Estamos en JUNIO, mes de la hormiga como animal que nos enseña al aplicar el individualismo para autoprotegerse en este Blog. Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
Nunca
hasta ahora la amenaza de una enfermedad había ocupado tanto espacio en
nuestros pensamientos. Desde hace semanas los diarios, las revistas, la
televisión, la radio y las redes sociales no hablan de otra cosa que de la
Covid19. Estadísticas más o menos aterradoras, testimonios, consejos prácticos
e incluso chistes acerca de la pandemia y los nuevos hábitos de vida que nos ha
traído ocupan gran parte del tiempo que dedicamos a informarnos.
Muchos
expertos han alertado ya de que la exposición constante a este tipo de
contenido está aumentando los niveles de ansiedad, con efectos
inmediatos en nuestra salud mental. Pero es que, además, el sentimiento
constante de alerta y amenaza que nos persigue puede tener consecuencias en
nuestra psicología y en la forma en que nos relacionamos.
El
miedo al contagio despierta actitudes evolutivas profundamente arraigadas que
pueden llevarnos, según algunos estudios, a mostrarnos más conformistas,
por ejemplo, y a aceptar peor las diferencias. De esta forma, nos volvemos menos
tolerantes −quizá esto podría explicar en parte fenómenos como el de la llamada
”policía de los balcones”− y nuestras actitudes sociales se tornan más
conservadoras. Una investigación realizada en la Universidad de Hong-Kong
señalaba también, en este sentido, que exponer a las personas a imágenes
evocadoras de una pandemia les hacía valorar más las actitudes de obediencia
y conformidad con el grupo y menos las de rebelión o excentricidad.
La
amenaza de enfermedad también puede volvernos más desconfiados hacia los
desconocidos: malas noticias para nuestra vida social y amorosa. Un estudio
publicado en Science Direct alerta de que nuestras primeras impresiones tienden
a ser peores ante el miedo al contagio, y que los rostros con un atractivo
menos convencional nos resultan ahora mucho menos deseables que antes. También
tendemos a sospechar más de las personas de otras culturas, lo que podría
llegar a alimentar actitudes xenófobas o racistas.
Ana
Sánchez-Anegón, terapeuta y CEO del espacio de coaching El Animal Emocional,
asegura: “Es complicado recuperar la confianza cuando estás recibiendo mensajes
constantes de miedo y alerta. Tu cuerpo siente que existe un enemigo
invisible, y aunque tu cabeza quiere controlar ese miedo, tu cerebro
reptiliano te indica que existe un peligro. Propongo un diálogo entre tu cabeza
(neocórtex) y tus emociones e instintos (cerebro reptiliano y sistema límbico).
Pregúntate: ¿qué puedo controlar yo? ¿He tomado todas las medidas de seguridad
y protección que podía? ¿Qué depende de mí? Sobre todo, debemos darle espacio a
la emoción, ya sea miedo o cualquier otra, porque es la única manera de
trascenderla. El valiente sigue teniendo miedo, pero no deja que éste le
bloquee”, asegura.
Mostrar
valentía no significa necesariamente que no estemos asustados. Tan solo quiere
decir que nos damos tiempo para tomar decisiones coherentes a pesar de
nuestro miedo, aseguran algunos expertos. Casi siempre, permitirnos a
nosotros mismos sentir la ansiedad, la preocupación y el miedo puede parecer
desagradable, pero debemos aprender a aceptar las emociones incómodas, pues
hacerlo puede hacernos volver a nuestro centro con mucha más resiliencia que
antes. No se trataría, pues, de evitar o negar nuestro miedo, aunque tampoco de
alimentarlo.
Lo
cierto es que unas dosis de valentía, o de acostumbramiento, en
cualquier caso, pueden resultar necesarias a la hora de retomar las
relaciones sociales cara a cara. ¿Qué podemos esperar de estos primeros
encuentros?
Sánchez-Anegón
señala que debemos saber que ante una situación de estrés como la que hemos
vivido nuestro cuerpo va a reaccionar de maneras imprevisibles: “Si la emoción
que más estamos sintiendo es miedo, puede que conocer a alguien nuevo,
tocarle, besarle, se convierta en una posible amenaza”.
Retomar
las relaciones sociales cara a cara puede requerir unas ciertas dosis de
valentía
“Las
relaciones durante un tiempo serán diferentes, nos preguntaremos con
naturalidad si tenemos anticuerpos, si estamos en contacto con personas
contagiadas… Estas serán preguntas normales que antes de la Covid19 podrían
haber resultado extrañas para un primer encuentro. Y esto no es positivo ni
negativo. Las cosas serán diferentes y, como siempre, un mecanismo adaptativo a
los nuevos tiempos”, asegura esta terapeuta.
¿Quiere
esto decir que debemos forzarnos a salir de casa y retomar nuestra vida social
cuanto antes? A decir de Sánchez-Anegón, tampoco se trata de eso. “Si no
tenemos ganas de salir debemos pararnos un momento a reflexionar qué estamos
sintiendo: ¿Es miedo? ¿Es angustia a un posible contagio? ¿Es un bienestar
que me apetece sentir y quiero disfrutar más de la casa? Lo primero que debemos
identificar es la emoción. Si vemos que el miedo nos está paralizando debemos
escucharlo y ver cómo podemos poner medidas para protegernos del contagio, e
intentar dar pequeños paseos, pequeños pasos cada día más grandes para ir
superándolo. Si, sin embargo, descubrimos que es una cuestión de que estamos
ahora disfrutando más del hogar o de nuestra familia y no tenemos ganas de
salir, quizás sea un indicador de que necesitas estar más tiempo con tu familia
o reducir tus planes sociales que quizás eran demasiados. Lo importante es
detenernos un momento y averiguar qué está pasando, y para eso necesitamos
tiempo y quietud” aconseja.
“Debemos
pararnos a reflexionar por qué no tenemos ganas de salir; ¿es miedo? ¿o es
bienestar de estar en casa?”
ANA
SÁNCHEZ-ANEGÓN Terapeuta, CEO El Animal Emocional
Y
continúa: “Esta pandemia nos ha puesto de frente a una realidad nunca vista y
por eso lo que ocurre en nuestro cerebro es que no sabe cómo reaccionar ante lo
imprevisto. Es un claro ejemplo de que no podemos controlar cómo nos
sentimos, pero sí podemos aprender a gestionar y a aceptar nuestras emociones
tal como vengan, casi como simples espectadores y sin atribuirles un juicio o
sentirnos mal, porque quizás la tristeza no es lo que esperabas sentir al ver a
tu padre tras estar tres meses encerrado. Lo más importante y lo que aconsejo a
la hora de enfrentarte a un nuevo reencuentro, o a la hora de retomar una
actividad es vivir tus emociones sin culpa. Nos han enseñado a vivir con
culpa las emociones que se denominan negativas como la tristeza o el enfado,
por eso es importante dejar esa estigmatización a un lado y vivirlas tal y como
vengan”, concluye.
Esta
especialista alerta también de los peligros del exceso de individualismo en
estos momentos: “La crisis del coronavirus puede agravar la falta de lazos
comunitarios, y este fenómeno no nos haría ningún favor. Creo que es el momento
de tejer redes muy sólidas a través de la tecnología que, aunque nunca
van a sustituir el contacto físico, sí van a fomentar que podamos expresar
emociones, hablar con personas que no están en el hogar, compartir opiniones,
cuidar, proteger y querer. La comunidad y la comunicación entre personas nos va
a salvar. ¡Somos animales gregarios!”, asegura.
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