En Europa ya nos encontramos sumergidos de
pleno en la segunda ola de la pandemia del Covid19. Era de esperar, según la
evolución histórica de otras pandemias, la llegada de nuevas oleadas tras la
primera que nos cogió a todos por sorpresa. Poco más sabemos de este virus y
todavía queda mucho por descubrir, por luchar y camino que recorrer para lograr
erradicar al coronavirus de una vez por todas, pero si algo nos está haciendo
esta cuesta todavía más empinada no es otra cosa más que la impotencia de ver cómo
unos se están dejando la piel diariamente en los hospitales y otros, en cambio,
se están dejando la vergüenza (si es que algo les queda) en casa cada mañana
cuando se dirigen a los Congresos y Administraciones a "comunicar sus
soluciones". Esas comillas que acabo de utilizar de manera totalmente
intencionada e irónica, me ayudan a introducir la temática de este nuevo mes:
la comunicación.
Pero antes de seguir con esta crítica
compartida por la mayoría de ciudadanos, seamos de un lado, del otro o de ninguno,
os presento también al animal con el que haré analogía en términos de
comunicación: el Delfín.
El delfín es un animal mamífero de la familia de los cetáceos que
puede medir entre 2 y 8 metros, con cabeza de gran tamaño, hocico alargado y un
orificio respiratorio sobre la cabeza. Suele tener un color
grisáceo, aunque también pueden ser negros, blancos, azulados o incluso
rosados. Es un animal carnívoro que se alimenta, principalmente, de peces y
calamares. Alcanza su madurez sexual a los 11 años y, a diferencia de otras
especies, puede mantener relaciones sexuales sólo por placer. Según la especie
(hay unas 40), puede variar su periodo de gestación, pero éste suele estar
entorno a los 10-12 meses, tras los cuales suelen dar a luz a una sola cría.
Los delfines están acostumbrados a vivir en sociedad y grupos familiares, entre
quienes pueden establecer fuertes vínculos, llegando incluso a cuidarse cuando
alguno de ellos enferma. La esperanza de vida de estos animales suele ser de
entre 25-30 años en libertad y hasta 45 cuando viven en cautiverio. Son
animales muy inteligentes que utilizan gestos, bailes y sonidos para
comunicarse. La comunicación de estos animales sigue siendo todavía un gran
misterio para los científicos, quienes aseguran que tienen una forma muy
similar de comunicación a la humana, utilizando incluso palabras y respetándose
en el turno del habla.
He querido poner de ejemplo al delfín en
este tema tan complejo y que genera tantos problemas a los seres humanos como
es la comunicación, por supuesto cuando ésta se usa indebidamente. La última
temática tratada en este blog fue la de la coherencia, concretamente,
analizamos cómo el ser humano es bastante incoherente en muchas ocasiones entre
lo que piensa, dice y hace y cómo esta incoherencia nos acarrea serios
problemas en nuestras vidas. La comunicación es el hilo conductor de
esta falta de coherencia, una comunicación que obviamente es nefasta cuando
hablamos de la incoherencia humana, de la que desgraciadamente durante estos
meses de pandemia estamos siendo testigos. Una comunicación con todos los
errores que puedan llegar a cometerse y que hace insostenible una lucha con
total eficacia y contundencia contra este maldito bicho.
Los virólogos y científicos que alertan de
lo que se nos viene encima, los médicos y demás equipo sanitario que nos
explican cómo las urgencias y unidades de cuidados intensivos se están
colapsando, los políticos que hacen oídos sordos a los expertos y se dedican a
mentir, manipular y a tomar medidas sin sentido y totalmente efímeras que
desconciertan a la población y, para colmo, unos medios de comunicación que
debaten en mesas de tertulia donde todos saben de todo y opinan libremente,
metiendo cizaña y despistando todavía más a quienes les escuchan. Con este
panorama, ¿cómo pretendemos que la gente siga unas normas?, ¿cómo pretendemos
que la gente no se eche a la calle?, ¿cómo pretendemos que la gente no empiece
a pensar que detrás de todo hay intereses políticos, empobrecimiento de las
clases sociales más marginales, mayor distanciamiento social y un virus que
quizás se ha hecho en un laboratorio para provocar precisamente todo esto?...
ni el bueno es tan bueno, ni el malo tan malo, pero parece que estamos usando
nuestra principal herramienta (la comunicación) para hacer al bueno un santo
que se queda en casa sin visitar a sus seres queridos por miedo a todo y al
malo un demonio que se dedica a ir sin mascarilla escampando el virus por toda
la ciudad.
Si, como decía antes, la
comunicación mal usada puede tener muchas fugas (exceso de
información, datos no contrastados, falta de empatía, lenguaje no verbal
discordante con el verbal, falta de respeto, persuasión, decir lo que se piensa
sin tener en cuenta a los demás, etc...), aquí y ahora se están utilizando
todas.
LA FORMA EN QUE NOS COMUNICAMOS CON OTROS Y CON NOSOTROS MISMOS, DETERMINA LA CALIDAD DE NUESTRAS VIDAS (Anthony Robbins) |
Los animales no cometen tantos errores
comunicativos; los delfines por ejemplo con su comunicación compleja nada
envidiable a la humana según muchos expertos, son capaces de respetarse en los
turnos del habla, son capaces de danzar, saltar y nadar hacía un mismo lugar
sin rozarse y haciéndolo de manera coordinada, son capaces de ayudarse en
sociedad cuando alguno está herido o enfermo... ¿por qué el ser humano, y más
concretamente los líderes de la manada, no son capaces de actuar coordinados, con
respeto y pensando un poco más en los demás?.
Decíamos que los científicos tienen mucho campo por descubrir en el sistema de comunicación de los delfines, pero realmente el campo se convierte en un universo si quisieran investigar sobre los porqués del complejo comportamiento humano, que parece cada vez más tendente a lograr su propia autodestrucción.
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