Si durante este año estamos otorgando a
algunos personajes famosos e históricos el título de embajadores y embajadoras
de los diferentes temas que se tratan en este espacio desde hace ya unos años,
no podíamos olvidarnos del personaje que os presento este mes y que se
convierte desde ya en embajadora de “marca personal”.
El branding, la gestión de la
esencia personal (y de la que no es personal), la huella que dejamos en los
demás, nuestra propia propuesta de valor… son conceptos que están levitando
alrededor del gran concepto de Marca Personal, qué valor nos
damos a nosotros mismos y cómo lo vendemos a los demás para
conseguir nuestros objetivos, de la misma manera que hace cualquier marca
comercial. Si además, conseguimos que esta marca se alinee en los diferentes
contextos en los que participamos (el propiamente personal, el profesional, el
familiar, el artístico…) la marca en sí genera más credibilidad y
se hace más fuerte y persistente a lo largo del tiempo. Y ella
lo hizo muy bien, pues la huella de Frida Kahlo sigue
ahondándose medio siglo después de su muerte, pues aunque llegó a conocer el
éxito en vida, su verdadero reconocimiento como artista no comenzó hasta la
década de los años 70.

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, nació en 1907 en Coyoacán
(Ciudad de México) como tercera hija del matrimonio entre el fotógrafo
Guillermo Kahlo, un inmigrante alemán, y Matilde Calderón, mexicana. Su
infancia transcurrió marcada por la enfermedad física que sufrió, una
poliomielitis que contrajo con 6 años y que le dejó secuelas de por vida. En
1925 sufrió un accidente cuando el autobús en el que viajaba fue arrollado por
un tranvía, dejándole múltiples fracturas que le obligaron a pasar en numerosas
ocasiones por el quirófano. Durante esos años había estado tomando clases de
pintura en el taller de imprenta y grabado de un amigo de su padre y, tras el
accidente y su largo periodo de inmovilidad, potenció el arte de la pintura.
Pocos años después conoció al ya famoso muralista Diego Rivera, con quien
contrajo ese matrimonio al que muchos llamaban la unión entre un elefante y una
paloma, pues su relación pasó por el amor, aventuras con otras personas, odio,
un divorcio y un segundo matrimonio. Diego amaba la pintura de Frida y se
convirtió en su mayor admirador; ella fue la mayor crítica de la obra de Diego.
La difícil situación política de México para los simpatizantes de izquierdas
hizo que el matrimonio tuviera que trasladarse a Estados Unidos, donde la fama
de Diego ya se había consagrado y donde le surgieron encargos de nuevos
murales. Años después, regresaron a México y la relación entre ambos se vio
perjudicada por el romance que Diego tuvo con la hermana pequeña de Frida.
Aunque consiguieron superar las desavenencias, Frida inició otras relaciones
amorosas con hombres y mujeres que le acompañaron hasta sus últimos años de
vida. En 1954 Frida moría en su ciudad natal.


Separar la vida artística de Frida de su
vida personal resultaría casi imposible, pues la temática y simbología de su
obra están profundamente marcados por sus vivencias personales: cómo se sentía
con su relación matrimonial, cómo sentía su cuerpo, su incapacidad para tener
hijos… Además, en un tiempo en el que la mujer estaba claramente al servicio
del hombre, Frida plasmaba en su obra su capacidad de autosuficiencia y
fortaleza, representándose a ella misma con características sexuales masculinas
y exagerando sus cejas y su bigote. Además de en la pintura, la obra de Frida
ha tenido impacto en la literatura, pues algunos escritores han utilizado su
vida e historia personal para escribir sus libros. También en el cine, en
películas como "Frida" o la reciente película animada "Coco".
Y cómo no en la música, en canciones como "El elefante y la paloma"
de Pedro Guerra, "Viva la vida" de Coldplay o "Por el
boulevard de los sueños rotos" de Joaquín Sabina.
Como vemos, no sólo los trajes
tradicionales mexicanos que vestía Frida, se convirtieron, junto a su semblante
cejijunto, en su imagen de marca. La interrelación y
la coherencia entre su, podríamos calificar, surrealista vida
personal y artística, reflejo de la anterior, han conseguido que su historia
siga ostentando una de las marcas personales mexicanas a las que el mundo tiene
mayor aprecio.
Su bigote y unicejo tan masculinos, el ser
feminista y femenina al mismo tiempo, su cariz revolucionario, entre otras
características, la convierten en una de las precursoras de la creación de la
marca personal, creando la suya propia, una seña de identidad tan fuerte que
continúa generando fascinación más de 60 años después de su muerte. Podríamos
decir que Frida fue una influencer del s.XX y, muchos años antes de que los
gurús empezasen a hablar del personal branding, ella ya se marcaba
con un lápiz de ojo negro sus cejas, siendo conocedora de que constituían parte
de su marca e imagen personal.
Zara, Converse, Bohemia, Mattel y
Aeroméxico, entre otras, son marcas que han utilizado la propia marca de Frida
para lanzar productos especiales con su imagen, enloqueciendo a consumidores.
Como veis, tan difícil ha sido para los
expertos separar la vida artística de la personal de Frida Kahlo como para mí
ha sido separar a Frida de la definición del concepto de marca personal. Y es
que Frida es tan claro ejemplo de marca, que hablar de ésta cuando quieres poner
como ejemplo el de la artista te conduce a esta imposibilidad de separar lo
teórico de lo práctico. Es indiscutible que la interrelación y la coherencia
entre sus diferentes contextos, a los que he hecho referencia anteriormente, es
evidente y son, sin lugar a dudas, los motivos por los que su marca personal ha
dado tanta credibilidad, fuerza e impacto a lo largo de los tiempos.
No quisiera acabar este artículo sin
recordar que tú no haces una marca desde cero, sino que tú
ya tienes una marca (porque estoy seguro que la gente habla de ti
cuando no estás delante). Eres inseparable de tu marca personal y
ésta existe aunque no seas consciente de ello. Tu forma de comportarte, tus
valores, tu sentido del humor, la manera de hablar, tus ideas, tu apariencia,
tu presencia en sí misma, ya son aspectos que se entremezclan y dan lugar a tu
marca. Las marcas se potencian, se alinean, se mejoran, se gestionan,
pero no se crean partiendo de la nada del mismo modo que no se
pueden camuflar, pues siempre consiguen desenmascararse en el lugar y
momento menos pensado.
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