En
esta ocasión te aconsejo sigas estos comportamientos que para mí son
fundamentales a la hora de buscar la productividad en mí mismo. Hay que ser
autocríticos y en ese difícil ejercicio debemos ser capaces de mirar en qué
aspectos podemos mejorar para lograr lo que esperamos y lo que esperan de
nuestro desempeño en el lugar de trabajo que ocupamos.
1. No
pienses que eres imprescindible.
Los
empleados somos prescindibles. Ante cualquier baja médica, vacaciones o
rescisión de la relación laboral cualquier persona podrá cubrir tu puesto sin
que el departamento o la empresa en la que trabajas tenga que cerrar sus
puertas. No debes intentar acaparar todo, estar conectado las 24h del día con el
mundo laboral y mucho menos hacer pensar a los demás que sin ti el trabajo no saldría.
Con ello sólo vas a conseguir dos cosas: fomentar tu estado de ansiedad y dar a
pie a los otros a que te exijan cada vez más, sobrepasando el límite de lo
posible pues tú mismo les has hecho creer que eres el único capaz de sacar la
faena adelante. Recuerda que eres empleado, pero también eres persona con vida
social y familiar y con la necesidad permanente de cuidar tu salud.
2. Sé
perfeccionista, pero de manera selectiva y no obsesiva.
El
perfeccionismo es bueno, pero de manera controlada. Ser excesivamente
autoexigente nos convierte en esclavos de lo que hacemos, porque sin darnos
cuenta vamos subiendo progresivamente nuestro grado de exigencia, llegando a
veces a situaciones en las que nos ponemos objetivos prácticamente
inalcanzables y cayendo en una frustración permanente cuando así ocurre.
Además, la autoexigencia mal gestionada nos lleva a exigir desmesuradamente también a los demás con todo lo que ello conlleva: mal clima laboral, poca empatía,
conflictos innecesarios, mala imagen de cara al exterior, absentismo…
3. Demuestra
eficacia y resolución de incidencias más que presencia en tu puesto de trabajo.
No
por estar en tu lugar de trabajo más tiempo del debido eres mejor trabajador ni
trabajas más que otro. Nadie pone en duda que en ocasiones tengamos que alargar
nuestra jornada por una sobrecarga puntual de trabajo, pero no hay excusa ni
motivos para que esto ocurra de manera frecuente. Si tienes que alargar tu
jornada más de lo debido casi a diario piensa en cuál es el problema, quizás no
te organices, quizás no todo lo que hagas sea verdaderamente urgente, quizás
deberías delegar algunas tareas…
4. Haz
una cosa a la vez, pero atendiendo a lo que es urgente y a lo que es importante.
Para
ayudarte con el punto anterior quizás te sirva antes conocer y aplicar la
Matriz de Eisenhower. En ella se trata de anotar en cada cuadrante las tareas
que realizas según sean tareas importantes versus no importantes y tareas
urgentes versus no urgentes. Según se sitúe esa tarea podrás determinar si
tienes que hacerla ya, si puedes posponerla, si tienes que delegarla o si es
una tarea que quizás no tengas que realizar.
5. Arriésgate,
equivócate y si te equivocas, corrige ¿por qué no?
La
era paternalista y controladora ya quedó atrás. Tener que consultar todo lo que
haces y ser simplemente ejecutor de lo que se te pide ya no debería ser tu
forma de trabajar. Ahora toca pensar, probar, arriesgar, equivocarse, aprender
y emprender. Es la era de la emprendeduría, de la innovación y de la
creatividad, donde la marca (ya sea personal o empresarial) adquiere un papel
fundamental para destacar con respecto a la competencia y ser el mejor, el
preferido ante la elección final del cliente.
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