martes, 20 de julio de 2021

La puerta que nos permitió entrar en la empresa sigue aún abierta

Cuando se decide cambiar de trabajo se pasa por un proceso de adaptación durante el cual uno puede llegar a sentirse dudoso e insatisfecho por el cambio que ha decidido realizar. Esta insatisfacción puede ser experimentada tanto por el propio empleado, quien quizás haya dejado atrás un proyecto en el que llevaba bastante tiempo, pero del cual se había desilusionado y haya optado por una nueva empresa en la que las condiciones le son más favorables, o también puede ser una insatisfacción experimentada por parte del empresario, que puede llegar a considerar que se ha equivocado con la incorporación de este nuevo empleado ya que no está a la altura de las expectativas.

El tiempo máximo de adaptación del nuevo empleado a la empresa es de aproximadamente 6 meses, por lo cual es importante que tanto empresa como empleado se den un tiempo de habituación al nuevo contexto, así como para que se produzca el establecimiento de las relaciones con los nuevos compañeros. Si transcurrido ese tiempo siguen existiendo insatisfacciones por alguna de las dos partes, la empresa debería tomar medidas o bien el propio empleado, pues no es sano estar trabajando en un lugar o con unos compañeros con los que uno no se sienta satisfecho.

En la mayoría de los casos, la adaptación se hace relativamente rápida. Aproximadamente, en torno al primer mes los trabajadores logran entender la dinámica de la empresa y se adaptan rápidamente al cambio, siempre y cuando durante el proceso de acogida se den las circunstancias que permitan que el empleado comprenda y aprenda sobre la nueva posición, mucho más allá de lo que le puedan haber explicado durante el proceso de selección. Durante ese momento de entrevistas, seguramente, le habrán contextualizado en general cómo funciona la empresa y cuál es su puesto dentro del organigrama, pero la teoría debe verse reflejada en la práctica y por eso es realmente importante ese primer mes en el que va a haber un plan de acogida que le permita entender y aprender cómo funciona realmente su posición dentro de la empresa, además de quiénes van a ser sus tutores en ese proceso de inmersión.

La empresa, por su parte, deberá cerciorarse de que el plan de acogida se está llevando a cabo de la mejor manera posible para que los intereses propios se logren alcanzar en el menor tiempo y para que el empleado sienta que “la moto que le vendieron” realmente era la que él quería comprar. Es importante remarcar aquí que no todos los planes de acogida deben ser copias exactas unos de otros, sino que cada uno deberá estar adaptado a cada empleado para que el resultado sea lo más satisfactorio posible para las dos partes.

Si a pesar de haber realizado un buen plan de acogida, y haber puesto todas las herramientas y soluciones en el tintero, el empleado no se está adaptando a la empresa, o no se están consiguiendo los objetivos para los cuales fue contratado, habrá que tomar la casi siempre difícil decisión de rescindir su contrato.

Por su parte, si el empleado se está dando cuenta de que en la empresa no le está dando lo que él necesita para ser feliz y estar satisfecho, deberá buscar una alternativa que se adapte a sus necesidades afuera, en el amplio mercado laboral.

La insatisfacción de los empleados está creciendo en los últimos años. Algunos estudios, como el último que realizó IESE sobre Responsabilidad familiar corporativa en la Comunidad de Madrid (2019), confirman que el 61% de los empleados está insatisfecho con su trabajo. En concreto, 4 de cada 10 hombres y 6 de cada 10 mujeres dicen no sentirse satisfechos en su empresa, mayoritariamente por motivos de conciliación, aunque existen otros factores de insatisfacción relacionados con el ambiente laboral desfavorable, el entorno contaminante, la falta de reconocimiento, el salario o con las políticas internas de la empresa. Lo que está claro es que un empleado poco satisfecho es un empleado poco rentable para la empresa y una persona infeliz que está soportando una carga emocional negativa mucho más allá de sus 8 horas de jornada diaria.

Desde el departamento de Recursos Humanos estamos acostumbrados a escuchar quejas de algunos empleados (por suerte los menos) que dicen sentirse insatisfechos con la empresa por alguna de estas causas. Personalmente, estoy convencido que la insatisfacción prolongada tiene graves consecuencias para la salud física y emocional de la persona y para quienes forman parte de sus círculos más cercanos. Por esta razón, y soy el primero que me lo he aplicado a lo largo de mi vida profesional, recomiendo siempre analizar cuál es el equilibrio o desequilibrio existente en la balanza cuando ponemos las cosas buenas que nos brinda el lugar de trabajo y las malas, que no nos hacen sentirnos felices. Cuando esta balanza se posiciona de manera alarmante en la parte negativa, hay que ser realistas y considerar que no vamos a lograr que las cosas en la organización sean como nosotros queremos o como desearíamos que fueran, por lo que la mejor decisión será siempre buscar la estabilidad personal, bien aceptando la realidad o bien dándose la vuelta y saliendo por la puerta que algún día se abrió para dejarnos entrar.


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