Estamos en MAYO, mes de Selena Gómez como ejemplo de una persona Humilde en este Blog.
Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
A la
mayoría de nosotros nos encanta tener la razón y estar en lo cierto. Incluso, aunque otra persona nos
cuestione y nos aporte razones que desmontan aquello que decimos, solemos
mantenernos firmes en nuestra posición. El problema es que quedar cautivos de
nuestro punto de vista nos hace miopes porque tan solo valoramos una pequeña
porción de la realidad de la que somos partícipes.
Creernos
poseedores de la verdad absoluta es aferrarnos a la rigidez, cerrarnos puertas y despreciar
todo lo que los demás puedan ofrecernos. Ya sea por los años de experiencia,
porque el tema del que hablamos es nuestra especialidad o porque simplemente
creemos que “es así”, a veces parece que nos encanta ejercer el rol de expertos
universales. Pero, ¿qué hay de la duda y de la posibilidad de equivocarse?
Es
curioso como a veces nos encerramos en nuestras convicciones y defendemos a
capa y espada nuestro punto de vista. Nos encanta pensar en
nosotros mismos y en nuestra grandeza.
La cuestión es que también nos equivocamos y más de lo que creemos, sobre todo
si solo tenemos en cuenta nuestra forma de ver la vida.
Tenemos
la mala costumbre de sobrevalorar nuestros conocimientos y etiquetar de
sinsentido todo lo que no encaje con ellos. En lugar de ver una oportunidad de
saber más y conocer otras perspectivas, nos sentimos atacados, ofendidos y
heridos. Cerramos nuestros oídos y nos perdemos en el laberinto de nuestros
pensamientos. De hecho, solemos pensar que somos mejores y que sabemos más que
los demás, para comprobarlo tan solo hay que echar un vistazo al panorama
político y social.
Esclavizarnos
a un pensamiento como máxima verdad nos limita e imposibilita el cambio. Porque ¿cómo vamos a cambiar si
llevamos razón y eso es “así”?
El universo de las posibilidades
El
antídoto a esta trampa que impide nuestro crecimiento personal y social existe
y se conoce como humildad intelectual. Se trata de la capacidad de estar
abiertos a otras perspectivas, a nuevas ideas y visiones, es decir, a ser
flexibles en cuanto a aquello que sabemos y barajar la posibilidad de que nos
equivocamos o de que, al menos, no lo sabemos todo. Y no, no es algo reciente,
Sócrates ya lo practicaba al considerar a la ignorancia como el punto de
partida para llegar a la verdad, y Nicolás de Cusa lo tenía muy claro, ya que
consideraba que existen ciertas limitaciones cognitivas que impiden al sabio
llegar al conocimiento absoluto.
Tenemos la mala costumbre de sobrevalorar nuestros conocimientos y etiquetar de sinsentido todo lo que no encaje con ellos.
Por lo tanto, reconocer que no lo sabemos todo no es tan malo,
sino una de las ideas más inteligentes que podemos plantearnos. Es el punto
medio, el equilibro entre la arrogancia y la cobardía intelectual, el símbolo
de la flexibilidad mental y el antídoto contra las mentes rígidas y el
egocentrismo a nivel de conocimiento.
La ilusión de conocimiento y el
egocentrismo intelectual
En la actualidad, necesitamos más que nunca practicar la humildad
intelectual. Porque aunque opinar está bien y es un derecho, hacerlo sin fundamento
es una pérdida de tiempo. La cuestión es que parece estar de moda eso de ser un
sabelotodo o un experto universal debido a la gran influencia de las nuevas
tecnologías, ya que estas aumentan la ilusión de conocimiento.
A día de hoy estamos a tan solo un clic de
acceder a información sobre un tema específico. Casi no hay que hacer ningún
tipo de esfuerzo, solo googlear aquello que queremos saber y tendremos un gran
número de respuestas. Pero que estemos acostumbrados a esto no significa que
sepamos de todo. A menudo, el mundo digital alberga contenido poco fiable, una
colección de fake news e información con poca evidencia.
Por lo tanto, para saber lo que se dice no basta con leer sino
también hay que saber discriminar y seleccionar, es decir, hay que tener
capacidad crítica. Y aún así, también hay que desprenderse de las garras del
sesgo egocéntrico, ese que nos empuja a sobreestimar nuestras virtudes e
importancia y nos lleva a ignorar la posibilidad de cambio y la influencia de
los demás o las circunstancias.
No es buena idea acomodarse a los propios esquemas mentales por
una sencilla razón: el mundo no va a adaptarse a nosotros. Las circunstancias
no van a suceder como pensamos y mucho menos podemos controlar todo lo que
ocurre a nuestro alrededor -a pesar de que nos empeñemos en ello-. Aunque nos
cueste sudores y lágrimas aceptarlo, la incertidumbre es una de nuestras más
fieles acompañantes de vida.
Abrirse a la humildad
intelectual
Si estamos dispuestos a desinflar nuestro ego y a transformar la
rigidez mental que nos lleva a querer llevar siempre la razón descubriremos un
mundo de posibilidades a nuestro alrededor.
Estar dispuestos a conocer otras perspectivas y tener en cuenta
que el cambio es posible nos ayudará a cultivar la humildad intelectual. Porque
si lo pensamos, ¿cuántas veces hemos hecho algo que hace algunos años ni
imaginábamos? Incluso, muchas de nuestras concepciones pasadas a día de hoy
apenas nos sirven o se quedan cortas.
Albert Einstein afirmaba que un verdadero genio admite que no sabe nada. La pregunta es: ¿y tú?
El fluir de la vida nos cambia. Las circunstancias de las que
somos partícipes nos influyen de una u otra forma. No podemos negarlo. ¿Por qué
no comenzar a abrazar la idea de que a veces somos víctimas de creencias que
nos llevan a pensar que sabemos más que los demás y que incluso creemos que
albergamos menos prejuicios que ellos?
Confundirse es humano, pero aceptar que lo hacemos mucho más.
Aceptarlo es abonar el terreno cognitiva para plantar la semilla de la
flexibilidad mental, a partir de la cual obtendremos uno de los mejores frutos:
la humildad intelectual. Por lo tanto, reconozcamos que no lo sabemos todo,
escuchamos a los demás, respetemos su punto de vista, cuestionémonos y estemos
dispuestos a seguir creciendo en relación.
Y si aún no estás muy convencido recuerda que Albert Einstein
afirmaba que un verdadero genio admite que no sabe nada. La pregunta es: ¿y tú?
¿de verdad sigues pensando que lo sabes todo? Porque si es así, ¿qué aburrido
no?
06 de Mayo de 2019 07:33
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