El teletrabajo, que se consolidó como una de las grandes transformaciones laborales durante la pandemia, parece estar enfrentando un retroceso significativo en España. Según el informe KPMG CEOOutlook 2023, el 78% de los consejeros delegados de las principales compañías españolas creen que en 2026 el modelo presencial habrá recuperado completamente su predominancia. Esta tendencia, que también ha afectado recientemente a los funcionarios del gobierno español con la pérdida de dos días semanales de teletrabajo, me hace abrir en el artículo de hoy un debate sobre si estas decisiones son un acierto o un error, tanto desde el punto de vista de los empleados como de las empresas.
El teletrabajo ofrecía una solución
práctica y flexible a los retos laborales derivados de la pandemia, facilitando
la conciliación de la vida personal y profesional y mejorando la productividad
en muchos casos. Sin embargo, los datos muestran un cambio de paradigma. Cuando
la pandemia empezó a sonar ya lejana, el porcentaje de empresas españolas que
permitían el teletrabajo disminuyó considerablemente en un solo año, y las
últimas decisiones del gobierno español confirman una apuesta decidida por la
presencialidad, al menos en el ámbito público.
Una de las principales razones de las
empresas para limitar el teletrabajo es el temor a la pérdida de la cultura
corporativa y a la falta de comunicación efectiva, aunque también queda en el
aire si lo que realmente sucede es que muchos empresarios siguen liderando
desde el control y necesitan tener a la vista a sus empleados en todo momento. Como
psicólogo y experto en Recursos Humanos considero que, si bien es cierto que el
teletrabajo puede erosionar el sentimiento de pertenencia, disminuir la implicación de
los empleados y mermar la calidad de la comunicación derivada de la ausencia de
interacciones personales, he podido comprobar y experimentar que los días de
trabajo remoto suelen ser más productivos que los presenciales, lejos de las
interrupciones y distracciones constantes en el entorno de oficina, suponiendo además
una dosis de mayor satisfacción laboral y disminución de la rotación en la
plantilla de la empresa.
Desde la perspectiva de los empleados,
el regreso a la oficina genera divisiones. Aunque el modelo híbrido es el
preferido por más de la mitad de los trabajadores españoles, según el Estudiode Retos y Tendencias en RRHH 2024 de Pluxee, la vuelta al modelo presencial
plantea serios desafíos para la conciliación. Un 72% de los encuestados
considera que la falta de teletrabajo es la principal barrera para lograr un
equilibrio entre la vida personal y profesional. Además, un 54% de los
profesionales se siente insatisfecho con sus opciones de conciliación, y el
descontento crece especialmente entre los Millennials y la Generación Z,
quienes valoran la flexibilidad laboral como un factor clave. Este descontento
podría impulsar un aumento en la intención de cambiar de empleo, especialmente
entre los trabajadores más jóvenes, un segmento demográfico que ya muestra
altas tasas de movilidad laboral.
A nivel global, la situación del
teletrabajo es dispar. Mientras que en Estados Unidos los modelos híbridos y
remotos se consolidan, en Europa parece prevalecer una mayor preferencia por la
presencialidad. Esta tendencia podría deberse a diferencias culturales y a la
estructura organizativa de las empresas. En España, por ejemplo, la importancia
del contacto personal y el estilo de liderazgo tradicional podrían estar
influyendo en el regreso masivo a las oficinas. Parece que atrás van quedando
también las apuestas del Estado por el teletrabajo como práctica favorecedora
del plan de ahorro energético.
En resumen, el debate sobre la desaparición del teletrabajo en España y otros países plantea un dilema complejo. Por un lado, las empresas buscan preservar la cultura corporativa, fomentar la colaboración y garantizar la comunicación efectiva. Por otro lado, los empleados valoran la flexibilidad, la conciliación y la productividad asociadas al teletrabajo. Mientras que algunas empresas estadounidenses parecen haber encontrado un equilibrio en los modelos híbridos, en España el camino hacia un consenso parece más incierto. Personalmente, me da la sensación de que actuamos más por caprichos directivos y estilos de liderazgo más clásicos de los líderes empresariales de las grandes compañías, que son las que más aportan a la economía del país, que realmente por los beneficios que pueda tener la práctica del teletrabajo, tanto para las empresas como para los empleados. Siempre, eso sí, con la premisa de que la clave está en encontrar soluciones híbridas que permitan a las organizaciones mantener su competitividad y cohesión interna, sin sacrificar el bienestar y la satisfacción de sus trabajadores.
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