En momentos de flaqueza empresarial, derivados de cambios organizativos
internos, crisis económicas o debilidades en el sector, los empleados esperan
la aparición de un líder salvador. Es ese momento de incertidumbre generalizada
que aprovechará el líder narcisista para hacer su aparición, para presentarse
como solucionador de la situación. Y es ese momento en el que desesperadamente
el equipo se agarrará a un clavo ardiendo y, paradójicamente, apoyará al salvador y
le entregará gratuitamente el protagonismo que precisamente él necesita y estaba buscando.
No será hasta pasado un tiempo que la gente empezará a darse cuenta de que
en realidad la situación de crisis fue superada con éxito por otros motivos y que el apoyo y
reconocimiento que le estuvieron dando al líder, en realidad, fue erróneo y fruto de la histeria y desesperación colectiva. El líder narcisista, sin embargo, habrá vivido su época de gloria,
disfrutando del reconocimiento recibido, probablemente de los beneficios
obtenidos a modo salarial o de promoción y habrá sabido jugar con las
informaciones para compartir aquello que beneficiaba más su imagen, guardándose
para sí lo que no fuese preciso mostrar o aquello que le hacía tener el poder y
el control en su mano.
Este tipo de líder, que al fin de cuentas sólo piensa en sí mismo, se encuentra en ese momento ya en la posición deseada para seguir viviendo del cuento el resto de sus días/años de actividad laboral, esperando que su director le despida y le indemnice con una gran cantidad de dinero, o bien buscando en otra compañía una nueva situación de la que podrá sacar provecho próximamente.
Atrás habrá dejado a un equipo más competitivo en el sentido negativo de la palabra, un clima laboral crispado, desmotivado por no haber sacado nada en claro desde que la crisis se originó y, muy probablemente, por haber estado dándolo todo para remontar la situación sin haber conseguido nada a cambio, ni siquiera reconocimiento verbal.
Por suerte en el mercado laboral, cada vez más, las plantillas están mejor formadas, han vivido
experiencias de todo tipo al haber tenido varios empleos en su trayectoria
laboral y, por ello, son más ágiles a la hora de desenmascarar tempranamente a
este tipo de personas que vienen a "salir siempre en la foto", pero a
trabajar lo menos posible y hacer que los demás lo hagan por él. Por ello, el
título de esta entrada afirma que llega el fin de esta tipología de líder, un tipo de líder negativo que contrasta con aquel que verdaderamente triunfa y hace triunfar a las organizaciones: el líder
humilde, "campechano", empático, colaborativo, transparente y
modesto, capaz de ponerse al frente de las decisiones más incómodas, pero capaz
también de arrimarse hombro con hombro con cualquier empleado, independientemente de
la tarea que desempeñe y del rango jerárquico que éste ostente.
Como en la vida misma, el ego nos aleja de las personas, mientras que la humildad nos abre puertas y nos acerca a ellas. El líder humilde no alardea de sus puntos fuertes, pero tampoco siente vergüenza de ellos y trata de fortalecerlos y mejorarlos aprendiendo de los demás. A cambio, ayudará a los otros en todo lo que pueda sin esperar alabanzas ni reconocimientos, pues visualiza y actúa en todo momento con una conducta orientada al ganar-ganar.
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