Este mes de febrero os quiero hablar de mi primer viaje
en solitario a Polonia, donde de manera totalmente improvisada tuve mi primera oportunidad
de encontrarme conmigo mismo y poner en práctica el difícil reto del
Autoconocimiento.
Para los que no la conozcáis, muy muy resumido os digo que la República de Polonia es un país situado en el centro de Europa y con una población superior a los 38 millones de personas, que cuenta con una cultura de más de 1000 años de antigüedad. Su capital es Varsovia, precisamente la última parada de esta aventura en solitario.
Para los que no la conozcáis, muy muy resumido os digo que la República de Polonia es un país situado en el centro de Europa y con una población superior a los 38 millones de personas, que cuenta con una cultura de más de 1000 años de antigüedad. Su capital es Varsovia, precisamente la última parada de esta aventura en solitario.
Empiezo por el principio pues es la mejor forma de que
entendáis cómo a veces lo que uno no pretende, acaba sucediendo y resulta una
experiencia súper enriquecedora.
Nunca me había planteado viajar en solitario hasta que pocas
horas antes del vuelo con destino a Cracovia mi amigo me informa que había sido
ingresado para hacerse unas pruebas tras sentir un malestar repentino.
La primera idea fue la de cancelar el viaje, al fin de cuentas las reservas de hoteles se podían anular sin coste y el vuelo tampoco había sido demasiado caro. Recuerdo aquella tarde de viernes como una tarde de locura: primero decidiendo que no iba, pero después de visitar a mi amigo en el hospital y comprobar que estaba bien, y bajo su insistencia en que no dejara de ir a ese viaje, me puse en contacto con otros amigos para ver si alguno estaba dispuesto a aprovechar esta escapada de 3 ó 4 días. Avisando con tan poca antelación esto fue misión imposible. Volví a decidir que no iba, pero finalmente, sentí un empujón que me hizo llegar a casa, coger la maleta y salir directo al aeropuerto sin saber si iba a alcanzar mi vuelo.
La primera idea fue la de cancelar el viaje, al fin de cuentas las reservas de hoteles se podían anular sin coste y el vuelo tampoco había sido demasiado caro. Recuerdo aquella tarde de viernes como una tarde de locura: primero decidiendo que no iba, pero después de visitar a mi amigo en el hospital y comprobar que estaba bien, y bajo su insistencia en que no dejara de ir a ese viaje, me puse en contacto con otros amigos para ver si alguno estaba dispuesto a aprovechar esta escapada de 3 ó 4 días. Avisando con tan poca antelación esto fue misión imposible. Volví a decidir que no iba, pero finalmente, sentí un empujón que me hizo llegar a casa, coger la maleta y salir directo al aeropuerto sin saber si iba a alcanzar mi vuelo.
Mes de febrero, en plena ola siberiana a unos -8ºC; mi
primera parada: Cracovia. Llego al hotel, me siento extraño, dos camas, dos
juegos de toallas, dos packs de bienvenida… y yo allí solo. Me tumbo en la
cama, miro hacia el techo escuchando mi música y me digo: “Álex, let’s go!”.
"Álex, let's go!" |
Nuevas oportunidades, nuevos retos, nuevas experiencias, nuevas personas en mi vida… ¿por qué tenía que ser negativo? Me habían arrancado y sacado de mi zona de confort, del mismo modo que sacan una zanahoria del huerto cuando hacen la cosecha, y ahora era el momento de plantar cara a la nueva realidad y aprovechar una nueva oportunidad, que estaba dispuesto a hacerla mía y mucho mejor que en la etapa ya pasada.
Por el camino me iba encontrando con gente que también
viajaba sola, mucha más de la que imaginaba. Uno nunca es consciente cuando
está viajando con otras personas de la cantidad de aventureros y aventureras en
solitario que se mueven cada día por el mundo.
Estando en Cracovia visité Zakopan, ¡qué precioso
pueblo al sur de Polonia en la frontera con Eslovaquia!. Allí sí que me sentí
en mi salsa, perdido en un paisaje hipernevado y disfrutando de la soledad de
aquella naturaleza de cuento.
"No se piensa en el verano cuando cae la nieve" (foto tomada en Zakopane) |
Al día siguiente visité el peor sitio que a fecha de
hoy he podido visitar: el campo de concentración de Auschwitz, al que decidí
llamarlo la mayor vergüenza de la humanidad. Allí mis emociones se dispararon,
empaticé con todas y cada una de las personas que estuvieron allí sufriendo
hasta morir en condiciones lamentables y crueles, sólo porque tenían una forma
diferente de pensar a los que en aquel momento tenían el máximo poder. Me
di cuenta que las cosas que me habían pasado a mí eran nimiedades comparadas a
las que aquellas pobres personas habían tenido que soportar en aquellos
pabellones.
