Cuántas
veces habremos visto a los más pequeños de la casa reír, disfrutar, gritar,
ajenos a todo lo negativo que existe, y habremos pensado aquello de “qué feliz
nos hace la ignorancia, qué bella es la inocencia y ojalá volviera a ser un
niño”. Pero la vida empieza y sigue un camino directo hacia su final sin darnos una
sola oportunidad de volver a ser quiénes fuimos en el pasado.
Llega un momento, muy temprano, en el que ese niño comienza a conocer la disciplina, comienza a darse cuenta de que existen obligaciones, de que tiene que ir a la escuela, hacer caso a alguien que dice llamarse profesor/a y que le comienza a pedir que haga ciertas tareas durante ese tiempo que había sido exclusivamente suyo, en casa, con sus juguetes y sus historias.
Y es
que el proceso de aprendizaje y desarrollo de todos nosotros empieza así, pero
la escuela debería ser sólo el comienzo de un proceso de aprendizaje que tendría que acompañarnos durante el resto de nuestros días. Aunque pueda parecer que llega un
momento en el que esto termina, al finalizar la educación obligatoria, al
finalizar el bachillerato o los estudios universitarios, en realidad, no es
así. Pero sí es cierto que esa obligación comienza a decantarse hacia nuestra
responsabilidad y decisión, teniendo la opción de dejar los estudios y
dedicarnos plenamente a un trabajo en el cual si no seguimos aprendiendo nos veremos estancados por el resto de nuestros días de vida profesional, o bien tomando el
camino del autoaprendizaje y de seguir formándonos para poder ser diariamente un
poco mejor y poder ir consiguiendo objetivos que nos hagan ser más profesionales día tras día.
Esta
segunda opción, requiere autodisciplina, mucha dedicación y motivación que nos permitirán tener más confianza y seguridad en nosotros mismos. Cada vez que decidamos emprender un nuevo aprendizaje, deberemos ir pasando por una serie de etapas de
desarrollo que nos harán recordar ese proceso de aprendizaje en el que comenzamos a
saber que el 2 iba detrás del 1 y acabamos por resolver ecuaciones matemáticas.
Así,
en el desempeño de cualquier tarea en nuestros estudios y en nuestros puestos
de trabajo, todos pasamos por una serie de etapas que nos llevan desde ser
meros principiantes a ser expertos en la tarea. ¿Cuáles son estas etapas de
desarrollo?
- Principiante Motivado: estamos ilusionados por la tarea, pero no disponemos todavía de habilidades para llevarlas a cabo. Por ejemplo, cuando decidimos apuntarnos a la autoescuela para aprender a conducir lo hacemos con ganas y estamos motivados.
- Aprendiz Desilusionado: nos empezamos a dar cuenta que hay cierta complejidad en la tarea, que podemos tener alguna habilidad, pero que no son suficientes para ser totalmente autónomos.
- Cuasi Profesional: hemos mejorado en nuestras habilidades, por lo que nuestra motivación ha comenzado a ascender de nuevo, pero nos falta seguridad y confianza.
- Experto Profesional: nuestras habilidades ya son excelentes, nos encontramos altamente motivados y ya somos autónomos en la actividad, la cual comienza a automatizarse y requiere cada vez menos esfuerzo e implicación.
En resumen, el Desarrollo es la suma de Competencia y Dedicación que aportamos a una determinada tarea. En función de estas dos variables todos pasaremos por estas cuatro etapas hasta conseguir ser expertos. La rapidez en la que cerremos este ciclo de etapas va a depender, entre otros factores, de nuestra Motivación y nuestra Autodisciplina, basadas en la ambición por ser mejores y alcanzar objetivos cada vez más sofisticados.
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