Ya se
palpa la Navidad, en las tiendas, en la tele, en las luces… pero ¿y en las
casas?, ¿y en las empresas?, ¿y en la gente? Este año ha sido un año gris en
todo el planeta y todos lo estamos pasando mal; por la cantidad de libertades
que hemos perdido, por el miedo a perder nuestra salud y la de nuestros seres
queridos, por la pérdida de alguien a quien queríamos, por el impacto económico
que el Covid está teniendo en los negocios, por ver cómo las relaciones
sociales se han ido mermando poco a poco… pero, aun así, donde sí sigue habiendo
espíritu navideño es en las ganas de ayudar a los demás. Todos los años llegan estas fechas cargadas de acciones de caridad hacia los más necesitados,
que por desgracia este año han aumentado en número. Muchas personas han perdido sus puestos
de trabajo y, como consecuencia, ha aumentado el empobrecimiento social por todo el planeta a una velocidad casi en paralelo con la pandemia.
Nos
toca dedicar este mes a esas personas que de manera anónima o no, pero que sí
con una gran honestidad, ayudan a quienes lo necesitan. Hablamos del altruismo y
lo animalizamos en un gran amigo del hombre que siempre tiene una sonrisa que ofrecer: el Chimpancé.

El chimpancé es un primate homínido con el que el ser humano
comparte el 98% del genoma, dato que deriva de la evidencia científica de que tanto el chimpancé, el hombre y también el gorila compartieron hace millones de años un ancestro común. Posee una dieta
principalmente vegetariana, aunque también se alimenta de insectos y pequeños
vertebrados. Los machos llegan a pesar unos 80kg en cautiverio y a medir hasta
1.70m, mientras que las hembras apenas llegan a los 70kg. Se caracteriza por
la envergadura de sus brazos, aproximadamente 1.5 veces su estatura, que le permiten balancearse pasando de rama en rama. Su cuerpo está cubierto por un pelaje de color marrón oscuro, con
excepción del rostro, dedos, palmas de las manos y plantas de los pies. El
periodo de gestación de los chimpancés es de 8 meses y las crías son destetadas
aproximadamente a los 3 años, aunque son más los años que siguen manteniendo
vínculo con su madre. La pubertad la alcanzan entorno a los 8-10 años y su
esperanza de vida es de unos 50 años en cautiverio. En libertad, podemos encontrar chimpancés en las selvas tropicales y sabanas húmedas de África central y occidental, aunque debido a la desforestación se encuentran en peligro de extinción. El chimpancé vive en
comunidades que oscilan entre los 20 y más de 150 miembros y donde el
apareamiento es promiscuo. Desempeñan estrategias de caza que requieren de
cooperación, siendo conscientes de su estatus social en todo momento. Son
manipuladores, capaces de engañar y capaces de entender aspectos del lenguaje
humano, incluso números, además de planear espontáneamente el futuro
cercano. Aunque los investigadores todavía no han llegado a un mismo punto de
opinión, diversos estudios concluyen que los chimpancés llegan a ser animales
altruistas que realizan un sacrificio solidario por el bien del colectivo.

Independientemente
del resultado de los estudios llevados a cabo con diferentes comunidades de
chimpancés, ocurre algo que también ocurre en nuestra especie y es lo que se
denomina contagio emocional. Las emociones son más poderosas de lo que podemos
llegar a imaginar y son capaces de contagiarnos negativa y positivamente unos a
otros de manera prácticamente inconsciente. Existen unas neuronas, llamadas
espejo, que son las responsables de este contagio, pero esto sería otro tema
sobre el que hablar y al que bien podríamos dedicar un artículo entero.
Este
contagio emocional es el que permite que afloren ciertas conductas entre las
personas cuando, a partir de un impulsor que inicia cierta acción, comienzan a
unirse a la causa los diferentes observadores. Llevando esta afirmación al
terreno que hoy nos ocupa, vemos cómo ciertas acciones que pueden pasarnos desapercibidas
a lo largo del año, a pesar de que existen, se multiplican durante estas fechas
por el simple hecho de ser conocedores de ellas, por ejemplo, bancos de
alimentos, donaciones a fundaciones sin ánimo de lucro, recaudación en
programas televisivos, colaboración en la entrega de regalos en hospitales
infantiles, etc…
El
altruismo existe, lo tenemos en nuestro ADN, pero en ocasiones se mantiene
latente debido principalmente a la falta de visión global, a ese no acabar de
abrir los ojos o hacerlo mirando mucho nuestro propio ombligo. Tenemos la
suficiente inteligencia para abrir nuestro campo de visión, para darnos cuenta
que alrededor nuestro hay personas que no tienen la misma suerte que podemos
tener nosotros y que más allá de este alrededor, la historia se repite una y
otra vez.
Para
muchos la Navidad es compras, es reunión familiar, es viajar, son luces, son
vacaciones,… para otros es hipocresía, tristeza, gasto innecesario… pero lo que
sí está claro es que durante esta época algo pasa, algo hace encender la llama de
la bondad en las personas, convirtiendo, aunque sea durante apenas un mes, este
mundo en un mundo mejor.
NOS GANAMOS LA VIDA CON LO QUE RECIBIMOS, PERO HACEMOS LA VIDA CON LO QUE DAMOS (John Maxwell)
Por
eso, volviendo a las preguntas con las que comenzaba este artículo, aunque este
año no todos estemos para pensar mucho en Fiestas, sí que la situación que
estamos viviendo nos ayuda a reflexionar un poco más acerca de la suerte que
todos tenemos de estar todavía hoy aquí y, que por muy mal que hayamos pasado
algunos momentos de este 2020, la vida continúa y no queda otra que seguir
con nuestra mejor cara, con nuestra mejor sonrisa, con todo el positivismo y
energía que podamos desprender y que van a hacer que esa neuronas espejo de las
que no he querido hablar demasiado comiencen a hacer su función a gran velocidad y a gran escala.
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