Uno de esos términos que ha ido
adquiriendo fuerza estos últimos años en el entorno profesional es el de
“engagement”, entendido como la implicación y compromiso de un empleado en la
empresa en la que trabaja.
A veces cuando se pone de moda un
concepto como este, las empresas tratan de ponerlo en práctica mediante nuevas
estrategias de comunicación, coaching y formación a los empleados, pero en
muchas ocasiones no se es consciente de que existen respuestas mucho más a
mano de lo que se cree.
No por dar formación a tus empleados,
no por decirles que a partir de ahora vas a poner en práctica una política
comunicativa más eficiente y no por hacerles ver que la organización apuesta
por el magnífico mundo de la emprendeduría y las redes sociales conseguirás que
tus empleados se vuelvan más comprometidos e implicados con la firma. Todo
subyace a aspectos más intangibles que siempre han existido, aunque a menudo se
han olvidado. Esto es, la motivación, el encontrar un motivo por el que las
personas hacemos lo que estamos haciendo.
Partiendo de esta base debemos
entender que los motivos por los que cada empleado acudimos cada día a nuestro puesto
de trabajo y desempeñamos las funciones que son de nuestra competencia, son diversos,
individuales y variables a lo largo del tiempo. Quizás cuando alguien comenzó a
trabajar en la organización su principal motivo era el tener unos ingresos que le
ayudaran a ser más independiente; con los años se estabilizó económicamente y su
principal motivo se centró en poder desarrollar una profesión, adquiriendo
nuevos conocimientos y alcanzando nuevas metas; posiblemente, más adelante sus
motivos vuelvan a cambiar y la promoción interna sea el principal motor de su actividad
diaria. En definitiva, como ejemplo, cada uno tendrá sus motivos y por eso nunca
podremos atender a todos los empleados bajo el mismo criterio. El “café para
todos” ya no sirve, ésta es ya una filosofía que debería extinguirse en las
empresas, pues si bien asegura la motivación de aquellos cuyos intereses estén
alineados con el ofrecimiento de la empresa, asegura también la desmotivación
de todos aquellos a quienes no se les está atendiendo sus
necesidades de manera individual.
No podemos ni debemos aplicar las
mismas tácticas de engagement a todo el equipo. Debemos atender individualmente
a cada persona y darles, en la medida de lo posible, aquello que necesitan para
mantenerles motivados. Ahorraremos mucho tiempo y energía en hacerlo de esta
manera, sin pretender cambiar las actitudes de los empleados con tácticas
grupales (comunicación, formación, ofertas…) que pueden no estar cubriendo las
expectativas de la plantilla al completo.
Es importante que recuerdes que si tienes
a todo tu equipo motivado no tendrás que esforzarte tanto en mejorar actitudes; en este caso, el engagement estará asegurado.
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