viernes, 10 de septiembre de 2021

Trabajar en RRHH exige ser un buen malabarista

Hace unos días me preguntaban cuál era mi opinión de trabajar en recursos humanos y qué fue lo que me motivó a decidirme por esta profesión. 

Si cuando opté, hace ya unos cuántos años, dedicarme al mundo de recursos humanos hubiera sabido que no únicamente consistía en hablar con personas para, desde un punto de vista psicológico, decidir si cumplían el mínimo requerido para ocupar un puesto de trabajo determinado, sino que la profesión iba a tener implicaciones de otras muchas facetas, todavía con más entusiasmo hubiera decidido dedicar mi vida profesional a ello. Con esto, afirmo ya desde un principio que no me equivoqué y que me alegro de haber tomado aquella decisión.

Con el paso de los años, y con la rapidez con la que todo cambia, he podido constatar que para dedicarse a recursos humanos se requieren ciertas dotes de malabarismo. No únicamente las emociones (que ya es mucho) juegan un papel fundamental en cualquier relación que el profesional tenga con un candidato o con su cliente interno, sino que hay muchísimos otros factores ajenos al departamento de recursos humanos que afectan directamente a las decisiones que se tengan que tomar.

Desde aquel 2004 que finalicé mis estudios universitarios y comencé a adentrarme en el apasionante mundo de los recursos humanos, la tecnología ha avanzado muchísimo (las entrevistas a distancia casi eran inexistentes y cuando se hacían era por Messenger o Skype. WhatsApp, por supuesto, no existía y sólo podíamos enviar SMS a los candidatos), las leyes y la jurisdicción laboral se han modificado continuamente, especialmente con cada cambio de gobierno (el registro de jornada no era obligatorio, la paternidad era de 4 días y no de 12 semanas como ahora,…), la sociedad también ha cambiado, los valores de las nuevas generaciones tan distintos a los de generaciones anteriores, la economía que ha sufrido por lo menos un par de crisis importantes, la pandemia que ha trastocado prácticamente todas nuestras rutinas, el cambio climático que también influye en las políticas y normativas empresariales… y podríamos continuar con un sinfín de circunstancias ajenas a ese momento de despacho en el que un entrevistador y una entrevistado dialogan tratando de llegar a un punto de entendimiento para lograr firmar un contrato de trabajo.

El departamento de recursos humanos debe saber lidiar con todas estas circunstancias ajenas y sus constantes cambios para intentar siempre mantener una estabilidad y comodidad de los empleados en su lugar de trabajo. Esto supone verdaderamente un gran reto cada día, pues cualquier cambio en estas áreas de la vida afectan directamente a la empresa y, por consiguiente, a las personas que en ellas trabajan. Un cambio tecnológico, que seguramente nos lleve a una mejora en eficiencia y eficacia, tiene que pasar por una gestión de quejas de algunos empleados que por falta de habilidades informáticas, miedos o simplemente desidia no van a poner el camino fácil. Lo mismo ocurrirá cuando exista un cambio en la ley, el cual probablemente provoque que haya empleados que pongan reticencias hasta lograr entender que las leyes y las normas están para atajarlas sin que puedan aplicarse a la carta. Una crisis económica seguramente haga que los beneficios se vean congelados temporalmente, del mismo modo que las revisiones salariales, hecho que también causará controversia entre la empresa y aquellos que no saben ver más allá de las cuatro paredes de su lugar de trabajo. Las normativas internas que las empresas deben seguir para resguardarse del Covid, para intentar no perjudicar tanto el medio ambiente, para adaptarse mejor a las demandas de los clientes,… también serán motivo de disconformidad para algún colectivo.

Estas reticencias, quejas, disconformidades… al final acaban afectando al estado emocional de la persona, a su motivación, al desempeño, contagiando fácilmente a quienes tiene al lado. Y esto, aunque parezca que no, es todo materia de recursos humanos, departamento donde suelen recaer todos estos problemas como jarro de agua fría para, a partir de ahí, poder ir gestionando las tensiones iniciales y reconvirtiéndolas en positivismo, a veces desde el propio departamento y, otras, con la ayuda de otros departamentos corporativos.

Al ser yo una persona activa, que no me gusta la rutina, creo que doy respuesta a esa pregunta que me hicieron hace unos días. Recursos Humanos es un mundo apasionante porque uno nunca llega a aburrirse, porque no existen rutinas estables y porque siempre va a haber novedades que trastoquen tus planificaciones. Si, además, esto casa con tu forma de ser, te verás gratamente compensando cuando eches la mirada atrás y compruebes que has sido capaz de calmar las aguas turbulentas y seguirás expectante por cuándo llegarán las siguientes, siempre con el objetivo último de cuidar a las personas que forman parte de la organización para la que trabajes.

2 comentarios:

  1. Muy buen me sentí identificada porque también he sido malabarista de RRHH por muchos años!

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    1. Gracias por tu comentario. Creo que quien haya trabajado en RRHH y no haya sentido esto es que ha vivido muy bien Jajaja. Pero como dicen "sarna con gusto..."

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