Si
has tenido ocasión de estudiar alguna materia o asignatura de
empresa seguro que uno de los primeros temas estaba relacionado con los siguientes
conceptos:
- Misión: valor de ser de la empresa, el por qué existe.
- Visión: a dónde quiere llegar la empresa, cuál es el objetivo.
- Valores: aquellos puntos de la cultura empresarial que se consideran irrompibles y son comunes a cualquier miembro de la organización, independientemente de cuál sea su función y posición en la jerarquía.
No
tanto por entrar a definir a fondo estos conceptos ni teorizar sobre ellos, sino
por dejar reflejado que es de lo más básico cuando comienzas a adentrarte en el
mundo empresarial, la gracia o mejor dicho la desgracia es que muchas empresas
no tienen en cuenta lo más básico y acaban pagándolo caro.
Cuando
la empresa no es capaz de transmitir su Misión, su Visión y ni siquiera sus
Valores a las personas que en ella trabajan llega el caos, llega el momento en
que los empleados pierden su rumbo y caminan en la dirección que creen conveniente.
¿Os imagináis la foto no? Un caos de personas sin orden, desorientadas,
desmotivadas y retroalimentándose negativamente cada día que viven sometidas a ese fatídico panorama.
Los valores permiten definir la organización como tal, permiten que las personas tengan claro si están alineadas o no con ellos y, además, permiten orientar conductas tanto de la propia autocrítica de los empleados como de la corrección emitida desde los puestos gerenciales y directivos.
Los valores permiten definir la organización como tal, permiten que las personas tengan claro si están alineadas o no con ellos y, además, permiten orientar conductas tanto de la propia autocrítica de los empleados como de la corrección emitida desde los puestos gerenciales y directivos.
Enormes
multinacionales han fracasado por entrar en una crisis de valores, porque la
falta de ética de quienes mueven los hilos engangrena todo el tejido de la
organización llevándole directamente a la muerte. Cuando se pierde la ética y
la moral de manera evidente, pues se actúa desde la propia iniciativa y sin tener en cuenta a todos como equipo, se toman decisiones equivocadas que en el
mejor de los casos puede provocar la huida del talento del que disponía la
empresa. Si no se hace nada por subsanar esta pérdida de valores y este
egocentrismo directivo que la provoca, no tardarán en verse consecuencias
nefastas para el negocio.
Honestidad,
confianza, comunicación, reconocimiento, solidaridad, equidad, justicia,
trabajo en equipo, transparencia y lealtad son algunos de los valores que la
empresa debería tener como parte de su ADN. Por el simple hecho de decir que somos "así o asá" o decir que
tenemos X valores integrados en nuestra cultura, no se asegura absolutamente nada si a la hora de la verdad las personas no son capaces de evidenciar su opinión en las decisiones y acciones que se llevan a cabo. Todo lo
contrario, cuando lo teórico y lo práctico no tienen relación alguna, las
personas se hartan y se marchan o... se hartan y se quedan, convirtiendo el
absentismo presencial en una lacra latente para la organización.
En
definitiva, y a modo de reflexión, parece que existen algunos directivos que padecen alguna especie de demencia en lo que a la lección más básica de la
emprendeduría y de la constitución de una empresa se refiere, obviando que por
mucho que inviertan en otras áreas (marketing, publicidad, infraestructuras,
nuevos productos…) no sirve de nada si las personas que tienen que llevar el
orden, el compromiso y el ritmo de todo ese engranaje se sienten totalmente
desorientadas.
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