Estamos en ENERO, mes del Pimentón y del Positivismo en este Blog.
Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
Analizando los datos del seguimiento de la
salud de 70.000 mujeres entre 2004 y 2012 (a partir del Estudio de Salud de
Enfermeras), los investigadores de Harvard concluyen que...
...las del percentil con el nivel más alto de atributos psicológicos positivos (las más optimistas) mostraban un 52% menos de riesgo de morir de infección, un 39% menos de hacerlo de ictus, un 38% menos posibilidades de fallecer de enfermedad cardiaca o respiratoria y un 16% menos de hacerlo de cáncer. Y sus conclusiones se consideran extrapolables a los hombres.
El director del estudio, Eric Kim, explicó al presentarlo que no es solo que las personas optimistas tiendan a actuar de forma más saludable, coman mejor, hagan más ejercicio y duerman mejor; también se ha visto correlación con menos inflamación, unos niveles más saludables de lípidos en sangre y más antioxidantes que protegen a las células de daños.
...las del percentil con el nivel más alto de atributos psicológicos positivos (las más optimistas) mostraban un 52% menos de riesgo de morir de infección, un 39% menos de hacerlo de ictus, un 38% menos posibilidades de fallecer de enfermedad cardiaca o respiratoria y un 16% menos de hacerlo de cáncer. Y sus conclusiones se consideran extrapolables a los hombres.
Las neuronas que controlan los pensamientos y las que regulan la presión arterial, el sistema inmunológico o las hormonas están conectadas (Luciano Lozano / Getty) |
El director del estudio, Eric Kim, explicó al presentarlo que no es solo que las personas optimistas tiendan a actuar de forma más saludable, coman mejor, hagan más ejercicio y duerman mejor; también se ha visto correlación con menos inflamación, unos niveles más saludables de lípidos en sangre y más antioxidantes que protegen a las células de daños.
“No es solo que tiendan
a actuar de forma más saludable; también se ha visto correlación con menos
inflamación, unos niveles más saludables de lípidos en sangre y más
antioxidantes que protegen a las células”
ERIC KIM
Investigador en Harvard
Estudios previos ya habían revelado que
los optimistas presentan niveles más bajos de cortisol, que es una hormona que
contribuye a elevar la presión sanguínea, aumentar la grasa abdominal y
debilitar el sistema inmune, lo que contribuiría a proteger su salud. Otros han
relacionado el pesimismo con la disminución de las catecolaminas y una mayor
secreción de endorfinas, lo que implica menor actividad del sistema
inmunológico y propicia el incremento de las enfermedades infecciosas.
“Hay características del optimismo como la
esperanza, el pensamiento positivo y la extroversión o la tendencia a hablar y
compartir que favorecen la salud y fortifican las defensas naturales; por el
contrario, estados de ánimo que suelen acompañar al pesimismo, como la
desconfianza, la impotencia y el fatalismo persistentes, alteran el sistema
inmunológico y endocrino, dañan nuestras defensas naturales y contribuyen a
producir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, ciertos tipos de
cáncer e infecciones”, afirma el psiquiatra e investigador Luis Rojas Marcos,
que hace años que propugna que la tendencia a enfocar la vida a través de una
lente que acentúa los aspectos favorables es un excelente protector para la
salud. “Ser optimista o no predice en gran medida nuestra longevidad y son
muchos los estudios que demuestran que la esperanza de vida de los optimistas
es superior a la de los pesimistas”, asegura.
“Ser optimista o no predice en gran medida nuestra longevidad”
LUIS ROJAS MARCOS
Psiquiatra e investigador
“El mecanismo por el que actúa el
optimismo se explica por el fortalecimiento del sistema autoinmune, que permite
al organismo afrontar con más recursos la enfermedad reduciendo la intensidad
de los síntomas, una mejor recuperación y un aumento de la sensación del
bienestar subjetivo fruto de las endorfinas generadas por el estado de ánimo”,
explica Antonio Vallés, especialista en Psicología de la Salud de la
Universidad de Alicante, donde imparte una asignatura denominada Optimismo
inteligente. Enfatiza que “el optimismo no cura las enfermedades, pero
proporciona al organismo, a través del sistema inmunológico, más recursos
bioquímicos para luchar contra ella”.
