Estamos en DICIEMBRE, mes del chimpancé como animal que nos hacer pensar en el altruismo en este Blog. Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
De todos es sabido
que la pandemia del COVID-19
ha provocado inesperadamente múltiples cambios en nuestras vidas, en cuanto a
determinados hábitos de conductas hasta ahora cotidianos. De alguna manera, los
científicos sociales consideramos que la cosmovisión, las escalas de valores y
las formas de relacionarnos están siendo reemplazadas por otros elementos de la
“nueva normalidad” impuesta por los gobiernos, que anuncian otro hito de la
historia reciente de la humanidad.
Tales circunstancias adversas y convulsas nos transitan hacia una nueva era, que podríamos calificar posCOVID-19, dado que lo que antes pensábamos, sentíamos y actuamos no será igual transcurrido este periodo hacia otra época, tras el embate en la salud mundial del nuevo coronavirus. Quizás sea un annus horribilis para olvidar de la memoria colectiva a escala global, pero también para destacar aspectos positivos de crecimiento individual y progreso social.
Lecciones de
autocuidado y empatía
Uno de los haberes
inmateriales aprendido como Homo Sapiens, fueron las actitudes de la compasión,
el autocuidado y la empatía, además de la solidaridad social que resultan
frecuentes ante grandes catástrofes naturales o actos terroristas. Cada uno de
estos eventos trágicos son una nueva lección que nos enseña a hacer causas
comunes para solventar situaciones desfavorables, comprender la diversidad
humana, interpretar la realidad desde distintos enfoques, significar lo
relevante en nuestras vidas, …, en definitiva, ser mejores personas consigo
mismo y quienes nos rodean a diario.
Sin duda, la
resiliencia, como la capacidad de afrontar la adversidad, reforzará nuestro
sistema inmunológico para defender cada cuerpo social contra los
organismos infecciosos y otros agentes invasores que provocan enfermedades
perjudiciales para la salud humana. Está ocurriendo con más de un millón y
medio de fallecidos por COVID-19 en todo el mundo, especialmente entre la
población de edades avanzadas, aunque cualquiera no está eximido de padecer los
efectos y secuelas de este microorganismo. La edad no es una vacuna, pues
este virus no discrimina por generaciones, a pesar de las cifras oficiales
engrosadas en los grupos etarios más longevos del mundo.
Ejercicio de
ciudadanía activa y democrática
Estos hechos
epidemiológicos y sociales magnifican ciertas conductas prosociales durante
este tiempo de pandemia. Uno de esos comportamientos es el altruismo con los
otros, es decir, la actitud de ayudar, cooperar o servir constructivamente para
vivir una experiencia filantrópica. Esta energía humana fue vehiculada a través
de movimientos espontáneos ciudadanos que donaron tiempo, habilidades, cariño,
…, para arrimar el hombro allí donde hacía falta manos, cabezas y corazones
solidarios. Aún recordamos aquellas personas colaborando para frenar las
consecuencias directas y colaterales del confinamiento domiciliario en el
primer Estado de Alarma en España.
Fue el voluntariado emergido de esta crisis sanitaria, con acciones de entrega de alimentos y techo provisional a personas sin hogar, acompañamiento telefónico y telemático a mayores en situaciones de soledad, docencia a distancia con niños y adolescentes, fabricación de mascarillas, etc. Desde mi perspectiva sociológica, el fenómeno de este voluntariado, más o menos organizado, por el COVID-19 contribuyó a aliviar el aislamiento social en aquellos meses. De ahí, que el voluntariado siga siendo el ejercicio de ciudadanía activa y democrática que ofrece garantías de un mundo mejorable.
5 de Diciembre de 2020https://www.65ymas.com/
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