Normalmente, nos dedicamos a dar consejos de construcción de marca para que ésta sea reconocida y triunfadora,
echando por tierra aquellos errores que pueden destruir una marca en cuestión de minutos.
Pero también hay que tener muy en
cuenta, y el ejemplo de hoy es claro y actual, que la construcción de una marca
que a priori parece estar destinada al fracaso puede tener un efecto totalmente
sorprendente y triunfador.
Es el caso del futuro Presidente de
los Estados Unidos, Donald Trump, quien ha tenido una campaña política de lo
más polémica por sus comentarios racistas, misógenos y maleducados, pero que
aún así ha conseguido ser el electo en las Presidenciales estadounidenses
celebradas la semana pasada.
¿Qué ha hecho triunfadora a una marca
que entierra cualquier valor ético y moral tal y como se concibe por la mayoría
de personas? Pues exactamente lo mismo que en su día hicieron triunfar a
líderes negativos como fueron Adolf Hitler, Mussolini o Sadam Hussein, por poner sólo algunos
ejemplos: el impacto emocional que sus marcas transmitieron.
Las emociones negativas tienen más
impacto y durabilidad en nuestra mente que las positivas. Ante un
acontecimiento negativo, nuestra tristeza será tres veces más duradera que la
alegría y la felicidad que nos provoca un hecho positivo. Lo mismo ocurre con la
sorpresa (positiva o negativa) ante algún comentario, que tiene un mayor efecto
e impacto en nosotros que cualquier comentario que se espera o se considera
normal. Ésta ha sido la estrategia de Trump en sus discursos políticos: ha jugado con las emociones de los ciudadanos al hacer o decir cosas que
sorprendían, impactaban y duraban mucho más que cualquier debate de su
competidora demócrata Hillary Clinton.
Ser prepotente, descalificar a otros,
recurrir a actitudes infantiles y tomar una posición en contra de los inmigrantes,
son actos que generan sorpresa y debate en cualquier foro,
independientemente se compartan o no estas posturas.
El resto de los aspectos del discurso
de Trump y su construcción de marca ha seguido las “normas” y consejos de posicionamiento
de branding que siempre hemos comentado:
- Ha sido consistente y coherente en sus comentarios. En ningún momento ha tenido mensajes contradictorios. Si dijo que iba a deshacerse de los ciudadanos extranjeros ilegales y construir un muro en la frontera con México pagado además por los mexicanos, lo ha mantenido hasta el final a pesar de las polémicas suscitadas en muchos lugares.
- Ha demostrado confianza en lo que decía. La convicción con la que ha defendido sus ideas, impensables e inimaginables para muchas personas, hacen que los ciudadanos acaben confiando en que realmente se van a llevar a cabo. Por mínimo que sea el apoyo o el estar de acuerdo en algo de lo que dice, se genera un vínculo de confianza difícil de romper.
- Ha tomado una posición, en la que como con sus negocios tiene todas las de perder o todas las de ganar. No ha querido quedar bien con todos, sino que ha rechazado a unas personas y ha apostado por otras, con las que se aseguraba convertirlas en sus seguidores fieles.
- Ha conseguido ser reconocido. Haber sido “simpsonizado” en la serie de dibujos, haber aparecido en la tan taquillera “Solo en casa” o en la serie “El Príncipe de Bel Air” fueron hechos que pasaron desapercibidos por millones de espectadores, pero sus comentarios, que no han dejado indiferente a nadie, le han convertido en pocos meses en una de las personas más populares del mundo.
En definitiva, está claro que hay en
común unas formas de hacer tanto para personajes aclamados como para personajes
polémicos sin las que difícilmente se consigue fijar y potenciar una marca. Pero
en este caso, Donald Trump nos da una lección de que a veces las marcas que
parecen más débiles se convierten en las más poderosas por recurrir al factor sorpresa,
aprovechando el poder de las emociones que controlan a cualquier ser humano,
convirtiéndonos en impulsivos y poco racionales al tomar decisiones como las
que se presenciaron ante las urnas el pasado 9 de noviembre.
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