Desde
niño me había fascinado el mundo egipcio. Esas grandes pirámides, tantos Dioses
a los que adorar, tanto oro y riqueza, sus desiertos cruzados por un Nilo
bordeado de abundante vegetación… y supongo que también me fue gustando cada
vez más al tratarse de uno de los primeros temas en las asignaturas de Historia
e Historia del Arte durante casi toda la primaria y secundaria. Porque por
alguna razón a medida que en esas clases avanzábamos en el tiempo y llegaban las
Guerras Mundiales, la Monarquía en Europa..., el arte Modernista o el Contemporáneo,
sinceramente ya todo me aburría. ¡A pesar de que esos temas daban a entender
que las vacaciones de verano estaban a la vuelta de la esquina!
Pues
bien ¿adivináis dónde fue mi primer viaje? Hasta la fecha había viajado
bastante, pero sólo por territorio español. Nunca había salido al extranjero y
mucho menos a un país donde la cultura, la comida, las tradiciones y la
historia eran tan diferentes a las mías.
La
República Árabe de Egipto está situada en el noreste del continente africano,
con una superficie de más de 1 millón de km2 y una población
superior a los 93 millones de habitantes. Integra en su mayor parte el desierto
del Sáhara, cruzado de norte a sur por el río Nilo, el mayor de África, con una
longitud de 6853km. Egipto fue la cuna de la antigua civilización egipcia, que
junto a la mesopotámica, fueron el origen de la actual cultura occidental,
influyendo decisivamente en la historia de la humanidad.
Pues
nada, 5000 años después de que la civilización egipcia comenzara a
desarrollarse, mi promoción de la licenciatura de Psicología de la Universidad
de Barcelona, decidió emprender un viaje de fin de carrera al país que tanta
expectativa me había generado durante años.
Debo
empezar diciendo que no me decepcionó para nada y que algún día espero volver.
Pero sí puedo decir que lo que realmente me sorprendió fue algo que no cuentan
los libros de historia: su gente.
Como
os he dicho, fue mi primera experiencia en el extranjero, mi primera
experiencia con una cultura diferente, pero también mi primera experiencia de
sentir que allí éramos mis compañeros y yo las notas discordantes, pues todo se
encaminaba hacia una dirección en la que nosotros íbamos absolutamente perdidos.
Lo mejor que pudimos hacer fue dejarnos llevar, porque de este modo disfrutamos
de la experiencia como nadie.
Cumpliendo un sueño, aunque sorprendido por no ser lo que más me impactó de aquel maravillo país |
Abu
Simbel, las grandes Pirámides de Gizah, los Templos de Luxor y Karnak, el Valle
de los Reyes, las estancias de Tutankamón… sí sí sí, todo muy espectacular,
todo muy bonito, todo muy recomendable, pero ¿y su gente?
Cada
hora que pasaba por aquellas zonas rurales, por aquellos poblados junto al Nilo
y, días más tarde, por la ciudad de El Cairo me daba cuenta que en general la
gente era feliz teniendo mucho menos que cualquiera de los barrios más humildes
por los que antes en mi vida hubiera podido pasar.
La
Felicidad, es por tanto, el tema de este mes de marzo. ¿Qué es la felicidad?,
bufff ¿vaya preguntita no?. Pues tú me dirás una definición, yo te diré otra y
así podríamos encontrar miles de definiciones; seguro que todas ellas cargadas
de razón.
Porque
la felicidad es individual y exclusiva. Cada persona vive una misma realidad de
maneras tan distintas, que para una puede ser motivo suficiente para sentirse
feliz y para otra puede ser un hecho insípido que apenas le genere ninguna
emoción. Un ejemplo típico y tonto, pero que demuestra claramente esta
evidencia: El que tiene dinero, que le toque 100€ en la lotería es algo
anecdótico, pero el que apenas llega a final de mes esos 100€ le hacen estar
feliz al menos durante un buen rato.
