No existe producto sin marca ni marca sin producto. Simplemente porque un producto sin marca no vende y una marca sin producto no tiene sentido.
Jorge Mario Bergoglio, bajo
la marca “Francisco”, promulgó su
producto desde el primer instante en el que salió al balcón del Vaticano para
presentarse ante el mundo. El producto del Papa no es otro que el de
representar a la Santa Sede como máximo exponente y seguidor de Pedro.
Pero de productos existen
muchos iguales, la diferencia radica en la marca. Tanto Soprole como Danone son
marcas de yogures, pero no cabe duda de cuál goza de un mayor prestigio. Del mismo
modo son muchos los Papas que han pasado y pasarán por la historia de la
Iglesia con el mismo producto, pero la exclusividad (la marca personal o personal branding) radica en aquello que les hace
diferentes los unos de los otros.
Tras el aclamado “Habemus
Papam”, lo primero que supimos el pasado 13 de marzo fue el nombre que
Jorge Mario había escogido: Francisco, un nombre con el que ningún otro Papa
hasta ahora había asumido el pontificado. Además se trata del primer Papa
hispanoamericano y jesuita. Por lo tanto, tres primeras señas diferenciales de
la marca del Papa que le otorgan ya de entrada cierta exclusividad.
Una vez el mundo entero
sabía el nombre del nuevo pontífice comenzaron a vislumbrarse otras
características del producto: sencillez, humildad, cercanía, empatía,
templanza, austeridad… características con las que la marca personal de
Francisco irá tomando renombre siempre y cuando exista coherencia entre lo que promulga y lo que haga a partir de ahora.
A dos semanas del
nombramiento podemos decir que, de momento, el Papa ha ido demostrando la
coherencia entre esas características y sus palabras y actos.
Prueba de ello son algunos
detalles y momentos que han dado la vuelta al mundo:
- Utilizó una vestimenta sencilla en su presentación ante los fieles, a diferencia de sus antecesores.
- No aceptó que le colocaran la cruz de oro que le ponen a los Papas, sino que prefirió seguir con su cruz de madera.
- Sus primeras palabras fueron de los más cotidianas posibles: “Buona sera”, con un tono cercano y un lenguaje calmado y sencillo.
- “Rezad por mí”, pidió a la multitud, repartiendo su protagonismo del momento entre todos los fieles.
- Acostumbrados a escuchar unos tonos de voz papales muy solemnes y serios, el tono de Francisco ha demostrado ser pausado, comprensible y acompañado siempre de una sonrisa.
- Finalizado el primer discurso se desplazó en el mismo microbus en el que viajaban el resto de purpurados, prescindiendo del vehículo papal.
- Utilizó los mismos zapatos que había llevado en su viaje a Roma.
- Pidió que el Anillo del Pescador no fuera de oro, sino de plata dorada.
- Maneja su espacio social rompiendo protocolos de distancia como el momento en el que besa en la mejilla a la presidenta argentina tras recibir de ella un regalo o el momento en el que se baja del Papamóvil para ir a abrazar a unos conocidos en mitad de la Plaza de San Pedro.
Ante
la presencia de los periodistas, Francisco dijo: “¡Cómo me gustaría tener una Iglesia pobre y para los pobres!”.
Tendremos que ver si éste, su eslogan,
consigue hacer que la marca “Francisco” sea una marca de éxito que deje
impronta a lo largo de la Historia.
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