Una
de mis grandes pasiones, que seguramente comparto con muchos de vosotros, es
viajar. La experiencia de salir de mi ambiente para experimentar un cambio de
aires es una de las cosas que más me ha enriquecido como persona durante los
últimos años. No sé hasta qué punto ni exactamente bajo qué términos, pero me
atrevería a decir que incluso mucho más de lo que mi rutina del día a día puede
llegar a hacerlo.
Por
poner porcentajes aproximados:
De los 365 días que tiene el año…
o
Un 29% (a una media de 7h) lo dedico a dormir
o
Un 6% a las comidas
o
Un 23% (contando desplazamientos) a trabajar
o
Un 7% a las redes sociales (OMG!)
o
Un 8% (1 mes) lo dedico a viajar
o Obviamente, en el 27% restante se incluyen el
resto de actividades: higiene personal, médicos, compras y ocio, ver tv,
lectura, amigos, familia… y, por supuesto, preparar todo lo que conlleva ese 8% que he indicado como porcentaje dedicado a la acción propia del viaje en sí.
¿Por
qué dentro del 27% de mi tiempo restante hago mención especial al que dedico a los preparativos de un
viaje?
Se
ha demostrado que elegir el destino, buscar información, comprar vuelos,
reservar hoteles, preparar ruta… genera un estado emocional que te mantiene
feliz durante mucho más tiempo del que dedicas puramente al viaje en sí. Del
mismo modo que el recuerdo tras la vuelta, la huella que deja en tu memoria,
mantiene la emoción mucho más allá del fin de esa aventura.
Las personas somos emociones las 24 horas del día y los 365 días del año. Estas emociones no aparecen y se van, sino que dejan cierta pisada que va a tener una durabilidad e impacto sobre la persona mucho más allá del momento o la situación concreta que la haya producido. Dependerá de cuál sea el hecho que la provocó, dependerá de si esta emoción ha sido positiva o negativa y, por supuesto, dependerá de las características personales del individuo, esa emoción será más o menos intensa y duradera.
Viajar,
en mi caso y hasta la fecha, me ha aportado emociones más que positivas. Desde el
momento en el que decido un destino, un compañero/a de viaje o
incluso si viajo solo y valoro todo los pro y contras de esa decisión… mi
cuerpo experimenta una serie de emociones que van variando a lo largo de esas
semanas o meses (miedo, coraje, alegría, duda, tristeza…), pero todas en su
adecuada dosis y formando cada una parte de un todo que finalmente va a determinar la valoración
positiva o negativa que extraeré de la experiencia vivida.
Quiero
finalizar esta introducción al 2018 haciendo una especial defensa al tópico de
que viajar no es sinónimo de irse a miles de kilómetros, ni es un lujo sólo de
ricos… sólo se requieren dos cosas: tiempo y ganas.
Si
el 2017 he estado publicando sobre especias culinarias y aspectos relacionados
con las personas, que vienen siendo temática habitual en este blog desde 2012, este año
haré lo propio con 12 destinos que escogeré para cada uno de los doce meses que
tenemos por delante.
Espero,
como siempre, que disfrutéis de las lecturas, que opinéis tanto como os
apetezca y que me hagáis llegar propuestas, comentarios o incluso artículos que
elaboréis y queráis que comparta en mi espacio.
Y, por supuesto, espero que al leer mis artículos sintáis ganas por viajar... repito que soy de los que defienden que haciéndolo crecemos como personas.
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