Y
ya que hablo de ratos, la felicidad también es pasajera. Su efecto en la
persona puede durar segundos, horas o incluso días… no me atrevería a decir
mucho más, porque siempre existe alguna preocupación que rompe el estado de
felicidad constante.
Y
es que además, para complicarlo un poquito, cuanto mayor es el grado de
felicidad más fácilmente podemos ser susceptibles de caer empicados ante un
hecho inesperado, traumático o desafortunado. Así que cuidadín cuando estamos
en la euforia y en el climax de la felicidad, siempre deberíamos tener muy bien
anclados los pies en la tierra para que la caída no sea demasiado dolorosa.
Así
de complicada es la felicidad, esa palabra tan bonita y que a todos nos gusta
tanto decir y escuchar, pero que cuando la analizamos a fondo tan retorcida resulta.
Mi
opinión, es que la salud, el sentirse querido (y no por todos porque es
imposible, sino por aquellos a quienes también quieres), y el tener unos
mínimos que permitan que lo anterior (salud y estima) estén cubiertos… para mí
eso me demuestra que uno ya puede ser mínimamente feliz si así lo escoge.
Porque la felicidad es una elección, no algo que nadie te vaya a dar, que
puedas robar o comprar ni que venga a llamarte a la puerta de tu casa. La
felicidad la tenemos ahí en muchos momentos y detalles del día a día y sólo
depende de uno mismo cogerla o dejarla pasar de largo.
En
Egipto, si tuviera que escoger un lugar en el que me topé de frente con la
felicidad (en realidad serían varios, pero por explicaros el más impactante
para mí) fue en la Ciudad de los Muertos. Se trata de un cementerio situado en
el sureste del El Cairo, donde además de muertos existen personas que trabajan
y viven en los mausoleos. Así es, personas que limpian y cuidan los mausoleos y
a cambio, los familiares de los difuntos, les permiten disponer de un espacio donde
dormir en el propio mausoleo. O simplemente, personas que fueron obligadas a
abandonar sus casas en el centro de la ciudad debido a demoliciones de la renovación
urbana en la década de los 50.
La Ciudad de los Muertos, el lugar donde vivos y muertos comparten techo |
La
vida en un cementerio, ¿os la imagináis?. Yo no era capaz de dar crédito a lo
que estaba viendo. Unos mausoleos con dos estancias, una de ellas para los
muertos y otra para los que en vida compartían techo. Creo que no sabría
explicar realmente cómo allí se podría vivir, lo mejor que puedo hacer es
enseñaros estas fotos.
Curiosamente, dato curioso el de los gatos, pues os hago saber que Bastet fue la Diosa egipcia de la felicidad, cuya misión era proteger el hogar. Se representaba como una mujer con cabeza de gato y simbolizaba la alegría de vivir.
A la izquierda, la Sra. nos recibía en la
primera sala del mausoleo, donde descansa el difunto. Arriba, ya en la segunda
sala donde vivían, una de las hijas nos muestra unas crías de gato.
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Curiosamente, dato curioso el de los gatos, pues os hago saber que Bastet fue la Diosa egipcia de la felicidad, cuya misión era proteger el hogar. Se representaba como una mujer con cabeza de gato y simbolizaba la alegría de vivir.
Y destaco la sonrisa de esa madre y sus dos hijas cuando recibieron nuestras visitas. Apenas les dimos unos bolígrafos, unos zumos, alguna moneda y poco más porque era todo lo que llevábamos encima. El taxista que nos acercó hasta allí nos explicó que con lo equivalente a 1 euro, llamémosle 1 dólar para los que me leéis desde otros países, esa familia podría vivir durante una semana entera.
No
sé, pero muchos años después se me sigue erizando la piel cuando lo pienso y lo
describo. El único sentimiento que me hace contrarrestar esa tristeza que uno
siente al empatizar con esas pobres familias es saber que nuestra visita les
alegró al menos por un momento aquel día.
"La felicidad no es una meta, tan solo es un estilo de vida" |
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