“El optimismo no cura las enfermedades, pero proporciona al cuerpo más recursos bioquímicos para luchar contra ella”
ANTONIO VALLÉS
Psicólogo
Rojas Marcos recuerda que la idea de
Descartes que separaba la mente y el cuerpo por indicación divina retrasó tres
siglos el estudio científico de la relación entre ambos, “pero hoy se sabe que
no hay tal separación, que existe una constante comunicación entre las neuronas
encargadas del estado emocional, las que regulan los pensamientos y las que
controlan el sistema nervioso vegetativo encargado de regular el ritmo del
corazón, la presión arterial, el aparato digestivo, la secreción de hormonas y
el sistema inmunológico protector”.
“Si tenemos ansiedad por nuestras
preocupaciones, nuestro sistema nervioso autónomo o vegetativo se hiperactivará
y alterará el equilibrio homeostático del organismo provocando problemas
cardiovasculares, respiratorios, dolores musculares, etcétera”, ejemplifica
Vallés. El estudio de los psiquiatras finlandeses, publicado en noviembre en la
revista BMC Public Health, concluía que las personas del cuartil más pesimista
tenían un riesgo 2,2 veces mayor de morir por cardiopatía coronaria que los del
cuartil con el nivel más bajo de pesimismo.
Los expertos aseguran que el sistema
perceptivo de las personas optimistas funciona de forma opuesta al de los
pesimistas tanto ante circunstancias o hechos positivos como ante los
negativos. Según Eric Kim, “ser optimista no significa estar siempre alegre,
sino creer que pasarán cosas buenas en el futuro”. “Las personas optimistas
tienden a localizar el centro de control dentro de ellas mismas, consideran que
ocupan ‘el asiento del conductor’ de sus vidas; los pesimistas, por el
contrario, tienden a poner el control de su vida en manos del destino y creen
en el ‘nada de lo que yo haga importa’ así que incluso los aciertos los ven
como una circunstancia ajena a ellos”, comenta Rojas Marcos.
¿De qué depende ser optimista o no?
“Optimistas nacemos y nos hacemos”,
responde Luis Rojas Marcos, que precisa que los genes juegan un papel
importante en el desarrollo de nuestra personalidad pero otro factor muy
influyente son los valores culturales de la sociedad en que vivimos. “En
Estados Unidos, donde resido hace casi medio siglo, se glorifica el optimismo,
se presume de ser optimista, se piensa que con optimismo se vencen
adversidades, se es más feliz, se tiene más éxito en este mundo e incluso más
probabilidades de ir al cielo en el otro; por el contrario, en otras culturas,
como la española, el optimismo tiene mala prensa, se mantiene en secreto, y en
público se prefiere optar por la queja, incluso cuando se trata de personas que
se sienten muy contentas con su vida”, comenta Rojas Marcos desde Nueva York.
“En España el optimismo tiene mala prensa y en público se prefiere optar por la queja”
LUIS ROJAS MARCOS
Respecto al factor genético, explica que
hay genes que estimulan personalidades optimistas y extrovertidas, como el
5-httlpr, que regula la absorción de la hormona serotonina, responsable de la
producción de emociones placenteras. “Las personas que portan la versión corta
de este gen muestran mayor tendencia a expresar ideas y sentimientos
positivos”, detalla.
