miércoles, 9 de noviembre de 2016

La ilusión puede marcar la diferencia en un proceso de selección

El contexto de crisis que ha enmarcado todos los ámbitos de estos últimos años ha hecho mella especialmente en el éxito de encontrar un empleo acorde a las expectativas, formación y experiencia de los candidatos.

Estamos siendo testigos de una generación de estudiantes prácticamente perdida. Jóvenes con ilusión que se matriculaban en carreras universitarias, las finalizaban, y tenían que marchar al extranjero en búsqueda de un empleo nada que ver con el de su nivel formativo, dejando atrás absolutamente todo.

Hoy en día, y ahora que parece que vuelve a renacer la esperanza de encontrar un empleo sin tener que irse demasiado lejos, son muchas las personas que tienen carreras universitarias, que dominan idiomas y que se especializan con la realización de algún máster. La competencia de candidatos en cualquier proceso de selección es ahora muy elevada.

Los entrevistadores disponen de un mayor número de perfiles preparados con alta cualificación para la mayoría de puestos vacantes que deben cubrir. ¿Qué aspectos son entonces los que van a hacer diferenciar a un candidato de otro, si ambos comparten formación prácticamente idéntica?


Entran en juego los valores, ciertos rasgos personales que permiten seleccionar a aquel candidato que la empresa considere más se asemeja al perfil buscado o a las líneas estratégicas de la compañía.

Atrás quedaron aspectos como la permanencia en la empresa, uno de los más valorados antaño, que además premiaba (económicamente y a través de promociones internas) a los empleados conformen cumplían años en la compañía. 

Ahora se valoran aspectos como:

  • Compromiso: no importa el tiempo que estés, pero si estás estás. Es decir, te van a valorar mucho la implicación al 200% que vayas a tener en el trabajo que realices mientras estés en esa empresa o proyecto.
  • Trabajo en equipo: el individualismo en la realización de tareas da paso al trabajo colaborativo. La suma de todos es mucho más que una simple suma; se convierte en una multiplicación de talento.
  • Adaptabilidad: las tareas estables y fijas en el tiempo ya forman parte del pasado. Ahora se premia la polivalencia, personas que sepan hacer de todo y se adapten a tareas diversas cuando surja una necesidad que apriete.
  • Sinceridad y honestidad: ¿os habéis dado cuenta que la mentira compulsiva es un rasgo que comparten cada vez más muchas personas? Está claro que el entrevistador va a indagar y valorar mucho que no mientas en tu CV y obviamente durante la entrevista.
  • Empatía: si vamos a trabajar con personas, teniendo claro que todos somos distintos, el saber ponernos en lugar de los demás y valorar sus opiniones y sentimientos es clave para el entendimiento y rendimiento profesional.
  • Proactividad: las empresas ya no buscan perfiles reactivos, que hagan lo que se les dice que tienen que hacer. Se valoran las personas que se adelanten a los problemas y que en vez de buscar errores y culpables, propongan soluciones.
  • Y, sobre todo, Ilusión: si un empleado no pone ilusión y ganas en lo que hace, de nada sirve todo lo anterior. Hacer las cosas con afán de conseguir objetivos que nos van a beneficiar a todos (empleados y empresa), tener ganas de aprender y poner en práctica y transmitir este entusiasmo al resto del equipo es realmente el valor estrella para que tu solicitud de empleo sea la que más destaque.

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