En
cualquier faceta de la vida el progreso está necesariamente acompañado del
cambio. La propia naturaleza así lo hace: una semilla sufre un cambio del cual resulta un brote; el brote sufre otro cambio del que surge una planta; la
planta sufre otro cambio hasta que da un fruto, el cual a su vez va cambiando.
Igual los animales, incluso lo inerte también cambia ¿o acaso la Tierra es
igual ahora que hace un millón de años y será igual que de aquí a otro millón?
Sin duda, para evolucionar, el cambio debe estar presente. O al menos, podemos afirmar que sin cambio es imposible que haya evolución.
Hablando
de las organizaciones ocurre exactamente lo mismo. Para que una empresa nazca,
llegue a ser competitiva en el mercado y consiga mantenerse por tiempo hasta
llegar a morir dignamente, o reformularse y reconvertirse en otra
unidad de negocio adaptada al momento actual, deben producirse cambios (tecnológicos, culturales, de estructura, etc). Pero los cambios organizacionales
son procesos complejos que requieren una voluntad decidida y compartida por
parte de sus máximos responsables, además de una comunicación transparente y
continua a todo el equipo humano de la empresa.
El
cambio implica desaprender para aprender, para hacer las cosas de otra manera y
sobrepasar aquello que tanto se dice y se repite equivocadamente en todos lados “si funciona, ¿para qué lo vamos a cambiar?”
En
general las personas nos resistimos al cambio cuando:
- No conocemos en qué consiste
- No entendemos el porqué es necesario cambiar
- Desconfiamos en la finalidad del cambio (qué estará ocultando la empresa y cuál será realmente su objetivo final)
- Pensamos que tendremos dificultades a título individual para adaptarnos al cambio que se quiere hacer
Para
solventar estos motivos de resistencia al cambio, la empresa debe dar información antes, durante y después de cualquier cambio que quiera imponer.
Los jefes deben actuar como líderes que refuerzan a sus plantillas, que les resuelven
cualquier duda, que les dan confianza y les refuerzan y reconocen sus esfuerzos
por la adaptación. La formación e información se hace por lo tanto
imprescindible.
Además,
siempre que sea posible se debe involucrar a los empleados en el propio proceso
de formulación de cambio. Las reuniones de trabajo que incluyan a responsables
y empleados permiten consensuar metas y objetivos a llevar a cabo en el proceso
de cambio. A veces, para establecer estos objetivos (que deben ser medibles,
claros, alcanzables, retadores y realistas), la participación en esa hoja de
ruta va a permitir a cada uno considerar el objetivo como propio y, de este modo, llevarlo a la ejecución con mayor
precisión y motivación.
Para finalizar, sólo recordar que nunca debemos olvidar que los cambios organizacionales a menudo fracasan debido a que no se lleva a cabo correctamente una estrategia de comunicación.
Para finalizar, sólo recordar que nunca debemos olvidar que los cambios organizacionales a menudo fracasan debido a que no se lleva a cabo correctamente una estrategia de comunicación.
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