Estamos en MARZO, mes del Quokka como animal que nos hace reflexionar sobre la felicidad en este Blog. Comparto con vosotros este artículo que me ha resultado interesante.
Todo este tiempo buscando la tan ansiada felicidad … y
resulta que ya éramos felices.
Buscábamos la satisfacción del dinero, los viajes, las compras,
pero se desvanecía como el azucarillo del café de las mañanas antes de ir a
trabajar. Buscábamos el éxito social, el reconocimiento público, la fama, para
después caer del pedestal inestable de nuestro ego. Buscábamos ser felices en
fiestas y salidas con amigos, y veíamos sin embargo como una obligación las
comidas familiares de fin de semana.
Y, al no encontrar esa felicidad, nos frustrábamos a
menudo. Y criticábamos nuestra vida, nuestra rutina, lo cansado que es
madrugar, lo que nos agotaba llevar a los niños a extraescolares una y otra vez.
Pero ahora es la vida la que se ha revelado contra
nosotros. Y nos ha puesto una señal de Stop de proporciones descomunales.Y
ahora, sólo ahora, cuando el silencio sobrecoge, entendemos que éramos felices
… y no supimos verlo.
Y empiezas a echar de menos los besos, los abrazos.
Empiezas a añorar el compartir la paella del domingo con los abuelos, el café
con tu padre, las risas en la cafetería de siempre. Y te descubres levantándote
a la misma hora de siempre, deseando poder coger el coche y llegar a ese
trabajo que tanto te falta ahora.
Y pasas horas tirado en una alfombra, jugando con esos
hijos a los que no solías ver a diario más que unos minutos, en los que tenías
que insistir hasta la saciedad que se encerraran en su cuarto para hacer los
deberes. E inventas mil recetas, bailes, sesiones de peluquería improvisadas,
carreras por el pasillo. Y lo mejor de todo es que disfrutas con ello.
Y se nos escapa una lagrimita furtiva cuando ese sordo
silencio que te acompaña a lo largo de todo el día se rompe abruptamente a las
ocho de la tarde. Y ves que en el bloque de enfrente, ese al que apenas
mirabas, hay gente que te saluda y te anima.
Y notas una punzada dentro al recibir mensajes y
llamadas de gente con la que apenas tenías contacto (algunos que ni conoces en
persona) sólo para saber cómo te encuentras. Para que sepas que están ahí.
Es la gran lección que nos está dando esta crisis.
Nuestra gran oportunidad. Hemos tenido toda la riqueza del mundo en la palma de
la mano y jamás supimos valorarla. Hasta ahora.
Pero, ¿sabes qué? Que de ti depende que aquello que está
siendo fundamental para tu día a día durante la cuarentena, siga siendo lo
esencial para el resto de tu vida. Porque todo esto pasará, y tendremos que
aprender a vivir de nuevo. Con la ventaja de que la vida nos ha dado el gran
regalo de tener la oportunidad de que ese aprendizaje nos convierta en mejores personas.
Piensa en lo maravilloso que será el día en el que salgas de
tu casa y notes el sol en la cara. O huelas a lluvia por primera vez. Ese nuevo
primer beso. Y entonces sabrás que, por fin, has encontrado esa felicidad plena
que sólo te dan las pequeñas cosas. Y así, sólo así, todo esto habrá tenido sentido.
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