Estamos en FEBRERO, mes del Azafrán y de la Humildad en este Blog.
Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
El liderazgo necesario para las corporaciones y para las instituciones financieras del s. XXI ha de ser humilde, conectado e inclusivo.
El liderazgo del s. XXI debe ser humilde porque el ser humano, a medida que se acelera el desarrollo tecnológico y el del conocimiento, es más ignorante, cada día, en términos relativos.
"Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com |
El liderazgo necesario para las corporaciones y para las instituciones financieras del s. XXI ha de ser humilde, conectado e inclusivo.
El liderazgo del s. XXI debe ser humilde porque el ser humano, a medida que se acelera el desarrollo tecnológico y el del conocimiento, es más ignorante, cada día, en términos relativos.
Por un lado, empujados por la transformación tecnológica, nuevos
modelos de negocio están surgiendo constantemente mientras que los modelos de
negocios establecidos están transformándose o, si no, desapareciendo de los
mercados a una velocidad como nunca antes se había experimentado.
Como testimonio de lo anterior, Richard Foster, director de Innosight, firma de asesoría
especializada en innovative
disruption y strategic transformation,
en su “Creative Destruction Whips Through Corporate America” , prueba que la edad de las empresas
de los Estados Unidos (EE.UU.) que se incorporan al índice S&P500 ha pasado de los 75 años de edad media
en 1957 a los 10, en 2013. A esta velocidad, Foster pronostica que “75% of the S&P500 will be
replaced by 2027”.
Por otra parte, este vértigo transformador, creativo, disruptivo y
de desarrollo de la tecnología y del conocimiento hace que las competencias
aisladas de los individuos sean cada vez menos críticas para que las
organizaciones cumplan sus tareas.
Robert
Kelley, Distinguished Service Professor de Tepper
School of Business en Carnegie Mellon University, en
su “How to be a Star at Work”, de 2006, nos alertaba de que, si en
1986 el porcentaje del conocimiento necesario para hacer nuestros trabajos que
se encontraba en nuestros cerebros era del 75%, en 2006 era sólo del 10%.
Sabemos cada vez menos, en términos proporcionales, de todo y,
dado nuestro conocimiento individual menguante, necesitaremos cada vez más de
los demás para cumplir con éxito nuestras tareas profesionales.
Los líderes del s. XXI ya no podrán ser, ni aparentar ser, omniscientes: deberán ser humildes.
El liderazgo del s. XXI debe estar conectado porque el reclamo por atraer y retener
el mejor talento del mercado dentro de una sola organización es una ilusión
imposible de cumplir cuando no, un mantra demagógico de algunos responsables,
que, no, líderes, aspirantes a manipuladores de mercados y de personas.
El mundo está lleno de personas más inteligentes, más
experimentadas, más sabias, más leídas, más viajadas y más cultas que uno
mismo. Hay millones de ellas en universidades, en centros de investigación, en
escuelas de negocios, en think-tanks,
en otras industrias, en otros países, en otras compañías y en los competidores.
Los líderes humildes del s. XXI, conscientes de este hecho,
contarán con un estado mental que les empujará a buscar, a conocer, a
relacionarse y a estar conectados con todo ese caudal de talento que se
encuentra más allá de los límites de las organizaciones de las que son
responsables para crear un ecosistema -y no, en cambio, un egosistema de aduladores- permanente de conexión,
física o virtual, con todos aquellos, y son muchos, de los que puedan
enriquecerse permanentemente.
Los líderes conectados del s. XXI no se identifican por el
número de cuentas en plataformas sociales a las que están suscritos, ni por el
volumen de fotos o vídeos que suben a éstas, ni por el bombardeo recurrente de
comentarios estultos e intrascendentes que distribuyen a través de éstas. Más
bien, lo contrario.
El líder humilde del s. XXI está conectado porque es consciente de su ignorancia
relativa creciente y porque quiere aprender de los que saben más. Sin
resentimientos, sin envidias, sin complejos.
El liderazgo del s. XXI, por último, es inclusivo porque sabe que la sostenibilidad en
el largo plazo de los modelos de negocio que dirige depende de la creación de valor compartido para todos sus stakeholders, empezando por sus
dueños o por sus accionistas, por supuesto.
Los modelos de negocio de mayor retorno para la inversión son
aquellos que cuentan con líderes éticos y cuyos colaboradores destacan en ellos
su personalidad íntegra, responsable, compasiva y ética.
Así lo reflejan, por ejemplo, los resultados de la investigación
de KRW International, una firma de
asesoramiento sobre liderazgo, resumida en “Measuring
the Return on Character”, publicada en Harvard
Business Review, en abril de 2015, que estima una rentabilidad sobre
activos (ROA, por su sigla en inglés), para un período de dos años, de
9.35% para organizaciones con líderes íntegros y responsables en comparación
con un 1.93% para el resto.
Los líderes del s. XXI deben ser inclusivos y, por lo tanto, deben comportarse
-por utilizar la analogía de Geoff Mulgan en su “The Locust and the Bee”- como abejas, es decir, “to create
genuinely new value by bringing resources together in ways that serve people’s
wants and needs”. La
alternativa, en cambio, sería, según Mulgan, comportarse como langostas, es
decir, “to seize value through predation, taking resources, money, or time
from others, whether they like it or not”.
Ya se tuvo suficiente de estos últimos.
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