lunes, 16 de julio de 2018

Cuando el sistema perfecto falla (por Lucía Lijtmaer)

Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.




La broma decía así: los suecos serán cultos, ecuánimes, solidarios, ricos, atentos, modernos, limpios, altos y guapos, pero ¿qué hay de los suicidios? El chiste, en realidad, era sobre cualquier otro país que se compara con Suecia, pero ya no tiene por qué considerarse una broma. El director de cine Erik Gandini, de origen italiano y residente en Suecia, estrena esta semana en nuestro país The Swedish theory of love, la teoría sueca del amor, en la que examina cuáles son los riesgos acuciantes de uno de los éxitos de la socialdemocracia del siglo XX.

El documental muestra como Escandinavia, y Suecia en concreto, modelo de patrón social, la cuna del verdadero Estado del bienestar, parece agotarse a sí mismo, y no por las razones que les gustarían a los neoliberales: el sistema funciona y se perpetúa, pero su implantación a largo plazo parece generar unos daños colaterales que requieren de una cierta revisión. Las mujeres paren solas mientras los hombres eyaculan en un vaso. Las personas mueren en absoluta soledad sin que nadie reclame sus cuerpos. Los científicos inventan dispositivos para producir citas virtuales con olores, sabores y finales felices para los que están solos. Porque de eso se trata: de soledad. El fallo es la soledad.


-El orígen: la socialdemocracia sueca no se basa exclusivamente en los valores del bienestar social como mito primigenio, sino que proviene del manifiesto “La familia del futuro: una política socialista para la familia”, un programa del gobierno sueco de 1972 en el que se crean las directrices de la política estatal. En ellas se establece la independencia como un derecho fundamental: el individuo es autónomo, y puede, si lo desea, tener familia pero no necesariamente las “cargas familiares” que originan dependencia. Solo las relaciones reales definen a los suecos, de lo demás se hace cargo el Estado. Así, las interacciones se basan en la independencia. La premisa es sencilla: si una mujer, por ejemplo, depende económicamente de un hombre, ¿es su relación voluntaria? 


-El milagro: desde la raíz de la teoría social y económica en Suecia, se deriva la enorme carga del estado para garantizar los derechos que consideran básicos e inalienables: una jubilación intocable, educación infantil, sanidad universal, y distribución igualitaria de la riqueza. Pese a que el modelo sueco ha sufrido idas y venidas a lo largo de las décadas -y en la actualidad se prima por la libertad ciudadana de elección y la incorporación plena del empresariado- según las cifras de la ONU, Suecia tiene uno de los niveles de pobreza más bajo del mundo (6%) y está entre las cinco naciones con la distribución del ingreso más igualitaria.
-Los fallos: la letra pequeña (o no tan pequeña) del entramado tiene que ver con el concepto de independencia. La idea que prima es “deshacerse de estructuras familiares rígidas y normativas”, y favorecer lo que se denomina “el más sueco de los valores”, es decir, la independencia. Así, encontramos parte del reverso tenebroso: una sociedad plasmada como aséptica, con evidentes dificultades para relacionarse en una especie de síndrome de Asperger global que se traduce en nuevos fenómenos sociales. La mitad de la población, cuarenta años después del manifiesto, vive sola. La Cruz Roja sueca estableció en un estudio que el 40%, además, se siente sola e inició una campaña para frenar los riesgos de la exclusión en la tercera edad. La interacción entre ciudadanos es tan escasa, por ejemplo, que los refugiados que llegan a Suecia tardan siete años en encontrar trabajo, la cifra más alta del mundo (nota: un lector escéptico podría hacer notar que al menos Suecia acoge refugiados).

-Los riesgos: evidentemente, la individualidad no es un invento sueco. Pero el discurso occidental contemporáneo hace que el Estado del Bienestar sueco acompañe de estos cambios estructurales de una ideología que fomenta y celebra su aislamiento. A falta del pegamento que aglutina a una sociedad, la competitividad y la celebración del emprendedor como nuevo cowboy solitario hacen mella en un país  tecnificado y, hasta hace poco, muy homogéneo. Sin comunidad evidente, el avance de Demócratas Suecos, el partido de extrema derecha que ha crecido espectacularmente en los últimos años, no hace sino evidenciar que se nutre de un espacio vacío.
-La tesis: la crítica es sencilla si se realiza desde el espacio más conservador. La “calidez” que se ha usado estereotípicamente para defender modelos mucho más desiguales -quien no recuerda a Ana Rosa Quintana y sus cervecitas y terracitas como respuesta a la tristeza escandinava- no se presentan como alternativa para los suecos. La revisión del modelo sueco pasa por la búsqueda de alternativas de interdependencia -algunos apuntan a cambio optimistas señalando las reuniones espontáneas que comienzan a darse ciudadanos suecos e inmigrantes, o en webs en las que se anima a gente que vive sola  a cocinar en conjunto-. Comienza a vislumbrarse la necesidad de asumir que la comunidad, como concepto, puede salvarles.

Lucía Lijtmaer
24 de Mayo de 2016 
https://www.eldiario.es/

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