“Cuando
no podemos cambiar la situación a la que nos enfrentamos, el reto consiste en
cambiarnos a nosotros mismos”
Esta cita de Viktor Frankl me lleva a la
reflexión que hago en el artículo de hoy. Cuando las circunstancias externas
(incontrolables por uno mismo) te superan, sólo existen dos formas de
responder: tirar la toalla y
sentirte vencido o luchar con el fin
de adaptarte de la mejor manera posible a la nueva realidad, es decir, cambiar.
Para llevar a cabo cualquier cambio siempre
el primer paso es realizar una introspección,
mediante la cual tú mismo inspeccionas tu estado mental. Es necesario que en
este proceso introspectivo se realice una autocrítica,
porque sin autocrítica no puede haber cambio. Mediante ella podrás analizar
cuál o cuáles son los puntos en los que más intensamente deberás trabajar para
alinearte de manera eficaz a la realidad que te está tocando vivir.
Seguramente haya habido ocasiones en las
que la vida te ha puesto al límite, trastocando de manera traumática tu rutina,
tu estabilidad emocional y tu “ir tirando”. Y es ante esas circunstancias que,
costándote más o menos, habrás sido capaz de aceptarlas al haber encontrado motivos
por los que seguir luchando y, en definitiva, seguir viviendo. El haber sido
capaz de encontrar estos motivos es el punto de rebote a partir del cual te
adaptas a la nueva situación y, poco a poco, consigues alcanzar estabilidad en tu día a día.
Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra
austríaco que sobrevivió en varios campos de concentración nazis (entre ellos
Auschwitz), plasmó su experiencia en la obra “El hombre en busca del sentido”, donde explica que hubo muchos
prisioneros que perdían la fe en el futuro, se abandonaban y se convertían en
sujetos del aniquilamiento físico y mental. Afirma, sin embargo, que muchos de
aquellos que hicieron una maduración de la situación más espiritual y
encontrándole un sentido al seguir luchando (por ejemplo, la esperanza de
volver a casa donde sus familias les estarían esperando), consiguieron
sobrevivir a tal barbarie.
Externamente te pueden quitar todo: la
dignidad, el dinero, la vivienda, la esperanza… pero nunca podrán quitarte tu capacidad de adaptación al cambio tras una
situación dolorosa (o lo que es lo mismo la “resiliencia”, a la que en unos días dedicaré un nuevo artículo).
En definitiva, la actitud de cómo reaccionas es sólo tuya y la voluntad de encontrar un sentido a lo que haces en particular y a
la vida en general es lo que te permite continuar en momentos límites; en esos
momentos en los que te llegaste a plantear si debías tirar la toalla.
Cuántas veces habremos oído y habremos
dicho aquello de “no sé cómo reaccionaría yo en esa situación” y eso es una
clara muestra de que nosotros mismos no nos conocemos al 100%. Y es que nuestra
propia persona nos guarda un gran misterio, llegándonos a veces a sorprender
cuando comprobamos que verdaderamente somos mucho más fuertes de lo que
creíamos.
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