Uno de los grandes bloques temáticos que
componen los artículos de este blog es el de los valores humanos. Este mes, quiero
dedicarlo a uno de esos valores sin los que difícilmente una persona puede
dejar huella en los demás, al menos entendida como una huella positiva y
perdurable: me refiero esta vez a la humildad.
Ser una persona humilde en este sentido,
no quiere decir ser una persona pobre o con pocos recursos, sino ser una
persona con la virtud de tomar conciencia de las propias limitaciones y
debilidades o también de tomar conciencia de la suerte que le haya podido tocar
vivir, reconociendo la igualdad en términos de dignidad de cada ser humano independientemente
de los recursos de los que disponga.
Antes de profundizar sobre el tema,
quiero presentaros a quien este mes será la embajadora que elijo como ejemplo
de humildad: Selena Gómez.
Selena Marie Gómez es una actriz nacida
en el estado de Texas (Estados Unidos) en 1992. Su madre, con 16 años, trajo al
mundo a Selena y con 21 se separó del padre de la niña y tuvo que criarla sola.
La infancia de Selena fue humilde, en una familia con pocos recursos y soportando
que su padre la utilizara como “cebo” para conquistar a otras mujeres. En la
escuela tampoco lo tuvo fácil, pues durante varios años sufrió bullying por parte de sus compañeros de
clase, pero ella se centró en su carrera ya desde los 7 años, cuando hizo su
primera actuación en la serie infantil Barney
& Friends junto a la también actriz Demi Lovato. Desde entonces fue
realizando apariciones puntuales en películas y series de televisión y a partir
de 2006 en series del canal de televisión Diseny
Channel. Comenzó también a mostrar sus dotes de canto y en 2009 formó una
banda llamada Selena Gómez & The
Scene, publicando su primer álbum de estudio ese mismo año y consiguiendo ser
disco de oro. En la actualidad, Selena ha vendido cerca de 7 millones de
álbumes en todo el mundo y 22 millones de sencillos. Aparte de su carrera como
artista, también se ha dedicado a la filantropía y en 2009 UNICEF la convirtió
en la embajadora más joven de la historia.
Como filántropa, Selena ha demostrado su
amor y ayuda desinteresada por las personas, participando en la recaudación de fondos
para donarlos a organizaciones humanitarias y comunidades marginadas. Su labor
continua con UNICEF le ha convertido en uno de los personajes famosos más solidarios
de la actualidad.
No porque su infancia se desarrollase en
un entorno con escasos recursos económicos, hoy podemos decir que Selena se ha
convertido en una persona humilde tras su éxito profesional. Pero considero que
sí que es un factor importante el hecho de que una persona que ha conocido la
vida humilde de primera mano, sea capaz de empatizar más fácilmente con los
colectivos que no tienen la suerte de estar en un estado mínimo de bienestar
social y/o personal.
Una persona que actúa desde la humildad
no tiene complejos de superioridad ni tiene la necesidad de estar exhibiendo
sus éxitos, logros ni riquezas. De lo contrario, la soberbia sería el adjetivo
que utilizaríamos para describirle. Etimológicamente, la palabra humildad proviene del latín “humilitas”, que
significa “pegado a la tierra”, por lo que nada ni nadie le convierten en una
persona cuyo éxito se le haya podido subir a la cabeza y le haya provocado esa
“levitación” que le lleva a mirar a los demás desde arriba.
La humildad es un valor que se enseña y
aprende en casa. La observación desde niños de cómo los referentes tratan a los
demás va a ser un elemento clave en cómo después se desarrolle este valor. Ser modesto
y respetuoso con los demás, aprender a pedir perdón cuando se ha cometido un
error, valorar las cualidades de los otros y ayudarles cuando lo requieran y
esté en tus manos la posibilidad de hacerlo, son ejemplos de comportamientos
que tus hijos van a aprender de ti y van a permitir la consolidación de una
inteligencia emocional a lo largo de sus vidas.
Personalmente, considero que la inteligencia emocional es un cúmulo de características y rasgos que nos hace ser diferentes los unos de los otros y a la vez nos hace ser más o menos "humanos" en el término más intangible de la palabra. Una infancia rodeada de personas que te enseñan directa o indirectamente estos valores prácticamente va a asegurar el éxito de una inteligencia emocional en la fase adulta, que a su vez será ejemplo para los más pequeños. La buena noticia de todo esto es que, a diferencia de otras habilidades o capacidades, la inteligencia emocional se puede aprender y potenciar, pero se requiere un esfuerzo personal y un ejemplo del que aprender y que te empuje a mejorar cada día, corrigiendo los errores que se cometen y perfeccionando aspectos que ya se poseen. Colaborar, cooperar, empatizar, escuchar, compartir... son algunos de los rasgos que van a permitir que la inteligencia emocional se empodere sustancialmente.
"Soy humana, no soy perfecta. Cometo errores todo el tiempo, pero supongo que parte de mi trabajo es guardar esos errores para mí y simplemente trato de dar lo mejor de mí misma por esos niños" |
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