En nuestro lugar de trabajo pasamos más horas que en casa y nos vemos obligados a compartir mucho tiempo con personas a las que nunca elegimos como compañeros. En algunos casos son personas con las que estamos bien; en otros casos son personas que sabemos que están allí, pero con las que apenas hemos cruzado palabra y, desgraciadamente, en ocasiones también nos toca convivir con personas a las que preferiríamos no ver.
Como en algunos artículos ya he dicho, por ser la base del autoconocimiento y de la autoconciencia para actuar, las circunstancias ajenas (en este caso las personas con las que tenemos que trabajar) no las hemos escogido ni dependen directamente de nosotros. Sí lo es la actitud que ante ello tomamos. Si somos conscientes de esto sabremos que por mucho que nos quejemos, por mucho que reneguemos, por mucho que nos enojemos, no vamos a poder cambiar ese contexto en el que trabajamos y, por lo tanto, sólo nos quedará la opción de trabajar desde nuestro interior: el autocontrol, la forma en la que vamos a tomar y afrontar la situación.
Como decía, son muchas las horas que pasamos en nuestro lugar de trabajo. Las relaciones que con nuestros compañeros establezcamos son importantes para asegurar un buen clima laboral y para que internamente sintamos nuestra experiencia laboral como saludable. En ocasiones, las malas relaciones que tenemos con nuestros compañeros surgen de la incomprensión sobre la forma de actuar que esa persona tiene. Para subsanar esta incomprensión a veces sólo basta con que, por ambas partes, hagamos un análisis de la situación mediante el cual trabajar ciertas habilidades individuales, entre ellas la empatía.
Siempre
definimos la empatía como la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Pero en
realidad hay que ir más allá. La empatía, como rasgo, forma parte de nuestra
personalidad, pero como cualquier otra habilidad, también puede perfeccionarse
a lo largo de nuestra vida.
Para
ser capaces de ponernos en el lugar del otro debemos entender a ese otro como
individuo único, con una cultura, una experiencia profesional, una vivencia
personal, unas necesidades y unos objetivos que pueden estar determinando su
actitud y su sentimiento ante cualquier situación que se le esté presentando.
Para ello necesitamos tener muy desarrollada la capacidad de escucha y la
capacidad para aprender a alejarnos del “yo”, porque para entender al otro no
valen mis razones, mis ideas, mis objetivos, mi cultura ni mis necesidades,
porque la empatía permite la comprensión de las emociones y comportamientos
ajenos sin tener que estar necesariamente de acuerdo.
Mientras una persona sea egocéntrica, centrada en sí misma, pensando sólo en la propia
satisfacción y sin preocuparse por los demás, la capacidad de respuesta
empática quedará muy lejos de ser vista como parte de su relación con los demás.
Por
lo tanto, la empatía va mucho más allá de ponerse en los zapatos del otro y llegar
a entenderle. La empatía implica además responder de manera apropiada a la emoción que la
otra persona está sintiendo, consiguiendo en ocasiones suavizar el clima
laboral a través del entendimiento y la aceptación del comportamiento que tiene ese
compañero de trabajo con el que de otro modo parecería imposible convivir.
Esto está muy bien, lastima que la gente, no digo todos pero casi, piensa en si mismo sin importar los demas.
ResponderEliminarSí Jose Antonio, como digo en otros de mis artículos relacionados con los Valores... estos se pierden por desgracia con el paso de los años (hablando siempre en términos generales). Por ello invito a la autoreflexión, primer paso para conseguir poco a poco trabajarnos y ser cada vez mejores con nosotros y con los demás. Gracias por tu comentario; buenas noches.
EliminarLa empatía se debe practicar mas en nuestra sociedad
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Desde la infancia se debería inculcar la empatía en la escuela, en la familia, para que después en cualquier contexto social (amigos, trabajo, política...) fuera uno de los valores más practicados a la hora de tomar decisiones.
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