Estamos en NOVIEMBRE, mes del deflín como animal que nos alecciona sobre la comunicación en este Blog. Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
La
actividad científica está sometida a una enorme presión competitiva, y cada vez
forma parte más integral de esa presión la exigencia de sorprender al público
La urgente demanda y las prisas por publicar información importante en una crisis sanitaria como la que estamos viviendo está llevando regularmente a asumir conclusiones sobre la base de descubrimientos parciales y aún sin consolidar. Se han producido cadenas de acciones que deben hacer reflexionar tanto a los científicos que obtienen la información inicial y la comparten en repositorios destinados a facilitar la discusión crítica entre investigadores, como a los gabinetes de prensa, que se apresuran a publicitarlos antes de que estén consolidados por una discusión científica o por la publicación tras la revisión por pares, y también a la prensa, que se apresura a "reescribir la historia" de la pandemia sobre las bases de un artículos científicos aún cogidos con alfileres. El último caso, que discutimos aquí, es muy ilustrativo. No queremos elevarnos como jueces sino analizar lo que pasó para aprender. Pero ¿a qué nos estamos refiriendo? ¿Qué pasó?
El
26 de junio de 2020 salta a los medios de comunicación la información de que
investigadores de la Universidad de Barcelona detectaron el virus SARS-CoV-2
causante de la COVID-19 en muestras de las aguas residuales de Barcelona un año
antes de que se declarara la pandemia y posteriormente el estado de alarma en
España. Aunque se indicaba que el artículo con los datos científicos es un "preprint" y
no había superado aún los filtros de calidad a los que los científicos someten
su trabajo (la revisión por pares, previa a la publicación, y la crítica por la
comunidad científica, que puede enviar réplicas al trabajo o a su
interpretación), la información saltó a los medios de comunicación dinamitando
algunas necesidades deontológicas, tanto periodísticas como científicas.
A
partir de notas de prensa distribuidas por agencias, la noticia fue reflejada
en diversos artículos de prensa. Varios medios (La Vanguardia, Público, eldiario.es) "compran" los aspectos más
amarillistas de la noticia sin más consideraciones críticas, ni preguntas a
otros expertos, y sin incluir declaraciones o explicaciones de los propios
autores. En ellos, los redactores se muestran deseosos de "reescribir la
historia de la pandemia" a partir del hallazgo. El País muestra un estilo diferente, y añade, por el
contrario, la mayoría de esos elementos. Algunos, como eldiario.es,
publican tan solo un día después un segundo artículo incluyendo la opinión de expertos
independientes que cuestionan la veracidad del hallazgo. Una de las raíces del
problema: los científicos que habían enviado el artículo a una revista
especializada parece que no atendieron a una prensa ávida de explicaciones,
perdiendo la ocasión de matizar las afirmaciones que se hacían en la nota de
prensa.
La
periodista Patricia Fernández de Lis lo denuncia en las redes (Twitter)
con palabras muy claras, confesando su propio descontento con toda la situación
generada. "Periodismo es lo que ha hecho @CristianSeguraA, llamando,
contrastando y publicando su noticia 10 horas después que los demás. Y,
"comunicación científica es ponerse cuando los periodistas llaman"
afirma Fernandez de Lis refiriéndose al artículo que Cristian Segura publicara en El País. Fue, sin embargo, el propio gabinete de comunicación científica de la Universidad de Barcelona quien
dio difusión inmediata a los medios de lo que simplemente era un preprint,
utilizando su prestigio como garante de calidad de la información científica y
poder poner el foco de su titular precisamente en el hallazgo en un posible,
aunque dudoso, positivo en una única muestra de marzo de 2019.
Por
el lado científico también hay bastantes problemas. En primer lugar, deja mucho
que desear, desde un punto de vista de ética científica, la difusión de un
preprint en un marco de transferencia generalizada a la sociedad. Un preprint
es un artículo científico que aún no ha sido revisado por ningún experto ni
está aceptado para su publicación en ninguna revista, solo está completo y
enviado a un repositorio abierto (y, a veces, también a una revista
científica). Puede ser útil para otros investigadores, pero difícilmente se
puede entender que sea publicitado de esta manera.