La mayor vergüenza de la humanidad (Auschwitz II) |
En Polonia me di cuenta que toda mi vida había estado
equivocado al pensar que me conocía a la perfección. De hecho, creo que nunca
me había pasado tantas horas seguidas conmigo a solas, pensando quién era, de
dónde venía, dónde estaba y dónde quería llegar. Si no me conocía a mí mismo
de la manera que debiera, ¿cómo iba a pretender que otros lo hicieran?, ¿por qué me debía
sentir molesto al ver que otros no eran capaces de darme un buen consejo?. Me
di cuenta también que había sido injusto con las nuevas personas que semanas atrás habían decidido picar a mi puerta. En realidad, estaba siendo injusto con todas ellas, pero también conmigo mismo, pues me estaba perdiendo nuevas oportunidades. Me dispuse a volver de este viaje sin volver a cometer ese error, aceptando de los demás el ofrecimiento que me hacían, porque al fin de cuentas no eran responsables de los errores que otros habían podido cometer conmigo. Y, ¿sabéis qué?, ¡volví y lo conseguí!.
“La clave para gestionar a otros de manera efectiva es manejarse uno mismo primero. Cuanto más conoces de ti mismo, más puedes relacionarte con los demás, desde una posición de confianza, seguridad en uno mismo y fortaleza” (Hendrie Weisinger)
Autoconocerse es la capacidad de autoanalizarse y
entender cómo uno es, cómo piensa, el porqué de sus emociones, cómo reacciona y
cuáles son sus defectos y virtudes. Esto es necesario para que uno llegue a ser
capaz de controlar sus propias emociones, conseguir poner al corazón firme y
pensar y actuar con la cabeza. Al fin de cuentas, el corazón es un niño mimado
que siempre quiere salirse con la suya y te arrastra para conseguirlo cueste lo
que cueste. La cabeza, siendo la madre del niño, debe saber decir no, debe ser
asertiva y debe ser capaz de mirar más allá de la acción, valorar las
consecuencias y decidir si dar vía libre o no al corazón en función de cómo se
vislumbren los resultados una vez la acción haya sido ejecutada.
La buena noticia del autoconocimiento es que nos ayuda
a tener un buen autocontrol, nos ayuda a gestionar y lidiar nuestras emociones
y sufrir un poco menos para dar espacio a la felicidad, que al fin de cuentas
es de lo que se trata.
Y la mejor noticia es que esto lo puedes practicar, lo
puedes aprender y una vez interiorizado te será de utilidad para próximas
etapas de tu vida. Además, te va a ayudar a comprender mejor a los otros, a ver
cuáles son sus deseos y necesidades y a hacer todo lo posible para aportarles
ayuda, estabilidad o incluso felicidad, si en tus manos cabe esa posibilidad.
Cada persona necesita su tiempo, su lugar y una situación
en la que poder lograr experimentar con esta herramienta llamada
“autoconomiento”. En mi caso, debo admitir que me bastaron unos pocos días en
Polonia, haciendo lo que más me gusta que es viajar y sintiéndome totalmente
libre de disfrutar del aquí y del ahora que yo estaba decidiendo en cada
momento.
Esta foto es para mí la foto del viaje, la que refleja ese momento de calma en el que yo estaba conmigo a solas |
Cierro este artículo explicando que después de Polonia hubo más viajes en solitario, cortos en días, pero intensos en experiencia. Esta vez planificados, necesarios para mi desconexión, mi reflexión y para seguir creciendo como persona. Si crees que te va a ser de ayuda, te reto a que lo pruebes tú también. Las personas que me han hecho caso me agradecen siempre la recomendación.
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El primer paso para aceptarse es el conocimiento de uno mismo. A veces nos da miedo conocernos a nosotros mismo porque quizás no nos gustara lo que descubramos, y al no gustarnos, no podremos aceptarnos. Pero, ¿cómo vamos a hacer las cosas si no nos aceptamos?. Es una realidad, y no podemos escaparnos a ella. Muy buen artículo y felicidades por atreverte a viajar en tu propia compañía. Yo ya he ido sola varias veces, y no me molesta. Iré en compañía cuando me haya aceptado completamente. Saludos, Álex.
ResponderEliminarAnna! Como siempre un placer leer tus comentarios. Sin duda, la mayoría de personas vagan por el mundo queriendo conocer a otros cuando nunca se han parado a pensar sobre sí mismos... así nos va! Creo que cada vez somos más los que estamos cogiendo conciencia de la aceptación y conocimiento propio antes de pretender aceptar y conocer a los demás. Un saludo y a seguir viajando en compañía o en autocompañía! :)
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