Pero la base biológica puede ser modificada
por las experiencias y los factores culturales. “El optimismo inteligente,
razonable o estratégico es un aprendizaje de vida consecuencia de la educación,
la socialización y las experiencias personales, que pueden provocar que una
persona sea más optimista –o menos–, en determinada época de su vida”, indica
el psicólogo Antonio Vallés, que distingue varios tipos de optimismo y apela a
no confundir el optimismo inteligente –que sabe cuando es aconsejable mantener
una perspectiva pesimista– con el optimismo ilusorio, que trata de adaptar la
realidad a sus propios deseos.
Rojas Marcos afirma que durante siglos se
ha equiparado el optimismo con la ingenuidad pero hoy está demostrado que la
perspectiva optimista es perfectamente compatible con la sensatez a la hora de
resolver situaciones complicadas. “El optimismo es una forma de sentir y de
pensar que nos ayuda a gestionar nuestros recursos y a luchar sin
desmoralizarnos para superar situaciones adversas; está demostrado que los
optimistas, antes de tomar decisiones importantes, sopesan tanto los aspectos
positivos como los negativos, mientras que los pesimistas se limitan a ver
únicamente los negativos”, comenta.
Y agrega que, por su experiencia, es más
fácil y eficaz aprender estrategias para aumentar la visión positiva de las
cosas que tratar de cambiar creencias pesimistas, “aunque si nos lo proponemos
y lo trabajamos todos podemos aprender a moldear nuestra perspectiva del
mundo”.
Influyen genes y los valores culturales, pero el optimismo se puede aprender
Vallés asegura que la clave para aprender
a ser optimista es prestar atención a las cosas que se tienen, “valorar las
capacidades y fortalezas que cada uno tenemos: responsabilidad, civismo,
altruismo, empatía, inteligencia, amabilidad, etcétera, a las que habitualmente
no se les presta atención”.
Algunas investigaciones apuntan que algo
tan simple como pedir a la persona que escriba o piense en los mejores
resultados posibles para diversas áreas de su vida como su carrera profesional
o sus relaciones, o anotar los actos de amabilidad recibidos y las cosas por
las que se puede estar agradecido cada día, permiten modificar la percepción y
la actitud vital y pueden servir para mejorar la salud en el futuro.
Seis ventajas del optimista
Mayor resiliencia. No se dan por vencidos;
ven los retos como algo alcanzable y motivador. Incluso si esos retos incluyen
problemas graves ven que con esa actitud los pueden superar.
Menor estrés. No anticipan el futuro
con angustia y afrontan las situaciones adversas de forma más sosegada y sana.
Más eficacia. Como perciben las
situaciones y contratiempos de la vida diaria con mucho menos estrés pueden
actuar de forma mucho más eficaz en el trabajo, con la familia y con los
amigos.
Buenos hábitos. Tienen la
perspectiva de vivir cosas buenas en el futuro y se cuidan más, comen mejor,
hacen más ejercicio, duermen mejor. Y enfocan las situaciones difíciles de
forma más sana, con menos excesos.
Más apoyos. Construyen
relaciones sociales más fuertes que los pesimistas y su menor hostilidad social
hace que tengan más apoyos en caso de situaciones adversas.
Mejor biología. Padecen menos
inflamación, presentan un nivel más bajo de lípidos en la sangre y más
antioxidantes. Tienen niveles más bajos de cortisol, una hormona que contribuye
a elevar la presión sanguínea, a aumentar la grasa abdominal y a debilitar el
sistema inmune.
Diferentes tipos de optimismo
El profesor de Psicología Antonio Vallés
diferencia cuatro tipos de optimismo:
Situacional. Son las
expectativas favorables que tiene una persona frente a un hecho o circunstancia
concreta.
Disposicional. Es una actitud
general positiva frente a las adversidades de la vida.
Ilusorio. Consiste en una
falsa expectativa favorable ante casi todos los aspectos de la vida a pesar de
las evidencias en contra.
Inteligente. También llamado
estratégico, induce a ser razonablemente optimista para aquello por lo que se
puede luchar y conseguir y razonablemente pesimista para no sufrir
frustraciones importantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario