Como personas tenemos la necesidad y costumbre innata
o adquirida (es lo de menos) de compararnos siempre con los demás: “este/a vive
mejor que yo”; “esta persona tiene mucha más suerte que yo”…
Principalmente, para las comparaciones
en las que nosotros aparentemente somos los perjudicados, hacemos especial
hincapié y ponemos especial importancia en resaltar lo bien que viven otros
versus lo mal que vivimos nosotros.
Si además se trata de personas que
viven en nuestro entorno más cercano y con quienes tenemos que interactuar,
elaboramos prejuicios que afectan sin duda a nuestra relación con ellas. Podemos
llegar a pensar algo como: “mira esta mosquita muerta la suerte que está
teniendo, todo le ha venido dado y encima tiene el valor de quejarse… la vida
es tan injusta, ojalá estuviera yo en su lugar,…”, creando un círculo vicioso
en el que, antes de llegar a conocer a esa persona, ya te cae mal; reaccionando
con estupidez a cualquier comentario que nos haga y dando lugar a que esa
persona nos responda también a ese nivel, confirmándose por tanto lo que habíamos pensado de ella.
Ronda por ahí un dicho que nos
recuerda que “Cada persona que ves está luchando una batalla de la que tú no
sabes nada. Sé amable siempre”.
Creo que todavía no he conocido a
nadie que no haya tenido o tenga problemas en la vida. Diferente es que no los
cuenten, que te enteres por terceros o incluso mucho tiempo después, pero quien
más quien menos tiene batallas con las que luchar diariamente (personales, de
relación, profesionales…). La manera en cómo cada uno las afronta y la manera
en cómo cada uno parece más o menos feliz de cara al resto del mundo es lo que equivocadamente nos acaba por determinar si una persona tiene más o menos suerte en comparación a
otras… pero repito, vivimos en un mundo de apariencias, donde nada es lo que
parece.
Por ello, si cuando conocemos a
alguien pensamos dos veces sobre esto antes de emitir nuestro juicio de valor,
seguramente nos estemos dando la oportunidad de conocer mejor a esa persona a
la vez que le estamos dando la oportunidad a ella de poder expresar sus
inquietudes que a simple vista somos incapaces de ver. Sólo de esta manera podremos evitar equivocarnos y mantener relaciones interpersonales mucho más sanas.
No debemos olvidar que todos somos personas, que como dije una vez, todos acabamos en una caja de pino, que la vida te puede mirar de lado o de culo, pero que a nadie le mira plenamente de cara, porque tarde o temprano todos somos víctimas de situaciones que ni el dinero, ni el poder, ni la fama, ni la belleza pueden esfumar y vencer sin que seamos nosotros mismos los que estemos en primera línea de batalla.
No debemos olvidar que todos somos personas, que como dije una vez, todos acabamos en una caja de pino, que la vida te puede mirar de lado o de culo, pero que a nadie le mira plenamente de cara, porque tarde o temprano todos somos víctimas de situaciones que ni el dinero, ni el poder, ni la fama, ni la belleza pueden esfumar y vencer sin que seamos nosotros mismos los que estemos en primera línea de batalla.
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