticos más notables, frente a él
se hace ostento del lujo y de la riqueza que caracteriza la forma vida en el Principado.

Sea cual sea la sensación experimentada por el observador, ya sea en Mónaco, en cualquier otro lugar con similares niveles de riqueza o simplemente a través de la prensa o la televisión, la pregunta que muchos nos hacemos y que yo me hice continuamente cuando paseaba entre tanta ostentación era ¿sería yo más feliz de lo que soy ahora viviendo en esta otra galaxia?


¿Realmente sería yo más feliz teniendo este Ferrari que mi Ford Fiesta? :D

Otros artículos de este blog que te recomiendo leer:

No hay comentarios:

Publicar un comentario