En
segundo lugar, aunque el artículo en sí está enfocado principalmente en las
capacidades del método para una detección precoz de este tipo de infecciones en
aguas fecales que se presenta, se plantea el resultado de marzo de 2019 como
cierto sin ningún tipo de reservas. Dado lo sorprendente del dato aportado, se
esperaría una visión más crítica por parte de los autores, en la que se
discutiera abierta y honestamente las posibilidades habituales de error en este
tipo de análisis: desde errores de etiquetado de las muestras o de laboratorio,
a contaminación cruzada, o a la detección de una secuencia similar
perteneciente a otro organismo. Máxime cuando parece que la muestra se ha
agotado y no existe posibilidad de realizar una réplica del análisis, o un
análisis más completo; y cuando carecen de muestras entre la de marzo (donde
aparece el positivo) y septiembre de 2019, momento en el cual las muestras
vuelven a estar libres de SARS-CoV-2. Por el contrario, los autores discuten
sin complejos las implicaciones del hallazgo, y realizan generalizaciones que
resultan muy arriesgadas –algo por otra parte típico de los manuscritos antes
de su primera revisión, que suele pulirse precisamente en estos aspectos de
implicaciones y conclusiones durante la revisión por pares.
Aún
más grave es el hecho de que, en este contexto de difusión de un preprint sin
revisar, los científicos no respondieran con explicaciones a las numerosas
solicitudes de los medios de comunicación. Por fortuna, algunos periodistas aún
tratan las noticias de ciencia con visión crítica y recaban la opinión de otros
especialistas no implicados en la investigación, para poner el necesario marco
de precaución sobre el significado y eventual validez del estudio –algo que
debería hacerse siempre, no solo en este caso. El resultado de las entrevistas
que mantuvo Cristian Segura con expertos científicos de varios centros de
investigación y universidades españolas es de mucho escepticismo sobre la
validez del protocolo realizado para determinar la presencia del virus y sobre
la representatividad de una única muestra que da positiva, sin más positivos
los días y meses precedentes o posteriores.
Cabe
añadir, además, que la noticia tampoco tiene los tintes de revolución de
nuestro conocimiento que se le ha querido atribuir. Era esperable que, mucho
antes del brote que derivó en pandemia en la ciudad de Wuhan en China, el virus
existiera como tal; y también que se hubieran producido otros saltos a humanos,
de cepas menos infecciosas o virulentas, sin consecuencias observables para la
población, como se ha observado en otras zoonosis. El paso de un patógeno
animal a un hospedante humano suele requerir varios factores más para
extenderse en la población humana, y más aún para convertirse en pandemia. La
interpretación de que el virus encontrado en las aguas fecales de Barcelona era
idéntico al que diera lugar a la pandemia (algo que el trabajo no confirma, ya
que tan solo detecta fracciones muy limitadas del genoma del virus) y estaba,
por tanto, circulando por Europa muchos meses antes de que se declarara la
COVID-19 sería sorprendente, pero no obligaría a reescribir radicalmente la
secuencia de eventos que derivó en pandemia. Sin quitarle interés científico,
sería una pieza más de información del complejo puzle biológico, evolutivo,
social y sanitario del SARS-CoV-2.
La
actividad científica está sometida a una enorme presión competitiva, y cada vez
forma parte más integral de esa presión la exigencia de sorprender al público
con nuevos descubrimientos. Esta forma de funcionar amenaza con desvirtuar el
delicado ecosistema de generación de conocimiento científico y tecnológico, que
nunca ha sido amigo del espectáculo y la fama estéril. A pesar de lo
comprensible de las acciones de periodistas y científicos en esta desafortunada
secuencia de acontecimientos, hay importantes reflexiones pendientes en ambos
gremios profesionales. Hay que hilar más fino, especialmente ante temas tan
urgentes e importantes para una sociedad amenazada por una pandemia.
Fernando Valladares
29 de Junio de 2020 22:44
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