A sólo un mes de
cerrar el propósito de 2017 de ir haciendo metáforas entre especias y los temas que
habitualmente trato en mi blog, este mes os quiero presentar otro de esos condimentos que todos utilizamos en nuestra cocina.
La Pimienta es la
especia más consumida en la actualidad y proviene de una planta trepadora cuyos
frutos son las bayas. Cuando no están maduras y se secan, constituyen la
pimienta negra de sabor intenso; más aromática es la blanca, cuyos granos sí
son maduros y secos. Es un condimento que proviene del sur de la India, de la
Costa de Malavar y también se cultiva en Indonesia, Malasia y Brasil.
Tendemos a relacionar
el uso de la pimienta con los platos salados, pero lo cierto es que también
puede ser utilizada en los dulces. Esta dicotomía en su uso es la que voy a
utilizar en la metáfora de este mes de noviembre, en el que hablaré de la
Coherencia.
Si con el ejemplo del
uso de la pimienta en la cocina estamos hablando de una situación “más salada”
versus una “más dulce” y, en ambas, se puede utilizar por igual el mismo
condimiento sin que éste haya sufrido alteraciones, con la Coherencia me
referiré al mismo símil, en el que sin que ésta tenga que sufrir alteraciones,
siga utilizándose tanto en las duras como en las maduras.
Antes de entrar más a
fondo en este símil, explicar que la Coherencia es aquella condición en la que
una persona piensa, dice y actúa del mismo modo. En el momento que esta cadena
se ve alterada, desaparece la Coherencia. Tenemos nuestro sistema político completamente
incoherente (hablo del español, aunque seguramente los que me leáis desde otros
países estaréis en una situación similar de gobiernos y gobernantes nada
coherentes), para que con este ejemplo veáis mucho más rápido a dónde quiero llegar.
Para triunfar en el
medio-largo plazo, la Coherencia es primordial. Siguiendo con el ejemplo de la política, cuando un candidato nos dice
con aparente credibilidad lo que piensa y lo que va a hacer y la mayoría le apoya el día
de las elecciones, pero después se demuestra que hace algo totalmente opuesto a
lo que prometió, es cuestión de tiempo que el pueblo le eche a patadas del
mandato (excepto en casos de gobiernos corruptos, que por desgracia también los
hay y abundan, pero que ya son tema aparte). Por lo tanto, ¿triunfaron?, sí,
pero en el corto plazo; su incoherencia posterior les sacó del lugar donde
hubieran querido seguir. Lo mismo nos ocurre a cualquiera de nosotros en otros
contextos: un jefe que promete y nunca da, una empresa que te hace un plan de
carrera que nunca se cumple, una marca personal que se crea con una forma de
hacer y un objetivo y al final pretende llegar a ese objetivo con acciones muy
diferentes a las acordadas, etc.
Pero muchas veces,
guardar la coherencia no es tan fácil (o no nos lo ponen fácil), aunque esto no
es excusa para que lo tomemos al pie de la letra y nos sirva para
justificarnos. Siempre existe un camino alternativo que acabe por hacer posible
una coordinación entre lo que uno piensa, dice y hace.
¿Qué podemos hacer
para ser coherentes?
- Identificar aquellos valores y principios en los que creemos y sobre los que construimos nuestra guía de vida.
- Identificar acciones que vayan acorde a estos valores y principios.
- Explicar, cuando así convenga, qué piensas y sientes (valores y principios) y qué vas a hacer (acciones) acorde a ellos.
- Ejecutar las acciones tal y como prometiste y continuar por ese camino.
- ...y tener que claro que si no te dejan seguir estas instrucciones, simplemente estás en el lugar que no te toca y rodeado de las personas equivocadas. Cambia! No tengas miedo! Siéntete cómodo allá donde tengas que estar.
En este orden, serás
capaz de ser coherente y que tu mundo exterior y el cómo te ven los demás
(marca personal) sea igual a tu mundo interior y el cómo te consideras a ti
mismo (autoconcepto).
Recuerda que siempre
vas a cosechar aquello que hayas sembrado. Si siembras coherencia, recogerás
buen fruto. En caso contrario, éste estará podrido y ya será tarde para
arrepentirte.
La pimienta puede
acompañar perfectamente tanto una ensalada y un plato de bacalao como tartaletas
de chocolate y unas fresas con caramelo. Pero sea cual sea el plato que
acompañe es el mismo condimento (conservando su esencia y sin ningún tipo de
aditivo o variación) y sigue cumpliendo la misma función, la de condimentar con
su característico sabor el plato.
Por tanto, es
importante que actuemos como la pimienta. A pesar de que el viento sople a nuestro
favor o sople en contra, tratemos de luchar por lo que creemos, por lo que
prometimos y dijimos íbamos a hacer y por hacerlo. No nos dejemos llevar por la
dirección y fuerza del viento y acabemos convirtiéndonos en una veleta.
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