Tendemos a sacrificar la
felicidad presente porque pensamos que la verdadera felicidad llegará más
adelante. No tenemos en cuenta que la felicidad hay que aprovecharla cuando se da.
Trabajamos en demasía porque
llegará un momento en el que no tendremos que hacerlo, ahorramos y nos privamos
de cosas que nos apetecerían hacer o tener porque así en el futuro podremos
tener aún cosas mejores, dejamos de prestar atención a los nuestros porque de
aquí a un tiempo tendremos tiempo para ello… y como estas, una interminable
lista de situaciones en las que como fondo posponemos lo que podría ser nuestra
felicidad presente por una incierta felicidad futura. Y digo incierta porque
nadie nos puede asegurar que el futuro venga cargado de momentos felices, ni
siquiera tenemos la certeza de que nosotros formemos parte de ese futuro.
A esto se le conoce como el
Síndrome de la felicidad aplazada, pues postergamos el bienestar presente por el
futuro que se cree mejor, pensando en la felicidad como si de un objetivo se
tratase y, por lo tanto, como una meta por la que hay que sacrificarse y
esforzarse. Pensamientos del estilo “cuando tenga más dinero seré feliz”,
“cuando tenga hijos seré feliz”, “cuando me jubile seré feliz”… nos acompañan a
lo largo de nuestros días desde que somos muy jóvenes y poco a poco vampos perdiendo aquella
alegría inocente que caracteriza a la infancia.
¿Recordáis la fábula de "La cigarra y la hormiga"?
La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol
brillaba, las flores desprendían su aroma...y la cigarra cantaba y cantaba.
Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero
trabajando, recogiendo alimentos.
- ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar?
Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. – Le decía la cigarra a
la hormiga.
- Mejor harías en
recoger provisiones para el invierno y
dejarte de tanta holgazanería – le respondía la hormiga, mientras transportaba
el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su
amiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso
del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos
de nieve, mientras la cigarra vagaba por el campo, helada y hambrienta. Vio a lo
lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
- Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo
de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo
nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la
cigarra.
- Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo
madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de
acá para allá?
- Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.
- ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila
durante el invierno-
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que
había aprendido la lección.
Con esta fábula vemos la
importancia de evitar ir a extremos. La cigarra aprovecha la felicidad presente
descuidando “la siembra” que le dará continuidad en el futuro, mientras que la
hormiga sacrifica sus momentos de disfrute presente para poder alcanzar la
felicidad más adelante.
El punto medio siempre es la
mejor opción. Deberíamos trabajar, ahorrar y esforzarnos por acumular de cara
al futuro como hace la hormiga, pero también deberíamos disfrutar de nuestro
tiempo libre, darnos los caprichos que nos merecemos y pensar en disfrutar del “ahora”,
otorgándole incluso más importancia que al “después”, como hace la cigarra.
Sin llegar a ser hormigas y
sin llegar a ser cigarras estoy seguro que seremos más capaces de encontrar y
aprovechar la felicidad que nos rodea en prácticamente cualquier situación y momento.
Breve y excelente reflexión, que no solo sería útil para l@s pequeñ@s, sino también para varios adultos, incluyéndonos.
ResponderEliminarGracias por tomarse el tiempo de escribir sobre este tema tan importante.
Saludos¡
Muy cierto! Gracias a ti por tomarte el tiempo en leerme y hacerme llegar tu comentario. :)
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