En
esta ocasión te hablo a ti que ocupas el cargo de la alta dirección de tu
empresa o algún cargo de responsabilidad en el departamento de recursos humanos
de la misma. A modo de reflexión intentaré plasmar en las próximas líneas algo
sobre lo que he pensado en estos últimos años y sobre lo que he discutido y
compartido opinión con colegas de profesión. Me agradaría saber que mientras las estés
leyendo también ocurra que tu pensamiento y el mío estén alineados.
Durante
los últimos años hemos vivido y muy probablemente sigamos viviendo una de las peores
crisis económicas de las últimas décadas. La crisis nos ha traído numerosos cambios
que nos habrán afectado más de lleno o más de refilón, pero quién más quién
menos conoce a alguien que ha sido víctima de todo este panorama.
En
el mundo laboral muchas han sido las empresas que han tenido que reducir sus plantillas,
que han tenido que reducir jornadas, que han cerrado sucursales o, aún peor, que directamente han desaparecido del mapa. Los empleados hemos tenido que adaptarnos a esos
reajustes que las empresas se han visto forzadas a realizar por asegurar su
supervivencia, reajustes lógicos y esperemos que acertados con tal de encontrar
el bien común de la empresa y de quienes en ella trabajan.
Pero la buena praxis no se puede generalizar y todos hemos escuchado casos en los que el empresario deja de lado sus valores y principios aprovechándose de la situación y cruzando los límites de lo necesario en ese momento, llegando a lo que se puede considerar un exceso en perjuicio del empleado.
Debemos
ser conscientes que si queremos preservar el talento en nuestras organizaciones
y tener a los mejores de cada sector nunca podremos rebasar la barrera de lo
justificable. Cualquier empleado es consciente que esta crisis nos obliga a
vivir en un tira y afloja y ha aceptado la situación como ha venido cuando
ésta ha sido explicada abiertamente, con transparencia y aplicada con
coherencia y de manera justa. Cuando las decisiones empresariales se han
llevado a cabo con informaciones ocultas o difusas generando rumorología y
sensación de abuso, el empleado ha sentido ser una víctima de la estafa y de
que su perjuicio ha ido en favor del beneficio empresarial (sin que ello tuviera
por qué ser cierto en todos los casos).
La
poda del árbol se debe hacer a su justa medida y nunca cortando más de la
cuenta, pues puedes terminar matándolo. Actuar tarde o sin incidir en los
puntos críticos puede ser un problema para la supervivencia de la empresa, pero
actuar en exceso y aprovechándose de la situación puede ser un perjuicio para
los empleados que, tarde o temprano, repercutirá negativamente en la empresa, pues aprovecharán cualquier oportunidad para salir del lugar donde no les han
visto como personas sino como números. En este caso, la empresa puede estar dejando escapar su
talento por haber actuado pensando en el corto plazo y no siendo consciente de
las consecuencias futuras de sus actos.
En
definitiva, cuidar del equipo humano es la clave del negocio. Cuando llegan
épocas difíciles empresa y empleados debemos arrimar el hombro para llegar al
punto de rentabilidad que el negocio necesita para mantenerse en situación de
no pérdidas y para el mantenimiento de los puestos de trabajo, pero en épocas
de bonanza la empresa también debe responder a los empleados gratificando el
esfuerzo y la dedicación. Una relación basada en el compromiso mutuo siempre va
a ser una relación sana para ambas partes.
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